Canción del día

Pequeño Mal

Epilepsia de amor2025
Pop fogoso post-Hazte Lapón.
Pop fogoso post-Hazte Lapón.

Noticia de alcance no sabemos si para el sector indie pero sí desde luego para el underground: un puñado de años después de que la banda planificara un fin de viaje impecable, Pequeño Mal nace de las cenizas de Hazte Lapón. O al menos aquí se transustancia su núcleo mollar, Saray Botella y Lolo González, respaldados por una pequeña primera división del noise: Fernando Bertola de Súper Cadáver a la batería, los hermanos Fernández de Living Camboya en guitarra y bajo, Jordi Gil de Derby Motoreta’s Burrito Cachimba tras los controles.

Este “Epilepsia de amor” con el que se presenta la nueva formación se aleja del ecléctico mosaico de referencias –desde The Magnetic Fields y el krautrock hasta Vladimir Nabokov o F. Scott Fitzgerald– que trazaba el puzle de Hazte Lapón para centrarse en un objetivo primordial, el de las guitarras, ya entrevisto en aquel entonces por su vía más abrasiva, la de los noventa. Aquí, sin embargo, se desliza hacia décadas previas para enfilar la senda arrolladora del power pop, la que remonta hasta Weezer y Cheap Trick y alcanza a los Soft Boys de Robyn Hitchcock y los Only Ones de Peter Perrett, de cuyo “Another Girl, Another Planet” se proclama “Epilepsia de amor” desprejuiciada heredera.

Pop fogoso, por lo tanto. Del que arranca con “un-dos-tres-sí” y se lanza a por la fórmula de las melodías luminosas, las guitarras raca-raca, los estribillos niquelados y una superposición de dos voces como mecanismo idóneo para desplegar el sentido del humor fuera de plano marca de la casa. Aquí en un nuevo relato de costumbrismo enrarecido, el de un hombre que entra en crisis preguntándose quién cuidará de él mientras se abandona a la convulsión nerviosa cual Madame Bovary abrumada por los tiempos del amor líquido, según lo define el propio Lolo.

Primer single, y doble: “Epilepsia de amor” llega junto a “Balanza y espada”, otro tema igualmente efectivo donde la electricidad, ahora sí, vira hacia el ruidismo del final de milenio y hacia el surf, colocando a Pequeño Mal (quién iba a preverlo) como punta de lanza de la nueva oleada de pop guitarrero. ∎

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