La asimilación de la estética de la IA en el lenguaje audiovisual genera cortocircuitos en los ojos receptores. Imágenes que rompen con el esquema lógico, actuando como fuerzas disruptivas en la iconosfera. Las realidades disparatadas, o simplemente irrealidades, no solo desconciertan, sino que emplazan a quien las observa a orientarse en un mar de signos y significantes puestos en duda. El clip de Jon Rafman para James Blake lleva esa base hacia un nuevo nivel.
Rafman diseña este dispositivo de imágenes de apariencia dócil, todas ellas pasarían los absurdos controles de contenido de las redes sociales, pero por debajo asoman grietas, orificios hacia espacios extraños que convierten este visionado en una experiencia fascinante y perpleja; resulta realmente complicado apartar la mirada de su riego enrarecido. Porque el artefacto funciona a diversos niveles y encaja a la perfección con el latir agorero del tema de James Blake. Por un lado, captura la atención, con esa maquinaría de la IA que crea imágenes imposibles y desalineadas, de las que la percepción humana no tiene mayor respuesta que intentar descifrar si se trata de una captura de la realidad o de una simulación artificial o, incluso, una mezcla de ambas. Por otro lado, hay todo un resquemor y una mirada agria en la composición de las imágenes y en el choque de tonalidades entre la luminosidad de las viñetas, toda esa locución icónica marciana, y el mensaje textual que Blake vuelca desde su lírica hacia esas frases sobreimpresas en algunos fotogramas. Toda esa preocupación sobre la deriva de nuestro mundo: el aislamiento, la incomunicación, problemas ambientales, espectacularización de las noticias, la hiperconectividad, la violencia, etc., adquiere resonancias no ya inquietantes sino perturbadoras en el dispositivo visual que las acoge y las articula con la ayuda de la IA.
Una pieza de un calado hipnótico enfermizo, que inserta una capa crítica, y hasta aterradora, bajo el empleo de la IA. Los prompts adheridos al fin del mundo devuelven una imagen del planeta demasiado realista, pese a la extrañeza de sus formas. ∎