Blur

Sí, hasta la fecha, las ediciones de Blur se contaban por victorias, el cuarto álbum de Damon, Graham, Alex y Dave aporta las primeras dudas respecto a la mejor banda británica más británica de Gran Bretaña. “The Great Escape”, de entrada, carece de la versatilidad compositiva de “Parklife” (1994) –del amplio abanico de influencias que hizo de él un jukebox fascinante y célebre–, una ausencia que se ha intentado sustituir mediante detalles de producción que acaban por dar cierta variedad al repertorio pero no pueden esconder una falta de canciones de impacto realmente palpable… y extraña.

Aunque “Stereotypes”, “Country House” o “Best Days” –los tres primeros cortes– puedan inducir a error, el molde del que salen “Charmless Man”, “Fade Away” y “Top Man” acaba siendo el mismo… y “The Universal” no es en ningún caso superior a “To The End”. El empacho beatleiano está peor digerido en su caso –prueben con un poquito de “Mr. Robinson’s Quango”– y Damon Albarn, como vocalista y también a las teclas, empieza a repetir trucos que ponen en tela de juicio una trayectoria brillante hasta hace escasos meses.

Al final, resulta que el caleidoscopio manchado por Blur para 1995 no es más que otra versión –estrechada y menos inspirada– de su ya conocida discografía favorita: Madness, Kinks, Beatles, la canción melódica ampulosa (“The Universal”), el corte punk (“Globe Alone”)… En definitiva, las mismas referencias estilísticas –en diferente orden y con nuevos títulos– y casi siempre con un resultado inferior a sus celebérrimos precedentes. Por todas estas razones, es normal que la escucha completa de “The Great Escape”, además de poco atractiva y nada enriquecedora, resulte cansina. Algo insólito en quienes firmaron “Leisure” (1991), “Modern Life Is Rubbish” (1993) y “Parklife”. (Un dato: el nombre de Stephen Street, productor de los tres primeros álbumes, no aparece por ninguno de los rincones de la preciosa –otra vez– carátula de “The Great Escape”). ∎