Magic Robin Hood se encuentra en una de las zonas más benignas de la Costa Blanca, entre la Serra Gelada y el Puig Campana, lugares emblemáticos de la provincia de Alicante que poseen sus propias leyendas locales. Prodigios medievales como el tajo que propinó a este último con su espada Durendal el caballero Roldán, sobrino de Carlomagno, en su lucha contra los sarracenos, dejándolo visiblemente mellado –el cercano islote de Benidorm es la prueba–. O los avistamientos de ovnis del lugar, ya de capa caída. Pero no hace falta mirar el cielo –por cierto, claro y estrelladísimo este fin de semana– para alucinar con los cinco sentidos en el peculiar enclave del Primavera Weekender.
A la oferta turística del hotel –como sus coquetos alojamientos en cabañas de madera, un bufé más que aceptable, spa, tenis o las cuadras donde el gran Salah cuida a una veintena de hermosos caballos– se une la reconversión provisional de las instalaciones multiuso del centro en los escenarios del festival: Estrella Damm, el principal, donde se celebran los ágapes medievales de la temporada alta y cuya decoración remite a “Almas de metal” (1973), solo que a diferencia de la película de Michael Crichton todo acaba bien; Brugal, en el segundo puesto pero el más cómodo al contar con gradas laterales desde las que se atienden las justas –“menos mal que nos queda Brugal”, pensamos algunos veteranos– y en el que persiste el aroma equino; y Excálibur, pequeño pero matón.
Un detalle más antes de entrar al castillo: la comodidad de un festival donde las largas distancias o las colas brillan por su ausencia. Solo en las actuaciones de Dinosaur Jr. y The Jesus And Mary Chain se percibió una mayor aglomeración de público. Nada que no pudiese gestionarse en cuestión de segundos. No tan mansa ha sido una programación en la que, como decíamos en la entradilla, ha predominado el sonido de guitarras con claras excepciones, diríamos que desintoxicantes, como Biig Piig, The Dare o especialmente DOMi & JD BECK. Sus actuaciones han tendido a secuenciarse con este propósito en la agenda de un Weekender más durillo en la primera jornada: difícil de superar el ruido estratosférico de Dinosaur Jr., seguidos de cerca por Fucked Up, OFF!, incluso Bob Mould, los cuatro hermanados por este último con sus entusiastas comentarios en vivo.
Había expectación por ver a los barceloneses HEAL, responsables de calentar los motores del festival en su pole position y escenario principal. A las seis y media en punto, el cuarteto desplegaba en panavisión las posibilidades rítmicas del rock con una disposición poco habitual: el bajista Edu Mató –tengo un precioso setlist dibujado por él– en el centro, la mercurial cantante Laia Vehí a su izquierda, el guitarrista canario Dani Ambrosí a la derecha y el batería Raúl Pérez al fondo cumpliendo con el canon. Más intensa fue la segunda parte de su actuación, compuesta por temas nuevos quizá mejor cuajados. Por momentos, un cruce bueno entre Come y Bettie Serveert.
La selección nacional también estuvo integrada este día por Aiko el grupo. El energético cuarteto de punk-pop radicado en Madrid echa mano de una estudiada pero nada pedante puesta en escena. No es sencillo tener más gracia que Teresa Iñesta sobre el escenario, tendente a perder las gafas con tanto brinco. La teclista Bárbara López, casi tan bizarra como el telón de fondo del festival, llevaba puesto un yelmo medieval, y la bajista Lara Miera unos pantis manga a medio muslo que se le caían. El bigote del batería Jaime Acosta fue lo de menos ante el despliegue ramoniano y el pogo desatado por las Nikis empoderadas de Elefant, con dos baldas incluidas.
El mismo escenario vivió a continuación el mastodóntico paso de J Mascis y sus incombustibles Dinosaur Jr. Llenazo hasta la mesa de control de una sala que fue sufriendo ligeras bajas a medida que el monstruo sónico intensificaba sus inmisericordes pisotones. Damian Abraham, líder de Fucked Up, fue invitado a escena poco antes de finalizar una actuación potente, destartalada –un ingrediente que no podía faltar– y memorable que tuvo el detalle de no descartar el clásico “Freak Scene” o la versión de “Just Like Heaven” (The Cure) que Mascis ha venido incluyendo en su actual gira.
Water From Your Eyes también emplean las guitarras como principal instrumento expresivo, pero en las antípodas del hardcore, aunque la sonoridad poliédrica de Nate Amos no se ve suavizada por las bases electrónicas que emplean: actuaron sin batería. Destaca la presencia alucinada de la cantante Rachel Brown, quien parecía a punto de despedirse tras cada número exhibiendo unos movimientos corporales como de planta carnívora con gafas de sol. Mejoran en directo. Por su lado, Deerhoof desprenden interracialidad y potentes contrastes estéticos con sus cuatro carismáticos músicos ocupando la misma línea escénica. Los ritmos fracturados del grupo recuerdan en ocasiones a Mar Otra Vez y a veces se pierden con el virtuosismo, pero ofrecieron un set de indie-hardcore alambicado de sonoridad inclasificable y genial.
