Gorillaz: la felicidad de Damon Albarn. Foto: Òscar Giralt
Gorillaz: la felicidad de Damon Albarn. Foto: Òscar Giralt

Festival

Primavera Sound (4 de junio /y 4): alegría de vivir

Jornada de sonrisas en la mayoría de los escenarios del Fòrum. Porque la vida está ahí, precisamente y pese a todo, para vivirla. Y la música –compartida con nuestros iguales, en comunidad– cataliza dicho anhelo con eficacia. Se puede partir de presupuestos muy sofisticados –Gorillaz, Caroline Polachek, Dreamcatcher–, apelar a la disonancia como elemento de purga colectiva –Napalm Death, slowthai–, establecer conexión con las enseñanzas del pasado –Mavis Staples, Jamila Woods, Sangre Nueva– o aferrarse al poder curativo de melodías y estribillos –Die Katapult, 107 Faunos–, pero cuando hay música de por medio es mucho más fácil que asome la alegría.

107 Faunos

Flores adornando los micrófonos en la presentación de 107 Faunos, segundos a bordo del escenario Ouigo tras el paso de Guineu. Emocionados por su regreso a la Ciudad Condal, los platenses no dudaron en presentar canciones de toda su trayectoria, como “Jazmín chino” o “El camino”. Esta delegación de la escena indie más afianzada de Argentina hizo vibrar a un público mixto, en el que había tantos paisanos de la banda como lugareños. Sin duda, fue una buena manera para empezar con la jornada del sábado. Karen Montero

107 Faunos, platenses con solera. Foto: Ismael Llopis
107 Faunos, platenses con solera. Foto: Ismael Llopis

Caroline Polachek

Una actitud escénica intachable –especial mención a su danza de brazos y manos, alternativamente hipnótica y estimulante– y una presentación visual imaginativa dado su elegante minimalismo –un monte postizo sobre el cual se proyectaban texturas, colores y conceptos distintos dependiendo del tono de cada tema– fueron las mejores bazas de un espectáculo que, si bien quizás pecó de prefabricado, sin duda conectó con el entregado público que abarrotaba el escenario Plenitude y que coreó a pleno pulmón temas como “Hit Me Where It Hurts” o “So Hot You’re Hurting My Feelings” (el colofón). Mención especial merecen “Breathless”, canción de The Corrs que ya ha hecho suya, y la inédita “Sunset”, guiada por una guitarra aflamencada, de claro regusto español. Xavier Gaillard

Caroline Polachek, hipnótica. Foto: Òscar Giralt
Caroline Polachek, hipnótica. Foto: Òscar Giralt

Die Katapult

El duo germano-español Die Katapult cautivó a los fans con ráfagas rítmicas de synthpop y krautrock matizadas con pop orientado al baile, en un equilibrismo que atrapó en sus redes a todo visitante casual que se asomara por el escenario Tous. Su fiesta electropop comenzó lenta y pesada, con tendencia a un kraut atravesado por elementos darkwave, industrial y post-punk de inicios de los 80, destilando oscuridad bailable que cogió fuerza hacia la mitad del show gracias a “Mallorca Pop”, y que ya no paró hasta que bajaron del escenario entre peticiones de bis. Daniel P. García

Die Katapult, darkwave con gafas de sol. Foto: Marina Tomàs
Die Katapult, darkwave con gafas de sol. Foto: Marina Tomàs

DJ Harvey

Los sets del británico DJ Harvey son una verdadera muestra de que la práctica hace la perfección. Resulta impactante que tanta calidez en la pista provenga de la misma persona que ha afirmado en entrevistas –lo dijo en ‘The Guardian’, en 2014– llevar armas encima porque son “sexys y glamurosas”. Por fortuna, sus sesiones son mucho más encantadoras que estas declaraciones. DJ Harvey pasa de gemas desconocidas del pasado a conocidos tracks de música disco, cosmic disco y funk, escalando a pistas dance y house que, con su forma ajustada de mezclar, se convierten en un baile constante y alegre en la pista. Teresa Ferreiro

DJ Harvey: de armas tomar. Foto: Val Palavecino
DJ Harvey: de armas tomar. Foto: Val Palavecino

