Varios

Hace ya más de veinte años que el especialista Bob Stanley, solo o bien acompañado, por regla general de Pete Wiggs, su compañero masculino en Saint Etienne, ha venido perfeccionando el arte menor del recopilatorio, especialmente a través del sello Ace Records en los últimos años. Jason Wood, en estos momentos director ejecutivo de programación pública y audiencias del British Film Institute, también coautor del próximo libro “Pop Stars On Film. Popular Culture In A Global Market”, es su nueva alianza. Juntos publicaron en 2020 “Cafe Exil. New Adventures In European Music 1972-1980”, escogiendo como leitmotiv las aventuras en el local para intelectuales del mismo nombre que Iggy Pop y David Bowie conocían en el distrito berlinés de Kreuzberg. Si “Cafe Exil” situaba la mirada en la gestación de la primera etapa alemana de Bowie con el influjo de la nueva música teutona que la compilación ampliaba idiosincráticamente, “Fantastic Voyage” se entretiene en investigar la ascendencia de ese caldo de cultivo sobre el post-punk y sus metainfluencias en las dos últimas obras referenciales de la etapa imperial del inglés, léase el orientalizante “Lodger” (1979) –su primer corte titula el recopilatorio– y “Scary Monsters” (1980), con lo que estaríamos hablando de un segundo volumen oficioso.

¿Cómo se mide ese arte y oficio del que hablábamos anteriormente? Pues en buscar un concepto que cohesione temáticamente la colección, abone el llamado estrato cultural-objetivado y hasta funcione como banda sonora aunque la película sea ficticia –ya hemos hablado un poco de ello: Bowie y Berlín aún suenan a filón–; encontrar un número suficiente de buenas canciones –la verdad es que no podemos descartar absolutamente ninguna de esta nueva lista–; desenterrar gemas perdidas sin temor a que te tachen de esnob, lo cual es directamente proporcional al factor anterior –“On a trouve”, de ISABELLE MAYEREAU, y “Nightcrawler”, de PATRICK CROWLEY, compiten al puesto de honor en esta categoría–; redescubrir bandas que considerabas en desuso –SIMPLE MINDS, con perdón de su veterana legión de fans–, temas que no recordabas del todo –“Riot In Lagos”, de RYUICHI SAKAMOTO, o “White Car In Germany”, de THE ASSOCIATES– y otros cuya relación con el cliché europeísta desarrollado por Bowie no es tan accidental como podría parecer, incluso interpretado por artistas norteamericanos –“Night Flights”, por THE WALKER BROTHERS, o “The Farther Away I Am”, de DARYL HALL–.

Otros ingredientes técnicos: resituar en un contexto plausible algún clásico privado –“Tight As A Drum”, del reincidente THOMAS LEER–; secuenciar los temas con fluidez y sentido, a ser posible cronológico (no aquí), siempre en beneficio de un goce auditivo que debe venir acompañado del visual –el Atomium de Bruselas de la portada viene como electrón al protón– y, a ser posible, también táctil –las ediciones en vinilo de Ace son directamente orgásmicas–. El rigor informativo de los textos que acompañan estos discos de Stanley –con un ensayo propio y diecisiete jugosas fichas dedicadas por Wood a cada uno de los artistas– acaba por redondear una experiencia para sibaritas sin prejuicios ni coartada ideológica que valga: responden al puro placer historiográfico y estético-musical. Si además eres un viejo nuevo romántico, tendrás que ponerle la alarma al móvil para despertar de un sueño húmedo que también cuenta con protagonistas tan oníricos como HOLGER CZUKAY –“Ode To Perfume” en su versión single–, HARALD GROSSKOPF –el hombre para todo del krautrock con “So weit, so gut”–, un alucinógeno ROBERT FRIPP –“Exposure”–, el PETER GABRIEL electrónico –“No Self Control”– y más sorpresas como CHAZ JANKEL –“3,000,000 Synths”–, BRIGITTE FONTAINE y ARESKI BELKACEM –“Patriarcat”–, BASIL KIRCHIN –“Silicon Chip”– y, cómo no, GRAUZONE –“Eisbär”, también en la edición corta– y CABARET VOLTAIRE –“Silent Comand”–. Europop cósmico, canónico y fetén, o el regalo perfecto para jóvenes iniciáticos en el arte de esquivar todo lo que suene a blues. ∎