El segundo día aguardaba una maratón que se extendería ya de pleno a los tres escenarios. La jornada empezó en el escenario Brugal con Alan Sparhawk, quién jugó al despiste echando mano de dos jam rock suicidas para empezar y terminar su actuación. De eso van sus recién creados Derecho Rhythm Section. Entremedias, el ex-Low repasó diversos palos de la música americana, desde el blues al folk, pasando por algunas formas desconocidas de rock con ese “algo más” –si quieren, vanguardista– que ilumina todo lo que intenta el norteamericano. En la segunda parte del concierto conmovió a la grada con el tema “Not Broken” –que finalizaba con un lamento vocoderizado; felicitó con besos aéreos al responsable del efecto sonoro en la mesa– seguido de la no menos emocionante “Want It Back”. A buen entendedor pocas palabras hacen falta. Inmenso.
Saltamos a Nueva York, pero no de escenario, con otros de los momentos estelares del festival, el protagonizado por las yayas Bush Tetras. Con el discreto Steve Shelley, miembro de Sonic Youth y productor del último álbum de sus anfitrionas, explicaron en apenas un decálogo de canciones –casi todas pertenecientes a ese disco, “They Live In My Head” (2023)– que “no puedes ser funky si no tienes alma”. La letra pertenece a uno de sus temas clásicos, “Can’t Be Funky”. Pasando de las arrugas, destacaron su cantante Cynthia Sley –una especie de Rod Stewart con menos armónicos pero mucho más interesante– y la guitarrista creativa Pat Place. Recordaban por momentos a los últimos Psychic TV, pero, sobre todo, a los mismísimos LCD Soundsystem, a los que dejaron en evidencia cronológica.
Mientras tanto, en la corte imaginaria del rey Arturo, TRISTÁN! inició con suavidad futurista el recorrido más enjundioso de este espacio, seguido de la sensualidad a flor de piel de AMORE en formato dúo-sirena. También tuvimos tiempo de atisbar las idas y venidas de los performativos mori, en cuyas proyecciones aparecían referencias a Ralphie Choo o Rosalía. Vestidos de pitufos-pollo y cantando como ellos. Pero el momento álgido llegó con los divertidísimos Ciutat. Subidos a cintas de correr –otro numerito menos aeróbico que el de Biig Piig–, algunos vestidos con pantalones cortos de tono Africa Korps tipo A Certain Ratio, desplegaron un libérrimo house-pop que terminó en happening con su expulsión del escenario, la participación del sastre vintage Mario Vidal y unas confusas pancartas donde solo se entendía “no a las palomas”. La fiestuki posmoderna de Excálibur terminó con la inofensiva amenaza de los tres osos danzantes –gigantes y cabezudos– de Mainline Magic Orchestra –son miembros de Ciutat y We Like Turtles– en una sesión technófila de auténtico tripi visual y performativo, para acabar a altas horas de la noche con los DJs John Heaven, Nile Fee y Daniel 2000. En conclusión, la programación de la sala terciaria se erigió en la más original de un festival caracterizado por la voladura controlada de cualquier tipo de convención.
De vuelta al Estrella Damm, Blonde Redhead –los tres miembros tienen parecido tono capilar– ofrecieron una sesión de dream pop versátil, experimental y detallista, a veces un pelín saturado, capaz de retroceder hasta las delicadezas guitarrísticas de The Durutti Column –“Dr. Strangeluv”– y Cocteau Twins –“Elephant Woman”– con Beach House como dignos herederos: casi todo el resto del set. Se despidieron con la tormenta sonora de “23”. Les sucedieron en la misma sala los chicos malos del rock’n’roll británico “más grande que la vida” de los ochenta, todavía en buena forma, The Jesus And Mary Chain. Otro de los momentos más multitudinarios del Weekender. Destacó su abigarrado despliegue visual sobre la pantalla de la banda, con los hermanos Reid al frente de clásicos como “Sometimes Always” y “Just Like Honey” –donde en ambos participó Kazu Makino, de Blonde Redhead, a la que apenas se oyó–, “Some Candy Talking” o “Reverence”. Un día más en la oficina. Los simpáticos Public Service Broadcasting cumplieron sobradamente con su electro-rock muzak informativo de línea poco clara. Impolutamente vestidos como mayordomos de crucero, podían saltar por arte de magia del hardcore melifluo al disco funk –“Gagarin”– o del tecnopop a My Bloody Valentine –“The Other Side”–. Xtrarradio vs Indiespot jugaron una surtida partida de pimpón completando con ello las modalidades deportivas del evento, poco antes de cerrar el escenario Estrella Damm.