Dreamcatcher

Entre la lista de objetos prohibidos en Primavera Sound, este año aparecía por primera vez el lightstick. Se trata de esas lamparitas de mano –con diferentes diseños para cada grupo– con que los fans del k-pop iluminan los conciertos. Es decir, la institucionalización de los mecheros de toda la vida. El veto no detuvo a quienes esperaban a Dreamcatcher, primera banda del género en pisar un escenario del festival: los construyeron en cartón y se hicieron notar. En el debut de estas siete surcoreanas hubo de todo. Por ejemplo, coreografías de girl group a ritmo de dobles bombos y guitarras que pertenecen más al metal que al pop. Porque una de las vetas más interesantes del pop surcoreano, en general, es precisamente la de las mezclas que parecen imposibles pero que terminan resultando. Una saokización constante. Basta con escarbar un poco para encontrar joyas como esta banda. Un consejo para los incrédulos o prejuiciosos: no hay nada de homogéneo en las producciones de ese rincón del mundo. Una tarde con pogos, mucha conversación en coreano, inglés y algo de español y, sobre todo, uno de los shows más divertidos de toda la jornada. ¿Otro consejo? Agrega “Scream” a tu lista de canciones favoritas. Javiera Tapia

Dreamcatcher, la mezcla con todo. Foto: Val Palavecino
Dreamcatcher, la mezcla con todo. Foto: Val Palavecino

Duki

¿Trap con una melódica base rock? A partir de la publicación de “Desde el fin del mundo” (2021), los shows de Duki dejaron de estar protagonizados únicamente por el Auto-Tune. Su base lírica siempre proviene del universo trap, pero con la adición de la banda al espectáculo ganamos una nueva e impactante atmósfera. “Tumbando el club”, “YHLQMDLG”, “Hitboy” o “Malbec” fueron algunas de las canciones destacadas en su repertorio, que interpretó asido a un micrófono alado cual ángel del género. Hablamos de un cambio importante en los directos del “Duko”, que hace madurar significativamente su música. Karen Montero

Duki y su nueva vida. Foto: Val Palavecino
Duki y su nueva vida. Foto: Val Palavecino

ENNY

Confiada sobre el escenario, la londinense ENNY generó un diálogo sincero y divertido con el público. Su sonido evocó la elegancia melódica y potencia del hip hop femenino de inicios de los 90 –con Lauryn Hill como posible referente– y añadió guiños identitarios de raíz nigeriana. Así, repasó buena parte de su breve carrera en un repertorio que sumó nueve temas, más un episodio freestyle, cerrando con sus éxitos “Same Old” y “Peng Black Girls”. Este despliegue apenas alcanzó la media hora para dar paso luego a las destrezas de la DJ Tony, invitando al baile con mucho house y apuntes de trap. Daniel P. García

ENNY, divertida. Foto: Ismael Llopis
ENNY, divertida. Foto: Ismael Llopis

Gorillaz

Ya lo dijo Ancelotti: la alegría siempre suma. Y Damon Albarn ha encontrado la felicidad con Gorillaz. Difícil imaginar a un tipo sintiendo una satisfacción tan plena como la que sentía el otrora héroe del britpop sobre uno de los escenarios grandes del Primavera Sound. En el Fòrum desgranó todas sus obsesiones (del art pop al hip hop, la electrónica, el reggae, el R&B e incluso la bossa nova y sonidos de raíz africana), celebró sus canciones con prestaciones vocales de todos esos amigos a los que tanto admira (Mos Def, De La Soul, slowthai…) y conectó una y otra vez con un público absolutamente rendido a su universo. Gorillaz siempre ha ido un paso por delante: la mezcla futurista de géneros, formatos y texturas de lo que nació como supergrupo virtual no era más que el vehículo ideado por Albarn para llegar a todos los rincones del planeta y conectar, con la música y con nosotros. Porque “conectar” fue la palabra clave, pronunciada una y otra vez por el líder de una banda que hoy ofrece emocionantes celebraciones de la música en vivo. No vamos a sorprendernos a estas alturas por la ristra de temazos, hoy clásicos, que han acumulado en dos décadas, pero sí por una puesta en escena orgánica, donde cada cambio de narrativa encontraba su acomodo: del hip hop jamaicano de un Mos Def arropado por los metales de la Hypnotic Brass Ensemble al “Désolé” junto a la maliense Fatoumata Diawara, que estuvo pletórica. Como lo de Sweetie Irie saliendo a transformar “Clint Eastwood” en un misil reggae dentro de un mascado hit trip hop. Si la música de Gorillaz sigue viva, si es el supergrupo más cool del planeta, es porque Albarn mantiene las puertas felizmente abiertas. Gorillaz es un cabeza de cartel que en realidad es un festival dentro de un festival. Noche alegre en Primavera Sound. Alberto Lechuga

