Controlando el agujero.
Controlando el agujero.

En portada

Merina Gris

Dulzura, amargura y fuerza

Fotos: Alfredo Arias

18.02.2025

El trío de Euskal Herria da un gran paso para ellos, jóvenes formados en gaztetxes, vinculados al rock político y a la autogestión, y un pequeño paso hacia la industria en un segundo trabajo, “ZULOA”, con el que debutan en Sonido Muchacho. En “El agujero” toman el control de la producción, no ceden en un discurso consciente de la urgencia de ciertos cambios personales y sociales y se reafirman en su pop violento, reflejo de una intensidad de extremos y de un enfoque hyperpop.

L

a idea, la visión de un agujero, suele tener connotaciones negativas. Para Julen (guitarras), Paskal (programaciones) y Sara (voz), los tres componentes de Merina Gris, el agujero es, en parte, la ciudad de Donosti, vendida como otras a fondos buitre y al mejor postor en el turbocapitalismo, conquistada por millonarios que rompen el statu quo, nómadas digitales que prefieren que la globalización suponga una neutralización de las identidades propias y Airbnb. Agujeros son también la ansiedad, la inseguridad, las dudas, la sensación de no ser suficientes, la depresión, la muerte del amor y de las expectativas. El agujero es el fondo, es tocarlo. Pero desde el fondo, desde lo más profundo, lo único que puede verse con claridad, brillando allá arriba, es el cielo. Por el cielo merece la pena escalar, merece la pena escapar.

A la conquista de ese cielo se encomiendan Merina Gris en su segundo trabajo largo, “ZULOA” (Sonido Muchacho, 2025), “El agujero”. Y haciéndolo exploran sus propias dualidades y las de su sonido: persiguiendo la luz, buscando el pop y una buena melodía como fin último y como forma de disipar la tormenta, los donostiarras alcanzan el equilibrio perfecto entre la confrontación y la esperanza, entre la estética y el alegato. Charlamos con ellos sobre rebelarse contra el entorno, sobre el sentido del arte, sobre el proceso creativo, sobre underground y autogestión, sobre entender lo que uno quiere… y sobre todas esas dualidades, claro.

“Lotu zure txakurrak”, vídeo realizado por Merina Gris.

¿Desde cuándo estáis con este álbum?

Julen: ¿Un par de años? Así, a fuego como tal en el disco, diría que año y un par de meses.

Paskal: Pero el primer tema que salió, que es “Nadie cuando lloro”, ya tiene dos años. Y ha entrado en el disco pero en ese momento no sabíamos que iba a entrar.

¿Cómo vais entendiendo que esto iba a ser un álbum?

Julen: Funcionamos por discos. No somos tan jóvenes. Me mola mucho sacar singles, es guay, pero yo por lo menos pienso más en ciclos de discos, tengo más ese rollo old school en la forma de pensar. Así que sabíamos que tarde o temprano iba a llegar. De hecho creo que si no hubiera disco faltaría como una referencia temporal, una especie de marcador. Yo, si tengo dos temas ya, o son los dos que no tienen nada que ver o ya estoy pensando en un álbum. Por ejemplo, el álbum se llama “ZULOA” y en el primer tema que hicimos ya aparece esa palabra, o sea que ya se podía intuir que había un hilo conductor.


“Funcionamos por discos. No somos tan jóvenes. Me mola mucho sacar singles, es guay, pero yo por lo menos pienso más en ciclos de discos, tengo más ese rollo old school en la forma de pensar. Así que sabíamos que tarde o temprano iba a llegar. De hecho creo que si no hubiera disco faltaría como una referencia temporal, una especie de marcador”

Julen Idigoras



¿Necesitáis tener un concepto más o menos claro para poneros a hacer canciones? ¿O componéis y luego buscáis ese hilo?

Julen: Yo creo que más la segunda. Siempre acabamos hilando después, pero es cierto que una vez tienes el concepto claro puedes ramificar más y hacer canciones nuevas que se ajusten a ese esquema previo de alguna manera. Creo que buscar demasiado pronto un concepto para el disco es como racionalizar todo lo que tienes entre manos, y nosotros funcionamos mejor si somos más instintivos. Y el concepto sale luego de sentarte con lo que tienes y ver qué forma le puedes dar.

