Entre la comedia y el costumbrismo. Foto: Marina Tomàs
Entre la comedia y el costumbrismo. Foto: Marina Tomàs

#1 CONCIERTO INTERNACIONAL 2023

Feist, pocos también son multitud

La canadiense dio un recital de performatividad y mimo anoche en Barcelona, 19 de septiembre. Jugó con realidad y ficción e hizo del bolo –única fecha en nuestro territorio dentro de su gira europea– una mezcla equilibrada entre el stand up y un videoclip costumbrista: hubo una cámara perpetua entre el público que filmaba a los asistentes. Fue un concierto de dos caras, al calor de unos pocos (medio aforo): folk desnudo primero y banda inapelable después. Mil estrategias para hacer partícipe a todos, tal y como reza su disco “Multitudes”. Fue escogido mejor concierto del año 2023 en Rockdelux. Yeray S. Iborra lo comentó aquí.

La pandemia nos ha demostrado que lo colectivo es importante. Pero lo colectivo no es sinónimo de mucho. Lo es, sobre todo, de bueno. Sí, eran 45 euros para un bolo de martes: ¿habría suficientes fans, tantos años después? Hacía mucho que Feist no se prodigaba por aquí. Su última visita a la ciudad fue en la sala Apolo en 2008, sold out. La cosa, ahora, ya era otra. Ya no había promesas sobre nuevos reinados del pop. Eso pasó.

Este disco, este espectáculo, se lo había regalado a ella misma. La sala Razzmatazz había tenido que adaptarse a ese “regalo”, a esa nueva idea de directo fuera de la convención. Lo había hecho recolocando el recinto, situando altavoces por todo el perímetro.

Poco antes del inicio, la gente rodea una tarima dispuesta en el centro. La noche empieza con una imagen de ella moviéndose por el backstage, plano picado y cerrado de los pies. Toques de comedia, se equivoca, pasa entre el público y… llega a casa, sobre el escenario. Es fácil intuir que esto no solo será un autoregalo. Lo va a compartir con los presentes.

El recinto no llega ni a mitad de aforo. Ni falta que hace. A quien menos le importa, a Feist, a la que ya no le perturba lo masivo, ni la fama. Con los que somos ya se lleva la mano al pecho con emoción, coloca el móvil en un plano a ras del suelo, chapurrea castellano: “La noche de yesterday, anoche, yo estoy en Francia y ahora mi cerebro is confused. El castellano es muy bonito, lo intentaré. No, ¡es el más bonito!”. “¡El catalán lo es más!”, le gritan. “Da igual, mejor arranco”, ríe. Pese a seguir a pies juntillas el ritual de esta gira, de la que se conocía mucha información por medios, ya desde el principio ese “The Bad In Each Other” demuestra que habrá comunión: por su cercanía, por las ganas. Por lo entendible y lo mínimo del formato. Puro acústico. Folk compartido con todos; su público las canta sin gritar. No es necesario. Se escucha bien porque el sonido está bajo, sin estruendo. Además, la artista guarda melodías tan coreables… De las que se recuestan, a recaudo, en el mejor lugar de la juventud de cada uno. El caso de “Mushaboom”, del álbum “Let It Die” (2004).

Poderosa actuación. Foto: Marina Tomàs
Poderosa actuación. Foto: Marina Tomàs
Levanta el plano del móvil, que se vea lo magullada que está la guitarra. Esta pesa. Mucho. En esta parte del bolo, no solo acompaña. No la empañan ni los gorgoritos, ni los susurros, ni los estribillos dulces. La cantautora le cede espacios a las cuerdas.

Sigue moviendo el móvil. Se ven las caras al otro lado. “Ellos no sabían que estaban en el show”. El público ríe. Están dentro: cada vez más. Intensamente. Entrega la cámara a un chico de primera fila, a un común o un compinche (qué más da eso en la ficción). Y él la zarandea. Haciendo planos maravillosos. Como enfocar al techo. Eso pasa cuando le das el teléfono a alguien, que enfoca muy de cerca el rapport de una camisa, joyería y mucha piel. Y la gente vuelve a reír y se mete todavía más en el juego; la trampa de Feist era esta, una idea propia del teatro social que ha cultivado durante años y que ella matiza así: “Por fin estamos juntos... Ahora podéis conoceros más”. Y, claro, después llega la cascada lenta, jonimicheliana, “The Redwing”. Mientras el chalao del público sigue moviendo el móvil. Y alguien le muestra un gatito. Ella para y, carcajada: “¡Esta era seria!”.

En ese momento el bolo ya es algo diferente. Entre el stand up, el videoclip costumbrista, un proyecto inclusivo y un absurdo entrañable. Feist no pierde la profesionalidad y afina entre tema y tema, incluso para “Borrow Trouble” –la más poderosa del último álbum– y un grito burdo (¡pero afinado!). Se echa de menos la fuerza de una banda. No tardaría en llegar. Antes, una de las grandes excusas de ese último disco, la cautivadora “Forever Before”, para la que dobla voces, las reverbera y retuerce estómagos. Y “Become The Earth”, claro.

Y el concierto entra en otra fase. Nueva confusión de realidades. El móvil que se mueve ahora proyecta sobre la pantalla pregrabados y efectos. Y la cámara rodea. Y ella se multiplica. Y eso es “Multitudes” (2023). Estar solo y acompañado. Estar con todos y con nadie. Con pocos y muchos. Pero bien, siempre bien.

Recoge una libreta del público, se viste de cuentacuentos interpretando una letra con la que cose las dos partes del bolo hasta llegar al escenario principal. Con la excusa del emoji que abre las dos manos y sube los hombros, como diciendo “no sé”, se marca un speech rarísimo pero locuaz sobre madurar. Acaba cantando “I Took All My Rings Off” ante la perplejidad de todos por su sentido del directo y su espectacular performatividad.

Ofreciéndose al público. Foto: Marina Tomàs
Ofreciéndose al público. Foto: Marina Tomàs
Las percusiones, timbales enormes, derriban el muro, la tela que tapaba el escenario. Y las cuerdas y teclados no hacen más que añadir profundidad a su discurso. Todo es aparentemente espontáneo pero estudiado; pero espontáneo. Un buen equilibrio entre todas esas cosas. Más de lo mismo con “I Feel It All”. Momento de “The Reminder” (2007), que no solo regaló la archiconocida “1, 2, 3, 4”, revestida para la ocasión, más electrónica, algo malograda y rota en la intro. Por edad, hay público que la ha descubierto en Spotify. Para una gran mayoría, estuvo en sus listas indies del momento. Listas mp3. Las de entonces.

Y después se prodiga por la chicharra festivalera con “My Moon, My Man”. Pese a que la parte con banda fue más poti-poti de éxitos, idas y venidas de lo comercial a lo sofisticado, las canciones más calmadas y abellotadas del último largo también aguantaron el tirón, como “Hiding Out In The Open”.

Cerraría –se alargó con un bis más de lo previsto ante la insistencia de la gente–, claro, con la cámara detrás de ella, enfocando al público, con la preciosa “Of Womankind”. De lo más variado y bonito que se puede ver en 2023. La celebró, literal, con todos. Entre el público. Antes transitó también al funk, el electro colorido, los vocals africanistas y no africanistas, las armonías gospelianas; hizo lo que quiso con la voz. Y con todos. ∎

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