Luther Dickinson, a los mandos. Foto: Jordi Vidal
Luther Dickinson, a los mandos. Foto: Jordi Vidal

Concierto

North Mississippi Allstars, fe en el legado del blues

El sábado 1 de abril bajó el telón el festival Blues & Ritmes de Badalona con la actuación del dúo estadounidense North Mississippi Allstars. Hicieron disfrutar y exhibieron empatía, entre ellos dos y con la asistencia, que se vino arriba. Como si el blues fuera hoy una soledad sensual, un dolor débil que se rebela para no apagarse.

Conforme pasan los años, el diámetro de la vida se estrecha. Y el del blues, conforme avanza este siglo XXI, parece que también. Su paradoja es que, cada vez más, lo que puede ofrecer es aquello que ha ido perdiendo por el camino, aquello que llegó a ser en otro tiempo. El luto por esos días. Para que no se evapore como si no hubiera existido.

North Mississippi Allstars, en formación de dúo, con los hermanos Luther y Cody Dickinson (los hijos del legendario productor de Memphis Jim Dickinson) al mando de la nave, se presentaron en el Teatre Margarida Xirgu de Badalona para clausurar la trigésimo primera edición del festival Blues & Ritmes. Mayormente, Luther estuvo a cargo de la guitarra y la voz, y Cody, de la batería. Aunque hubo algún cambio de instrumentos y también de quién se encargaba de cantar, ese fue el máximo común denominador. Dio la sensación de que cuando Cody ejerció de vocalista aquello cogió más empuje de hill country blues y se asilvestró y descontroló en el buen sentido, mientras que cuando su hermano mandó en el micrófono se ganó en groove pero se perdió en jungla y juke joint.

Cody Dickinson, el ritmo. Foto: Jordi Vidal
Cody Dickinson, el ritmo. Foto: Jordi Vidal
Dieciocho canciones y un par de horas después del inicio del concierto (abrieron con la invocación a Otha Turner de “Shimmy” y cerraron con la de Mississippi Fred McDowell en “Back Back Train”), con las interpretaciones yendo de menos a más, porque es lo que tiene cocinar a fuego lento, quedó buen regusto entre los asistentes. O bastante más que bueno. Satisficieron. A pesar de que no es lo mismo escucharlos versionar “Poor Black Mattie” de R. L. Burnside (fue la octava del repertorio) que haber tenido delante haciéndolo al que la parió cantando esa letra que hoy igual hasta le cancelarían (“la pobre negra Mattie no tiene otra ropa, la chica se emborrachó, cierra la puerta, no tiene otra ropa, la tiró por la calle”), porque con los Dickinson se percibe ese punto de conservador de museo, de pincel de retoque. Esto no es un reproche ni es una multa, pero es una realidad y hay que contarla. Tal vez si hubieran tocado con una formación más amplia –pongamos la de su último disco, “Set Sail” (2022), con el bajista Jesse Williams y el vocalista Lamar Williams Jr.– habrían podido ofrecer más variantes, otro enfoque, ser menos hombres que hacen ficción documental y más sui géneris. Pero eso habría salido más caro a quien los contratase y, sorpresivamente, este ha sido el menos concurrido de los cuatro conciertos de la edición de este año. Que si conforme pasan los años, que si el diámetro del blues, que si etcétera, etcétera. La resistencia. ∎

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