Paskal: El concepto nos ayuda a cerrar el resto, está claro. Tú haces seis canciones y te ayuda a llegar a las diez, pero también a nivel artes, a nivel teasers, a nivel clips, todo esa parte visual, estética… Al final es algo que buscamos para que nuestras piezas sean completas y parte de un todo.

Julen: Yo creo además que es imposible que no haya un concepto porque muchas veces, aunque hagas un disco así, superanárquico, ese es el concepto en sí. No puedes escapar del concepto.

¿Soléis partir de las bases para componer o habéis escrito canciones que luego habéis musicado?

Julen: De todo, pero sobre todo desde las bases. Muchas veces empiezas con un beat o con un sonido, aunque es verdad que siempre hay una frase, siempre hay un concepto, siempre hay algo de lo que quieres hablar que ya desde el minuto uno le da un significado concreto.

Paskal: Luego, cuando entra la voz de Sara igual puede cambiar, incluso.

Máscaras sin enigmas.
Máscaras sin enigmas.


¿Escribís los tres?

Sara: Escribe Julen. Además esta ha sido la primera vez que él ha tomado las riendas como productor. El primer disco estaba coproducido con Ed Is Dead, y ahora yo creo que se puede ver el sonido de la banda como más nítido. Es más auténtico y es más nosotros. También Paskal ha empezado a escribir en este disco…

Paskal: … Un tema. El primer germen de un tema, de hecho.

Julen: De todos modos, aunque escriba yo, nada es unilateral. Quiero decir, yo no doy un paso sin consultarlo con Paskal en primer lugar y con Sara en segundo. Estoy todo el rato enseñando cosas, y aunque lleve yo la voz cantante en este sentido, la mayoría de las cosas se hacen en el local estando Paskal y yo, o sea que no es algo que hagamos cada uno por nuestra cuenta. No es tanto que se me atribuya a mí la autoría como las decisiones sobre de qué se habla o el relato que se construye. Yo construyo ese relato, sí, pero realmente luego eso se levanta entre los tres, aportando ideas entre todos y de manera conjunta. En los discos hay alguna cosilla que he hecho yo solo, pero es prácticamente nada.

Sara: En la primera parte del proceso están Julen y Paskal metidos en el local y hacen como de espejo: Julen va vomitando lo que trae y Paskal va dirigiendo toda esa energía un poco. Y luego llego yo y lo interpreto, y claro, en esa interpretación se cambian tonos, se cambian cosas…

Paskal: Para mí, cuando entra Sara cambia todo.

Julen: Trae a tierra el tema. Y le da perspectiva: Paskal tiene más perspectiva que yo, pero Sara tiene más que los dos juntos. Entonces está muy guay porque además valida un poco el tema. Yo no estoy seguro del todo hasta que ya lo hemos escuchado los tres y estamos en sintonía. Igual, cuando yo grabo algo con la guitarra en casa para mí no es nada, no es unidad mínima de algo hasta que no se lo enseño a Paskal y a Sara.


“En Euskal Herria, en la escena –y no ahora, ahora hay una apertura tremenda– antes estaba muy presente el rock radikal vasco y no había hueco para la sensibilidad, digamos. Entonces es como que ahora de repente se abre un agujero, justo, y llevamos eso al extremo: hacemos algo que en cierto sentido podría considerarse radical pero al mismo tiempo con una sensibilidad radical”

Sara Zozaya



En el disco hay muchas dicotomías de todo tipo, en lo sonoro, en lo lírico… También en el propio título.

Julen: Es verdad que tiene muchos extremos y todo es muy dicotómico. Para mí es un poco como cuando estás aliñando una ensalada y te pasas con el vinagre y le hechas aceite. Y te pasas con el aceite y le echas vinagre…

Vas corrigiendo la energía, ¿no?

Julen: Es que de partida, por mi parte al menos, hay como una intensidad a la hora de vivir las cosas quizá un poco exagerada. Y eso hace que lo intente compensar todo el rato. Por ejemplo, no es por ser cobarde o ambiguo, aunque quizá tenga parte de eso, yo soy superrelativista: “Lotu zure txakurrak” sale de intentar tirar un beef y no ser capaz. Porque hostia, tío, qué seguro tienes que estar de ti mismo para tirar un beef, para ser tan radical en algo. Yo soy radical de por sí, pero cuando ejecuto esa radicalidad me entra una especie de inseguridad, me empiezo a poner en duda a mí mismo… y me sale una radicalidad opuesta para compensar, porque no tengo certeza de nada a priori. Digo “esto es la hostia” y luego “pues igual no tanto”. Creo que son dudas humanas. Tampoco creo en gente buena o mala, así que todo es muy relativo. Esos extremos van con mi personalidad. Quizá desde fuera Sara y Paskal son mucho más tranquilos y mucho menos extremistas que yo, pero sí que nos gusta hablar con cierta contundencia, tanto de A como de B.

