Serie

Materia oscura

Blake Crouch(T1, Apple TV+)
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Resulta contradictorio que “Materia oscura” (2024-), una ficción serial que aborda las infinitas versiones que puede haber de una vida, esté estructurada sobre la confrontación de solo dos de esas múltiples existencias. La serie creada por Blake Crouch –autor también de la trilogía literaria “Wayward Pines” (2012-2014)– a partir de su novela homónima parte de un planteamiento osado, incluso desestabilizante, para acabar apostando por una muy conservadora moraleja que se parece mucho a ese “There’s no place like home” que sentenciaba Dorothy después de (y a pesar de) haber conocido las maravillas y misterios que ofrecía el país de Oz. “Materia oscura” se inicia con la crisis de la mediana edad de Jason Dessen (Joel Edgerton), un gris profesor de física de Chicago, casado y con un hijo adolescente, y mortalmente aburrido. Son sus remordimientos existenciales y profesionales, sus deseos nunca confesados –¿y si no se hubiera casado tan pronto?, ¿qué hubiera sido de él si, en vez de convertirse en el padre de familia perfecto, hubiera dedicado el tiempo a su auténtica pasión, la investigación científica?– los que parecen atraer el caos a su monótona vida: una noche, un desconocido lo secuestra y, utilizando una enorme caja negra que alberga en su interior infinitas puertas que dan acceso a infinitos mundos posibles, lo traslada a otra versión de su existencia. Es aquí cuando esa estructura dual de la que hablábamos al inicio se materializa: pese a que “Materia oscura” es una (otra) serie de ciencia ficción sobre multiversos y realidades paralelas, a sus creadores lo que más parece interesarles es confrontar las nociones de éxito profesional y de vida familiar a partir de una concepción binaria, de talante conservador, que las convierte en mutuamente excluyentes. Así, los dos principales Jason que veremos –y que se han intercambiado las existencias, viviendo uno en el mundo del otro– son, por un lado, el Jason “padre de familia” que, como Ulises, navega por múltiples universos extraños y resiste las diversas tentaciones que aparecen frente a él en su esforzado intento por llegar a casa, y, por otro, el Jason “triunfador profesional”, ajeno a las obligaciones familiares y a toda empatía personal.

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Algunos de los placeres que contiene “Materia oscura” son, precisamente, los momentos de evidente desencaje de ese Jason triunfador –cuya descripción no puede ser más tópica: científico prestigioso, millonario, emprendedor y soltero empedernido– en la monótona vida del Jason familiar. A la excitación inicial –por recuperar a Daniela (Jennifer Connelly), la novia que perdió por su incapacidad para comprometerse pero también por disfrutar del hijo que nunca tuvo– le sigue el inevitable aburrimiento y la muy esperable decepción. En este sentido, algunas de las mejores escenas de esta serie de sofisticado estilo visual y despliegue ostentoso –y algo dudoso a nivel estético– de CGI acaban siendo, precisamente, las sencillas conversaciones que tiene con su psicóloga (Alice Braga) este Jason en crisis en las que acaba planteando, de forma perturbadora, los claroscuros y desasosiegos que conlleva una existencia basada en los estándares tradicionales de la familia nuclear. Es en este tipo de escenas, más íntimas, y basadas en el diálogo, en las que Edgerton brilla a la hora de construir un personaje que, en el fondo, son muchos: es realmente asombroso cómo el actor y director australiano consigue que percibamos a un Jason o al otro exclusivamente a partir de un modo concreto de caminar, de una pose corporal determinada o de una modulación específica de su voz. Esto se hace todavía más patente en los últimos episodios, en los que Edgerton es capaz de encarnar no a dos, sino a múltiples Jason, consiguiendo para cada uno de ellos una identidad –uno de los grandes temas de la serie– única y reconocible, distinta a la de los demás.

Pese al hincapié que podamos hacer en los actores –no solo Edgerton, sino también Connelly y, sobre todo, Braga, luminosa y conmovedora; encabezan un reparto poco menos que impecable– o en los leves atisbos de reflexión perversa sobre el statu quo que, muy tímidamente, podemos intuir en sus diálogos, “Materia oscura” acaba siendo presa de una visión hegemónica de la ciencia ficción que acaba haciendo que se deslice, de forma algo forzada, por la pendiente del espectáculo y de la búsqueda del impacto, que en muchas ocasiones toma la forma de un uso excesivo de CGI y de retorcidos giros de guion.

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Es significativo, de hecho, que los episodios más emocionantes y logrados sean aquellos que transcurren en el interior de la caja, y en los que el Jason original y su compañera de viaje multidimensional, Amanda (Braga), descubren y transitan mundos que son, a la vez, aterradores y asombrosos, abyectos y maravillosos. Hay algo muy puro, que remite a la esencia de la ciencia ficción y a su capacidad para generar, con muy pocos elementos, ese característico efecto de asombro y de auténtica maravilla, en esos episodios que transcurren, en gran parte, en un único espacio –un pasillo oscuro con infinitas puertas a ambos lados– y que están protagonizados por únicamente dos personajes (Edgerton y Braga, destilando una química que no se repite, lamentablemente, con Connelly). Son sus conversaciones dentro de la caja, sus dudas existenciales y emocionales, sus divagaciones metafísicas, sus encuentros fortuitos con personajes perdidos, como ellos, en ese angustiante multiverso laberíntico –el encuentro con Blair (Amanda Bruegel), esa “piloto” de la caja que prefiere vivir en un universo infestado de gigantescos y mortíferos insectos en vez de volver a entrar en ella, podría haber ocupado un episodio completo– y esa promesa de aventuras sin fin que prometen las puertas que se extienden hasta donde alcanza la vista los que convierten “Materia oscura” en una serie recomendable, sobre todo, para amantes de la ciencia ficción. La lástima es que los (larguísimos) episodios, repletos de innecesarios y repetitivos giros de guion que transcurren fuera de la misma, no estén a la altura. Y que los leves atisbos críticos acerca de las decepciones de la vida familiar acaben convirtiéndose en un discurso de talante conservador (o tal vez simplemente un tanto convencional) que parece defender a ultranza la integridad de la familia nuclear, unida incluso en una dimensión más allá del universo conocido. ∎

Vidas paralelas.
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