Kip Berman y los suyos, tres lustros después. Foto: Julián Rus
Kip Berman y los suyos, tres lustros después. Foto: Julián Rus

Concierto

The Pains Of Being Pure At Heart: celebración indie pop

El grupo neoyorquino ha vuelto al directo tras varios años de ausencia para recrear su primer álbum en una amplia serie de conciertos por la península ibérica, gira que arrancó el pasado miércoles en Oporto y, tras su paso por A Coruña, recaló en Oviedo el viernes 21 de febrero, donde los vimos (aquí pueden leer la crítica). Después tocaron en Tarragona y Madrid. Hoy pasarán por Sevilla y esta semana también harán escala en Murcia (26), Valencia (27), Barcelona (28) y San Sebastián (2 de marzo).

Qué bonita historia la de The Pains Of Being Pure At Heart. Han pasado ya 16 años de su fulgurante aparición en el microcosmos del indie pop. En aquel distante 2009 se convirtieron de la noche a la mañana en un grupo del que era imposible escapar. Portaban con firmeza el estandarte de un improbable revival C-86 y llevaron ese cruce de pop inocente y ruidismo a un público que iba mucho más allá del nicho popero de siempre. De repente, aunque fuera durante unos pocos meses, un grupo que parecía una fantasía de connoisseur llegó un paso más allá. Nombrar como influencia a Rocketship o a Another Sunny Day no te convertía en pie de página de un fanzine minúsculo, sino en pura actualidad pop.

Por desgracia, los pasos dados tras ese glorioso primer álbum homónimo de 2009 fueron, cuando menos, discutibles. Si “Belong” (2011) se acercaba titubeante a The Smashing Pumpkins, los álbumes posteriores, pulidos pero poco inspirados, condenaron a la banda al ostracismo. La reconversión de Kip Berman a cantautor bajo el sobrenombre de The Natvral tuvo una acogida aún más fría. Pero aún quedaba una bala, una mortal para el oyente de pop. La nostalgia, la puñetera nostalgia. Y sí, 2009 ya entra en el territorio de la nostalgia. No es casual que la primera gira de reunión que hayan anunciado los de Brooklyn sea en España. Hay ciertos grupos angloparlantes que hacen su agosto en territorio nacional (un afectuoso saludo a The Wave Pictures). Porque los Pains siempre tuvieron una acogida particularmente cálida en un país donde el indie pop ha cuajado con enorme fuerza, como demuestran año tras año desde sellos como Elefant a festivales como el Madrid Popfest.

Al entrar en la sala Kuivi Almacenes de la capital asturiana, llamaba la atención la sobresaliente afluencia del concierto. Más de medio millar de personas en esta cita ovetense, sensación de aquelarre indie de otra época, abrazos y rencuentros. Contribuía a la sensación de familiaridad el hecho de que el concierto fuera también la celebración de aniversario de Alta Fidelidad, heroica tienda de discos local y campamento base del pop norteño. Abrió fuego Cristina Quesada, telonera durante toda la gira, que desplegó un pop indie cristalizado en el tiempo de pura escuela Elefant. Con una puesta en escena parca pero un entusiasmo tierno y contagioso, fue mostrando sus cartas: un cancionero propio plurilingüe que pica por igual del twee, del europop y de los años sesenta franceses, versiones celebradas por el respetable –nada menos que de Niza y Family, una selección nada casual– y un crossover con el grupo de su acompañante en el escenario, Andreas de Alpaca Sports. Todo en su set tuvo algo de exaltación del orgullo pop, de cristalización de ese amor por la melodía que Juan de Pablos supo resumir de forma tan convincente (y duradera) en su programa ‘Flor de Pasión’.

Digno revival indie. Foto: Julián Rus
Digno revival indie. Foto: Julián Rus

The Pains Of Being Pure At Heart entraron al escenario con una alineación casi idéntica a la que grabó ese añorado LP debut, con la excepción de Eddy Marshall, compañero de aventuras de Kip en The Natvral, que había sustituido a Alex Naidus al bajo. Puesta en escena sencilla, sin aspavientos, empieza a sonar “Contender” y todo encaja. La recreación del disco es perfecta, milimétrica, hasta el punto de que te hace pensar que si activas Shazam durante cualquiera de las canciones el programa la reconocería sin dificultad. La precisión interpretativa despeja cualquier prejuicio que se pudiera tener de la teórica ineptitud musical del twee pop. Todos ejecutan las canciones brillantemente, destacando particularmente un Kurt Feldman imperial a la batería. Desde ahí van soltando canción a canción el álbum en orden. Sin sorpresas: nadie las quiere. El público sabe a lo que va, a celebrar ese 2009. La banda sabe a lo que va: a darse el baño de masas que los tropezones discográficos fueron alejando. Hay un acuerdo tácito entre los dos, que se cumple incluso en los bises. Solo tocan canciones de los primeros EPs, y como única concesión posterior, la fantástica “Belong”. Nadie quiere otra cosa.

En un momento dado del concierto, Kip Berman, visiblemente emocionado, comentó con alegría el buen gusto que mostraban los asistentes al concierto, ratificado en las camisetas de grupos que se veían en las primeras filas, destacando a The Jesus And Mary Chain o The Smashing Pumpkins. Pocas cosas resumen más el encanto de los Pains, una banda de fans para fans. Todas las canciones del debut tenían ya algo de ejercicio de nostalgia cuando se publicaron, de fantasía adolescente de alguien que hubiera querido estar en el Rollercoaster Tour en 1992 pero había nacido demasiado tarde. La transformación de su repertorio en un clásico del indie tiene algo de justicia poética, pero también un punto agridulce. ¿Podrá algún día la banda ser algo más que un homenaje a sí misma? ¿Querrá eso su público? Mientras tanto, podemos estar tranquilos, el legado de los Pains sobrevive con muchísima dignidad. No es poco. ∎

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