Model/Actriz: el gran happening. Foto: Sharon López
Model/Actriz: el gran happening. Foto: Sharon López

Festival

Primavera Weekender 2023: el rock no ha muerto, viva el Weekender

Situando en línea recta todas las guitarras que se han tocado en esta nueva edición del Primavera Sound Weekender, se podría llegar hasta Nottingham. Solo que la imaginación humana no tiene límites y el resort Magic Robin Hood, principal complejo turístico de la población alicantina de L’Alfàs del Pi, ha acortado las distancias. Un éxito completo de público y organización al que contribuyeron las actuaciones inolvidables de Bob Mould, Blonde Redhead, Bush Tetras, Alan Sparhawk, OFF!, Model/Actriz, Water From Your Eyes, Ciutat, HEAL o The Dare.

Magic Robin Hood se encuentra en una de las zonas más benignas de la Costa Blanca, entre la Serra Gelada y el Puig Campana, lugares emblemáticos de la provincia de Alicante que poseen sus propias leyendas locales. Prodigios medievales como el tajo que propinó a este último con su espada Durendal el caballero Roldán, sobrino de Carlomagno, en su lucha contra los sarracenos, dejándolo visiblemente mellado –el cercano islote de Benidorm es la prueba–. O los avistamientos de ovnis del lugar, ya de capa caída. Pero no hace falta mirar el cielo –por cierto, claro y estrelladísimo este fin de semana– para alucinar con los cinco sentidos en el peculiar enclave del Primavera Weekender.

A la oferta turística del hotel –como sus coquetos alojamientos en cabañas de madera, un bufé más que aceptable, spa, tenis o las cuadras donde el gran Salah cuida a una veintena de hermosos caballos– se une la reconversión provisional de las instalaciones multiuso del centro en los escenarios del festival: Estrella Damm, el principal, donde se celebran los ágapes medievales de la temporada alta y cuya decoración remite a “Almas de metal” (1973), solo que a diferencia de la película de Michael Crichton todo acaba bien; Brugal, en el segundo puesto pero el más cómodo al contar con gradas laterales desde las que se atienden las justas –“menos mal que nos queda Brugal”, pensamos algunos veteranos– y en el que persiste el aroma equino; y Excálibur, pequeño pero matón.

Un detalle más antes de entrar al castillo: la comodidad de un festival donde las largas distancias o las colas brillan por su ausencia. Solo en las actuaciones de Dinosaur Jr. y The Jesus And Mary Chain se percibió una mayor aglomeración de público. Nada que no pudiese gestionarse en cuestión de segundos. No tan mansa ha sido una programación en la que, como decíamos en la entradilla, ha predominado el sonido de guitarras con claras excepciones, diríamos que desintoxicantes, como Biig Piig, The Dare o especialmente DOMi & JD BECK. Sus actuaciones han tendido a secuenciarse con este propósito en la agenda de un Weekender más durillo en la primera jornada: difícil de superar el ruido estratosférico de Dinosaur Jr., seguidos de cerca por Fucked Up, OFF!, incluso Bob Mould, los cuatro hermanados por este último con sus entusiastas comentarios en vivo.

La intensidad de HEAL. Foto: Christian Bertrand
La intensidad de HEAL. Foto: Christian Bertrand

Viernes, 17 de noviembre

La electricidad es también curativa

Había expectación por ver a los barceloneses HEAL, responsables de calentar los motores del festival en su pole position y escenario principal. A las seis y media en punto, el cuarteto desplegaba en panavisión las posibilidades rítmicas del rock con una disposición poco habitual: el bajista Edu Mató –tengo un precioso setlist dibujado por él– en el centro, la mercurial cantante Laia Vehí a su izquierda, el guitarrista canario Dani Ambrosí a la derecha y el batería Raúl Pérez al fondo cumpliendo con el canon. Más intensa fue la segunda parte de su actuación, compuesta por temas nuevos quizá mejor cuajados. Por momentos, un cruce bueno entre Come y Bettie Serveert.

La selección nacional también estuvo integrada este día por Aiko el grupo. El energético cuarteto de punk-pop radicado en Madrid echa mano de una estudiada pero nada pedante puesta en escena. No es sencillo tener más gracia que Teresa Iñesta sobre el escenario, tendente a perder las gafas con tanto brinco. La teclista Bárbara López, casi tan bizarra como el telón de fondo del festival, llevaba puesto un yelmo medieval, y la bajista Lara Miera unos pantis manga a medio muslo que se le caían. El bigote del batería Jaime Acosta fue lo de menos ante el despliegue ramoniano y el pogo desatado por las Nikis empoderadas de Elefant, con dos baldas incluidas.

Aiko el grupo: dame punk-pop. Foto: Christian Bertrand
Aiko el grupo: dame punk-pop. Foto: Christian Bertrand
De vuelta al Estrella Damm, la irlandesa Biig Piig, que también se expresa perfectamente en castellano, dio una clase de aerobic con su concierto de hyperpop sedoso (“Kerosene”) que a veces sonaba a trip hop (“In The Dark”) o simplemente a pop con mayúsculas (“405”, su tema con Metronomy). Acompañada de teclista, guitarrista –que también se marcó un espectacular solo de saxo a la carrera– y batería, Jessica Smyth alivió la tensión positiva circundante tras la actuación de Bob Mould. El antiguo miembro de Hüsker Dü –recuperó “I Apologise”, “Something I Learned Today” y “Makes No Sense At All”, entre otras– y Sugar –no faltó una transformada “If I Can’t Change Your Mind”– incendió la tarima con un prodigioso concierto en solitario que dio comienzo con “The War”. Mould compensó las carencias del formato desplegando una vehemencia que se contagiaba por simpatía a sus microscópicos recesos entre canciones: en lugar de beber agua mineral parecía que se comía el botellín. Generosidad y vitalidad a borbotones fue lo que sirvió ese día, diseccionando la electricidad con alma de su inmenso catálogo.

