Pese al empeño generacional en convertir a Kid Cudi en una figura de culto millennial –los días de oro de la blog era, la perversión frat de su “Pursuit Of Happiness” vía “Proyecto X” (Nima Nourizadeh, 2012), la pasarela callejera de Bape–, el impacto del músico y actor de Cleveland siempre fue más cultural que propiamente musical. Sí, sus inicios mano a mano con Kanye West moldearon tangencialmente un álbum a la postre tan relevante como “808s & Heartbreak” (2008). Y sí, la influencia de sus melismas autotuneados es evidente en el abordaje psicodélico al trap de Travis Scott y posteriores clones. Pero la cruda realidad es que, incluso atendiendo a sus leves picos, escasos y mayoritariamente iniciales, la carrera discográfica de Scott Mescudi es más bien un ente fallido, seguramente aplanado y confundido por el propio peso de su mitificación. Escuchando los dos singles de “Free”, el que será su décimo álbum de estudio cuya publicación está prevista para el próximo 22 de agosto, no parece que la cosa vaya a repuntar en un futuro inmediato.
“Neverland”, el primer adelanto, ya anticipó un retorno a esas guitarras que siempre supusieron una vía de escape para el alma indie del Cudi con chupa de cuero, llevándolas hacia territorios descaradamente power pop. Y “Grave”, el nuevo avance, redunda en esa dirección, apostando en este caso por volatilizar los rasgueos mediante un electropop de épica azucarada que se acerca demasiado a Imagine Dragons. Cudi abandona definitivamente cualquier vestigio rapero –en verdad nunca lo terminó de ser del todo– para encontrar una supuesta nueva libertad artística en el pop-rock y sus derroteros más comerciales, recordando más al estupor que provocó “Speedin’ Bullet 2 Heaven” (2015) –ese tropiezo de culto, algo así como la “The Room” (Tommy Wiseau, 2003) del rap rock– que al empleo de las guitarras en tramos del magnífico “KIDS SEE GHOSTS” (2018), su álbum colaborativo con Ye.
Líricamente, aquí Cudi se aleja por fin de la depresión que ha atravesado gran parte de su obra, reforzando un espacio mental más positivo mediante una cadencia un tanto melodramática, reforzada visualmente por el videoclip que ha dirigido Samuel Bayer –artífice de clips para Nirvana, The Rolling Stones, Green Day, My Chemical Romance, The Cranberries o The Strokes–. “I stopped running to the grave, oh, baby”, canta. Teniendo en cuenta que Mescudi se acaba de casar, el altar sin duda parece mejor opción que la tumba. ∎