Uno de los mayores temores de cualquier hijo o nieto es pensar qué pasará con nuestros abuelos el día que se queden viudos o viudas. ¿Sabrán cuidarse solos? ¿Se sentirán extremadamente abandonados? Recuerdo que un día la hija de un buen amigo de mi padre lo llamaba desesperada contándole que su padre –de 85 años– se había enamorado de una mujer de unos 40 años menos. Después de varios meses juntos, este no dudó en cambiar su testamento.
En la serie “El quinto mandamiento” (2023; en España, 2024), escrita por Sarah Phelps y dirigida por Saul Dibb, pasa algo similar (eso sí, con un desenlace bastante más macabro). Basada en un caso real, esta miniserie de estilo true crime y dividida en cuatro capítulos, nos cuenta cómo Ben Field, un seductor nato y vicario en formación, conquistó los corazones de dos ancianitos un tanto desamparados a partir de toda una serie de estrategias de manipulación. A diferencia del “Mataviejas” español, José Antonio Rodriguez Vegas, Ben Field halló la manera perfecta de acabar con sus víctimas de manera que pareciese un accidente: un poquito de Lorazepam de más por aquí, otro Valium más por allá… y ningún corazón pudo soportar la desdicha de toda una serie de accidentes encadenados.
El relato de la primera víctima, Peter Farquhar (magnífico Timothy Spall) es sin duda la historia más desgarradora. Cualquier espectador se pregunta cómo es posible que un erudito profesor de literatura inglesa se lanzase a suplir sus carencias sexuales con un joven muchacho un tanto inquietante. Tras el visionado de este capítulo no dudé en llamar a mi abuelo y preguntarle cómo estaba: “¿Tú no te habrás enamorado de ningún muchacho, verdad, yayo?”. Él se reía y me comentaba que ya no estaba para esas cosas.
Tras un recorrido por lo que fueron sus dos asesinatos más célebres, la serie le dedica una buena parte de su metraje al juicio final, donde por cierto también se vio comprometido su amigo –considerado cómplice de asesinato– Martyn Smith. Resulta impresionante ver a un asesino tan impasible ante las circunstancias, con una defensa tan férrea y con unas convicciones tan desagradables. Es difícil no pensar en Carles Porta, de “Crims”, y su reconstrucción del crimen de la Guardia Urbana, el de la meticulosa y manipuladora Rosa Peral. Sin embargo, lejos de lo que Ian Case Punnett califica como “interés pornográfico por el crimen”, esta miniserie consigue evitar lo que otras series buscan: la conversión de eventos truculentos en una producción sensacionalista destinada a permear emocional y sensitivamente al público, proporcionándole todos los elementos por los que los crímenes y la violencia se comercializan como un objeto de consumo más.
En definitiva, ante la creciente oleada del amor por el true crime, véase la devoción por el pódcast “Criminopatia”, “El quinto mandamiento” no solo consigue rendir cierto homenaje a las víctimas de este asesinato, sino que además retrata lo compleja que puede ser la psique humana cuando uno se encuentra solo ante el peligro y con una carencia que solo puede ser mitigada por la compañía humana. Ya sea por parte de un familiar o, como en este caso, de un auténtico psicópata. ∎