Gorillaz conectaron. Foto: Òscar Giralt
Gorillaz conectaron. Foto: Òscar Giralt

Jamila Woods

La cantante, compositora, poeta y activista de Chicago fue la encargada de cerrar las presentaciones del día en el escenario Rockdelux del Auditori. Sobria pero jamás insípida, llenó el ambiente de soul, historias y reivindicaciones. Jamila Woods vive en el presente con pie muy firme en el pasado. Sabe que sin memoria no se avanza, no se crea, ni se sueña. Se apoya en sus ancestros para desplegarse en el escenario, está claro, porque toda esa intensidad no puede venir de una sola persona. Momentos brillantes: “Basquiat”, una belleza que sonó justo después de su versión de “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana, con la que reafirmó que talento e imaginación sobran, porque aquella debe ser una de las canciones con la lista más larga de pésimas versiones, y este no fue el caso. Con Jamila el legado más sensible de la historia está a salvo. Y nosotras también. Javiera Tapia

Jamila Woods, pasado y presente. Foto: Marina Tomàs
Jamila Woods, pasado y presente. Foto: Marina Tomàs

Jawbox

Jawbox ofreció un compacto recital y no ocultó su emoción al pisar el Fòrum. El cuarteto de Washington D.C. demostró con creces por qué es una verdadera institución del post-hardcore de los 90: en un ejemplar repaso a sus dos últimos discos (rematado con el doble puñetazo al vientre que fueron “Savory” y “Cornflake Girl”, constituyéndose un movidísimo pogo en las primeras filas), brilló el contraste entre la contundencia marcada por la sección rítmica y el afán por las melodías, representado por estribillos a dos voces más la inventiva guitarrera del siempre preciso J. Robbins, quien, además, quiso dedicar el set a los amigos del mítico Sant Feliu Fest. Xavier Gaillard

Jawbox, contundencia y melodías. Foto: Ismael Llopis
Jawbox, contundencia y melodías. Foto: Ismael Llopis

Mavis Staples

Los años le han pasado factura (poca) a la voz de la octogenaria reina del soul, pero su tenacidad y carisma –esa risa contagiosa, esa interacción juguetona con el público, esos momentos de dar rienda suelta al scat, esa inenarrable capacidad para transmitir puro amor– no han hecho sino crecer. Porque lo que se vivió en el escenario Rockdelux del Auditori fue uno de esos conciertos para la historia, que culminó con toda la sala en pie y dando palmas al ritmo de “I’ll Take You There”. Apoteósico final a un recorrido donde no solo resumió –acompañada de una excelente banda liderada por el afiladísimo guitarrista Rick Holmstrom– su contribución a la cultura musical de Chicago –con especial hincapié, por supuesto, en la obra de The Staple Singers y con un mágico momento donde intentó emular a Howlin’ Wolf–, sino también, lírica y espiritualmente, su rol en la lucha por los derechos civiles, el respeto mutuo y la fraternidad. Xavier Gaillard

Mavis Staples, leyenda para la historia. Foto: Eric Pàmies
Mavis Staples, leyenda para la historia. Foto: Eric Pàmies

