Buck Meek y Adrianne Lenker: colosales. Foto: Sergi Paramès
Buck Meek y Adrianne Lenker: colosales. Foto: Sergi Paramès

Concierto

Big Thief, el nuevo reino de la americana

La banda radicada en Brooklyn circuló ayer por la sala Razzmatazz de Barcelona para certificar el estado pletórico que atraviesa. Un encuentro con el aguerrido indie folk arraigado sónicamente en su zona geográfica que tendrá réplica hoy en Valencia y mañana en Madrid. Conciertos, además de un último show en Lisboa el próximo sábado, encuadrados en una gira europea a la que dan carpetazo en la península ibérica. La excusa para rendirse ante el cuarteto la pone un último (doble) álbum que los acredita como emperadores del indie rock, “Dragon New Warm Mountain I Believe in You” (2022).

Si los directos suelen ser confirmación –o negación– de las gratas sensaciones impresas en un disco, Big Thief aterrizó ayer en Barcelona para llevar esa premisa al polo positivo. El axioma de gran banda estadounidense del momento, en pleno estado de gracia, quedó demostrado sin paliativos ni posibles enmiendas. También se podría medir la calidad de una propuesta musical por el tipo de público que congrega: ¿no es quizá uno de horquilla amplia, de veintipocos a cincuenta y muchos, y hasta sesenta, un síntoma de la buena forma de una banda? En todo caso, reflexiones algo esnob y totalmente estériles desde el momento en que la cantante y guitarrista Adrianne Lenker sale a la cancha. La artista de Indiana es un saco de virtudes al que habría que empezar a dar entrada en los mausoleos del futuro, cuando se recuerde la música popular de la primera mitad de este siglo. Voz conmovedora, perfil guitarrero admirable, control de tempo y ajuste preciso con sus compañeros, abundantes vivencias acumuladas que vuelca en un cancionero poderoso tocado por su vena lírica y hasta cierta garra escénica, pese al rictus serio y sereno de quien ha vivido demasiado a sus 31. Le escuda una formación clásica: la guitarra de refuerzo de Buck Meek, la batería de James Krivchenia y el bajo de Max Oleartchik. Antes de la comparecencia del cuarteto pudimos ver a su compatriota Lutalo, quien calentó la espera en su primera estancia en suelo europeo. Abrigado por una cálida voz y asido a su guitarra acústica, prometió nuevas incursiones en el viejo continente, la próxima vez secundado por una banda.

El indie folk de alto octanaje de Big Thief carburó desde el primer instante. Sin necesidad de calentamientos ni señalizaciones, algunas pequeñas indicaciones al técnico de sonido y la voz superdotada de Lenker bastaron para disipar cualquier atisbo de escepticismo con “Masterpiece”; lo anticiparon sin dobleces desde la entrada. Esa plenitud que atraviesa como banda, y que abre puertas de esperanza para un rock tantas veces dado por muerto, quedó blindada con la ejecución centelleante de “Shark Smile”, tercer tema dispensado en una noche en que parecía revivir el espíritu de Creedence Clearwater Revival en el Royal Albert Hall. O sea, el equivalente moderno a presenciar una banda en su apogeo. No redujeron la pegada en “Flower Of Blood”, pergeñada en clave shoegazing, con guitarras enmarañadas y una Lenker buscando complicidades con Jehnny Beth. Innecesario resultó el vocoder utilizado por el batería en la voz de acompañamiento de “Dragon New Warm Mountain I Believe In You”, que sonó rabiosa y contundente en su mayor parte.

Meek, Lenker, Max Oleartchik y James Krivchenia: rock estratosférico. Foto: Sergi Paramès
Meek, Lenker, Max Oleartchik y James Krivchenia: rock estratosférico. Foto: Sergi Paramès

Prosiguieron con la vertiente más acústica y enciende-hogueras, con la frontwoman estadounidense armada con ese arsenal de guitarras que una ayudante iba reemplazando tras previa puesta a punto. “Sparrow”, otro corte de su último disco, transportó en su apacibilidad a la gran carretera americana: bucólica pero atravesada por meandros de oscuridad. Música propicia para los nomadlands de su país que ella una vez fue.

El country-rock tomó la lona con la llegada de “Certainty”. Puro The Band en el siglo XXI. En “Cattails” siguieron recorriendo su territorio nativo cruzado por hobos –un poco como la estética que gasta la formación– que hacen autoestop; la de los diner vacíos en que trabajan camareras en edad de jubilación. “Red Moon” se desplegó como una cópula soñada entre The Band, Creedence Clearwater Revival y The Allman Brothers. Lenker volvió a equiparse con la guitarra acústica para sondear de nuevo las raíces de su tierra y convocarnos a una velada mágica en el Grand Ole Opry, con solos individuales incluidos para concluir el tema.

De la tormenta se volvió a la calma con la embriagadora “Change”, un himno –que sonó después de la espectacular “Not”– que confirmó en el directo su potencial atemporal y con el que destrozaron las últimas corazas supervivientes en ese tramo de la noche. Cierre en falso que rompieron con “Vampire Empire”, a la que siguió otra de las últimas novedades: un “Born For Loving You” que la líder dedicó a su novia. Una balada en la que incorporó un contrabajo y que salió de una visita a Miami, como esa aventura tórrida del “Miami Memory” (2019) de Alex Cameron. Terminaron el mayúsculo show con “Spud Infinity” y la incorporación al escenario de Noah Lenker, hermano de Adrianne, que se ocupó de una arpa de boca –otra vez el dichoso vocoder apitufado en el micro del batería– y que volvió a señalizar las raíces americanas –con Neil Young como otra de las referencias ineludibles– de una banda en un crecimiento sin remisión a la vista. Afirmemos sin rodeos: una de las mejores formaciones rockeras del momento. ¿O queda alguien por convencer? Pues que asista a uno de sus bolos. ∎

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