Paskal: Creo que además en lo musical también bebemos de eso, de cosas más punk, hyperpop… pero luego oyes un baladón pop de tres acordes y te toca y dices “dios, que bien me ha entrado esto, tú”. Somos reflejo de lo que escuchamos, y esas dicotomías son el ADN de Merina Gris: algo que tiene parte de dulzura pero a la vez amargura y fuerza.

Julen: Además creo que compensar esos extremos de algún modo legitima un poco el ser tan radical. Como en las películas en las que una escena es gore y la música es cero gore: aparte de que artísticamente es un contraste muy guay que aporta extrañamiento, se genera una tensión que compensa las energías. Nosotros tenemos unas melodías que si las tocas al piano sonarían muy cheesy, pero eso te permite joder el sonido al máximo. Si hiciésemos un tema oscuro y jodiésemos el sonido, igual quedaría muy redundante. Moverte en ese extremo te permite ser muy agresivo en el sonido y al mismo tiempo ser supercursi en las letras, o al revés.

Sara: En Euskal Herria, en la escena –y no ahora, ahora hay una apertura tremenda– antes estaba muy presente el rock radikal vasco y no había hueco para la sensibilidad, digamos. Entonces es como que ahora de repente se abre un agujero, justo, y llevamos eso al extremo: hacemos algo que en cierto sentido podría considerarse radical pero al mismo tiempo con una sensibilidad radical. Y no solo nosotros, también muchos proyectos que están surgiendo en nuestra escena, como J Martina, por ejemplo.

Sin miedo al mainstream.
Sin miedo al mainstream.


También os iba a preguntar sobre eso. Entiendo que crecer en el País Vasco te lleva directamente a una manera de entender la música muy relacionada con el rock radikal, con los circuitos autogestionados, con las guitarras…

Julen: Sí, sí, claro. En los últimos veinte años sí que ha habido artistas así como mainstream que se salen totalmente de eso, pero antes de eso incluso grupos muy pop que no tenían nada que ver con lo que era el rock radikal funcionaban de forma muy autogestionada.

Sí, mira el Donosti Sound.

Julen: Por ejemplo. Yo creo que al ser un sitio pequeño, más regional, pues funciona un poco todo por inercia. Ahora hay variedad estilística, por suerte, pero sigue costando ver una variedad real de funcionamiento. El modus operandi ha sido siempre prácticamente el mismo y no hay una industria como tal.

Entiendo que en parte lo agradecéis, porque siempre es mejor eso que estar demasiado cómodo desde el principio, pero cuando salís a España, cuando os convertís digamos en un grupo con más ambición nacional que local o regional, ¿notáis mucho shock?

Julen: Yo sí noto algo de choque. Es cierto que en todos lados hay bandas autogestionadas, esa realidad existe en todas partes, pero cuando te mueves a nivel nacional, sobre todo en un ámbito más profesional, estando como estamos nosotros ahora en un sello que tiene artistas con un alcance muchísimo mayor, aprendes mucho porque ves que las cosas funcionan diferente y en otra escala. Yo a nivel humano prefiero el rollo underground y autogestionado, es mucho menos claustrofóbico porque no manda tanto el capitalismo o la necesidad de convertirlo en un negocio. Pero siento que tiene un componente de techo de cristal para el artista: casi nadie se dedica a la música en los circuitos autogestionados de Euskal Herria. Y llega un momento en que, si tú te quieres profesionalizar, tienes muchos hándicaps.

Paskal: Hay cierto fetichismo por el underground también. Cierta tendencia a romantizar ser perdedor. Y creo que en el camino de profesionalizarse hay que atravesar ciertas fronteras, como en cualquier trabajo. O sea, todos venimos de tocar en gaztetxes, pero al final no es que no puedas vivir de eso o no vayas a cobrar, es que la mayoría de las veces no puedes ni pagarte tus instrumentos… y te cuesta dinero tocar.