Napalm Death

Peculiaridades del Primavera Sound: que la banda más extrema de su cartel sea también la más política. Porque la apisonadora grindcore manejada por los veteranos revientacráneos de Birmingham no es mero ejercicio estético en el arte del ruido. Cuando no estaba ocupado tambaleándose sobre el escenario –flanqueado por las rapidísimas manos de los señores Embury y Harris, que subían y bajaban por los mástiles del bajo y la guitarra– o destruyéndose el cuello al regurgitar material antiguo –tracas como “Scum” o “Dead”– y nuevo –una brutalísima “Contagion”–, Barney Greenway elaboró discursos sobre algunos individuos que pueblan la Tierra –los que dirigen la industria armamentística, los que niegan a las mujeres decidir sobre su cuerpo, los que declaran la ilegalidad de los inmigrantes– y que deberían irse a tomar por el culo. Qué mejor forma para cerrar el concierto, pues, que una muy adecuada versión de los Dead Kennedys: “Nazi Punks Fuck Off!”. Xavier Gaillard

Napalm Death, ruido político. Foto: Óscar García
Napalm Death, ruido político. Foto: Óscar García

Sangre Nueva

Con un público bastante modesto, pero en uno de los mejores escenarios del festival –tanto por su acústica como por su localización, con la playa de fondo: el Dice–, el trío formado por Kelman Duran, DJ Florentino y DJ Python dio una auténtica clase sobre cómo hacer una buena performance en cualquier evento de este tipo. Conjugaron orgánicamente las influencias de los tres DJs en su característico perreo, con un set marcado por remezclas de canciones míticas del reguetón como “Es un secreto”, de Plan B. Estamos ante una formación relativamente nueva que sin duda tiene que dar que hablar en otras salas y escenarios. Karen Montero

Sangre Nueva: perreo. Foto: Óscar García
Sangre Nueva: perreo. Foto: Óscar García

slowthai

La última vez que lo vimos en el Primavera Sound –2019–, el de Northampton venía rapado, con abdominales cincelados y su disco de presentación bajo el brazo. Se trataba entonces de incendiar el escenario, generar una bola de ruido y furia que tenía más de indómita provocación que de carta de presentación: slowthai es el nuevo punk y, si no te gusta, te jodes. Ayer nos encontramos con un Tyron de pelo rizado, estrenando paternidad, incipiente dad bod y con un puñado de canciones de corte introspectivo entre sus andanadas. Pero no nos alarmemos: es imposible domesticar al demonio de Tas... Bretaña. Un concierto de slowthai sigue siendo un torbellino de carisma salvaje, solo que el caos sin filtro ha dejado paso a un mayor dominio escénico, un control absoluto de los tiempos que da más cuerpo a un bolo que ya no tiene tanto de nihilismo no future como de pub crawling, para hacerle un corte de mangas a la semana laboral y sobrellevar la mierda entre todos. “Fuck the Queen”, sí, pero también dijo que “vosotros y mi hijo me dais un propósito”. Pogos feroces (“¡I want to see the gates of hell tonight!”), grime duro, punk rapeado, beats de electrónica macarra inconfundiblemente britishshoutout to Mike Skinner–y un adolescente atolondrado al que le dieron la oportunidad imposible de emular a Skepta en “Inglorious”. Una broma liberadora y subversiva contra los ladrillos de la vida en el bloque de pisos: al trallazo de “Doorman”, para poner punto y final, le siguió una rave improvisada con “Barbie Girl”, de Aqua (!!). Todos nos fuimos más sudados, más desinhibidos, más felices. Alberto Lechuga

slowthai, un demonio. Foto: Ismael Llopis
slowthai, un demonio. Foto: Ismael Llopis

Squarepusher

En el colosal escenario Tous, Squarepusher construye una instalación de luces LED y estroboscópicas que se despliegan en forma triangular desde su mesa de trabajo. Detrás de sus secuenciadores, vemos a Tom Jenkinson con su bajo adaptado como un MIDI con el que no solo controla sonidos sintetizados, sino que también parece controlar las visuales tipo glitch que se transforman con los cambios de frecuencias. Como si se tratase de una nave nodriza que destila drill’n’bass y acid jazz, Squarepusher sigue nutriendo con directos intensos tanto a fans antiguos como a muchos centennials. Teresa Ferreiro

Squarepusher: el tiempo no pasa para Tom Jenkinson. Foto: Óscar García
Squarepusher: el tiempo no pasa para Tom Jenkinson. Foto: Óscar García
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