Julen: También es que en general se confunde la humildad con la baja autoestima. Que es un problema sistémico, ¿eh? No tanto personal. Pero, bueno, eso… creo que la gente por miedo a validarse o a autoafirmarse mantiene ese perfil bajo que puede confundirse con humildad. ¿A quién que hace música no le interesa vivir de ello? Pues habrá gente, pero al final es muy difícil dedicarle a la música el tiempo que requiere y además estar yéndote a una oficina de lunes a viernes a poner sellos, a un banco o a un Eroski a trabajar. Creo que a la gente que hace música le gustaría poder dedicarse a ello en unas condiciones dignas.

Sara: El tema es que no existe una profesión como tal; entonces, a falta de una normalización de la profesión, pues tienes la industria. Para mí sí existe ese complejo del underground, y además si luego dejas de ser underground ya no eres real.

Julen: De todos modos, aunque el underground evidentemente se relacione con un cierto público de nicho, es más una cosa de actitud. Nine Inch Nails es un grupo underground por mucho que sea de éxito.

Sara: Gorka Urbizu sería underground para mí.

Julen: Claro, es que es un tema más de filosofía, de cómo enfrentas tú tu lugar en la música. Lo contestatario del underground no es decir “no quiero que venga nadie a mi bolo”, es no hacer las cosas como se hacen en el capitalismo y buscar alternativas que sean más responsables con el entorno socioeconómico y político.

Sara: También creo que es muy importante aportar, como músico, para hacer esas escenas, no solo ser el receptor: ir a bolos de otros artistas, comprar sus discos… Tomar una posición activa y no pasiva.


“En lo musical también bebemos de eso, de cosas más punk, hyperpop… pero luego oyes un baladón pop de tres acordes y te toca y dices ‘dios, que bien me ha entrado esto, tú’. Somos reflejo de lo que escuchamos, y esas dicotomías son el ADN de Merina Gris: algo que tiene parte de dulzura pero a la vez amargura y fuerza”

Paskal Intxauspe



¿El arte tiene que ser combativo? ¿Siempre?

Julen: De alguna manera tiene que ser combativo hacia algo. Si haces canciones que no molesten o muevan a nadie, que no incomodan en ningún aspecto, para mí estás haciendo algo mal. Para mí siempre tiene que haber cierto rollo contestatario. Cada uno elige la medida, el ámbito o lo que sea, pero siempre tiene que haber algo.

Sara: Además yo creo que a lo mejor no lo piensa, pero el artista crea desde la incomodidad, y casi siempre esas incomodidades son universales. Estás compartiendo sensaciones de mierda con la gente. O sea, tu historia será diferente, el agujero de Julen será uno, pero conectará con tu agujero. Así que creo que si no estamos hablando de un producto creado para un objetivo en concreto, que entonces sí que se pueden dar otros procesos artísticos, si lo haces desde las entrañas siempre hay un componente de combate, de duelo, de molestia.

¿Y no entendéis entonces un arte solo puramente estético? ¿Que no sirva para nada en particular?

Julen: Yo es que creo que es imposible que no sirva para nada. Nosotros somos muy estetas. En el fondo a mí las cosas me entran por los oídos y por los ojos, y luego es verdad que las puedes racionalizar más o menos. Pero casi siempre es ese primer plano el que te conquista. Pero es como lo del concepto: yo creo que eso es una vertiente más de esa proposición que tiene el arte, es imposible mantenerse completamente neutro.

Sara: Luego, también hay una lectura más evidente o más superficial en el arte, pero todo lo que no es evidente también existe. Combativo puede ser algo que parezca inocuo. Así que de todas las capas que tiene el arte, o dependiendo del contexto, todo adquiere un cierto componente de proposición.

El medio y el mensaje.
El medio y el mensaje.


¿Cómo os conocisteis?

Julen: Pues de fiesta (risas). Es verdad que Donosti es muy pequeño y nos conocíamos de vista…

Paskal: De vista…

Julen: Paskal me jodió el parche de un bombo porque usó mi batería. Debíamos tener yo 18 y tú 14.

Paskal: Yo to’ rallao’ y tú en plan “eh, sin más ¿eh? Pero que sepas que me has jodido el parche. Que todo bien, ¿eh? No quiero que me lo compres, solo quiero que lo sepas”.

Julen: Superpasivo-agresivo (risas). Bueno, el caso es que empezamos a salir de bares y a hablar de música y a calentarnos la cabeza. Sí que había cierto inconformismo, cada uno por su lado, de no sentirnos a gusto en el entorno social y artístico en que estábamos. En unos sitios éramos demasiado punk, en otros demasiado pop… No encontrábamos el punto.

¿Hacíais música ya entonces?

Julen: Sí, pero veníamos más del mundo reggae, más ska, punk…

Paskal: Yo estaba también en un grupo como de hardcore… Yo creo que lo que nos compenetró fue que nos faltaba pop en general.

Julen: Teníamos mucho pop dentro y no sabíamos con quién sacarlo.

Paskal: Que el ska está muy bien, kalimotxo pa’rriba, kalimotxo pa’bajo y de puta madre, pero nos faltaba algo.

Julen: Pues yo qué sé, escuchar a La Polla Records para nosotros no era nada nuevo, aunque ahora se haya vuelto a romantizar esa movida desde otros ámbitos. Para nosotros Kaos Etílico y Soziedad Alkoholika era lo normal. Imagínate el nivel que las primeras referencias que nos pasamos Paskal y yo eran rollo Biffy Clyro, Two Door Cinema Club… (risas).

Paskal: Ojo, que eso donde vivimos era impensable hace unos años.

Julen: Sí, sí, parece una locura porque es verdad que en pocos años ha cambiado mucho y ya no es así, pero total.

¿Y Sara?

Sara: Yo de pequeña cantaba con raperos y con grupos de reggae, pero realmente empecé montando bolos: teníamos un festi de música vasca y otro de post-rock, mucho metal y tal… Vengo más del ambient pop, y ahora mismo me flipan ML Buch y Oklou, por ejemplo.

Julen: Nos conocemos de la música. Al principio teníamos como un rollo muy polite de día, pero cuando coincidíamos de fiesta sí que nos decíamos más cosas prohibidas. Como ni Paskal ni yo nos veíamos cantando le pedí en una de estas que nos ayudara a encontrar a alguien. Y a los dos días o así me dijo “lo he estado pensando y creo que nadie lo va a hacer mejor que yo”.

Sara: Yo fui superhonesta, mi voz encajaba perfectamente en los tres temas que me mandó.

Paskal: Llevábamos haciendo pruebas un año. Teníamos claro el concepto de pop violento y también que necesitábamos una voz femenina.

Julen: Sí, y que no queríamos hacer otro grupo de bros. Yo por suerte siempre he estado en grupos diversos a nivel de género y eso me ha aportado siempre un huevo, así que también quería ese equilibrio en este proyecto. Tampoco nos molaba nada el rollo de estar haciendo un casting, aunque luego conociéramos a gente superguay, así que Sara llegó como un unicornio de luz.


“Yo por suerte siempre he estado en grupos diversos a nivel de género y eso me ha aportado siempre un huevo, así que también quería ese equilibrio en este proyecto. Tampoco nos molaba nada el rollo de estar haciendo un casting, aunque luego conociéramos a gente superguay, así que Sara llegó como un unicornio de luz”

Julen Idigoras



¿Las máscaras también persiguen rehuir esa energía bro?

Julen: Realmente era porque no queríamos dar contexto a la gente.

Sara: Es que con las escenas tan pequeñas siempre tiende a pasar lo mismo, que te ponen la etiqueta de supergrupo en plan “se juntan este de este grupo con esta de tal”...

Paskal: … y eso siempre condiciona. Queríamos evitar eso. Al final todo se sabe, pero al menos en el primer impacto, con el primer tema, queríamos mantenerlo virgen.

Julen: También nos mola jugar ahí casi al cringe, porque lo de las máscaras se asocia siempre con grupos sobadísimos, tipo Daft Punk, Slipknot, The Bloody Beetroots… Nos ha caído menos hate del que me imaginaba con Glass Beams, que llevan las máscaras de Margiela, pero he visto que nosotros lo hicimos antes (risas).

Bueno, y antes Kanye West.

Julen: Además. Por eso, que nos han dicho poco lo de “los Glass Beams españoles”. Que ni Glass Beams ni españoles (risas). Alguna vez, que además siempre son NPCs que yo digo “¿pero tú de qué conoces a este grupo?”.

Creo que tienen una sesión de estas que salta siempre con el algoritmo de YouTube.

Julen: Como la de Mac Miller en el Tiny Desk (risas). ∎

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