Bob Mould, el rayo eléctrico. Foto: Sharon López
Bob Mould, el rayo eléctrico. Foto: Sharon López

Tras la melodía perdida

El mismo escenario vivió a continuación el mastodóntico paso de J Mascis y sus incombustibles Dinosaur Jr. Llenazo hasta la mesa de control de una sala que fue sufriendo ligeras bajas a medida que el monstruo sónico intensificaba sus inmisericordes pisotones. Damian Abraham, líder de Fucked Up, fue invitado a escena poco antes de finalizar una actuación potente, destartalada –un ingrediente que no podía faltar– y memorable que tuvo el detalle de no descartar el clásico “Freak Scene” o la versión de “Just Like Heaven” (The Cure) que Mascis ha venido incluyendo en su actual gira.

Dinosaur Jr.: J Mascis y el trueno que no cesa. Foto: Christian Bertrand
Dinosaur Jr.: J Mascis y el trueno que no cesa. Foto: Christian Bertrand
Fueron precisamente los monolíticos Fucked Up quienes lideraron el plantel hardcore con arte de esta atrevida programación del Weekender. Su tambaleante mesías dio muestras de una gran vitalidad autodestructiva en el tiempo concedido a los canadienses, que acabaron con una inolvidable salida paulatina gracias a las aceleraciones del guitarrista Mike Haliechuck y del batería Jonah Falco. Los angelinos OFF! completaron el plantel antisistema de la noche en el Brugal. Su líder, el rastafari blanco Keith Morris, una especie de predicador callejero que contrasta con el glamur violento de sus acompañantes, más que cantar arengaba con sus breves pasitos y mala leche. “Free LSD”, “Kill To Be Heard” o “Invisible Empire” son solo manifestaciones líricas del caos de precisión matemática que generan en directo. La brutalidad es adictiva y ellos también. Conclusión: no es fácil atisbar las melodías tras los temas de todos estos colosos del ruido, pero no creo que ese estrato sea el más importante aquí, sino la capacidad de crear texturas para la expansión si acaso anticonvencional de sus líderes.

OFF!: receta antisistema. Foto: Sharon López
OFF!: receta antisistema. Foto: Sharon López

Water From Your Eyes también emplean las guitarras como principal instrumento expresivo, pero en las antípodas del hardcore, aunque la sonoridad poliédrica de Nate Amos no se ve suavizada por las bases electrónicas que emplean: actuaron sin batería. Destaca la presencia alucinada de la cantante Rachel Brown, quien parecía a punto de despedirse tras cada número exhibiendo unos movimientos corporales como de planta carnívora con gafas de sol. Mejoran en directo. Por su lado, Deerhoof desprenden interracialidad y potentes contrastes estéticos con sus cuatro carismáticos músicos ocupando la misma línea escénica. Los ritmos fracturados del grupo recuerdan en ocasiones a Mar Otra Vez y a veces se pierden con el virtuosismo, pero ofrecieron un set de indie-hardcore alambicado de sonoridad inclasificable y genial.

Water From Your Eyes; poliédricos. Foto: Sharon López
Water From Your Eyes; poliédricos. Foto: Sharon López
Después de tanto desafío, no vino mal despedir la noche en la misma sala con The Dare, que actuó en total oscuridad solo iluminada por unos focos traseros que de vez en cuando permitían adivinar su nerviosa silueta de crápula con traje y corbata. Todo pregrabado menos su voz, la fuerza de Harrison Patrick Smith recae en la nocturnidad y alevosía de la hipnótica puesta en escena. Sus canciones no son pop, sino himnos de techno-punk cantado en pseudorap sobre sexo, drogas y ¿rock’n’roll? En la otra sala, la Estrella Damm, el colofón a la jornada lo puso la vascomadrileña Brava a los platos, luciendo una camiseta con el logo castizo “Mi xoxo sabe a kalimotxo” –Lana Del Rey apócrifamente dixit– y unas divertidas proyecciones caseras ante los heroicos supervivientes de la noche que aún pedían “gasoil”. Era el momento de retirarse, aunque no podemos dejar de mencionar la paciencia bíblica de Vàlius –Gerard Segura y Pol Serrahima– en el karaoke de la sala Excalibur. Nos asomamos, y eso es ganarse la paga.

Alan Sparhawk: inmenso. Foto: Christian Bertrand
Alan Sparhawk: inmenso. Foto: Christian Bertrand

Sábado, 18 de noviembre

Consejos para la juventud nueva

El segundo día aguardaba una maratón que se extendería ya de pleno a los tres escenarios. La jornada empezó en el escenario Brugal con Alan Sparhawk, quién jugó al despiste echando mano de dos jam rock suicidas para empezar y terminar su actuación. De eso van sus recién creados Derecho Rhythm Section. Entremedias, el ex-Low repasó diversos palos de la música americana, desde el blues al folk, pasando por algunas formas desconocidas de rock con ese “algo más” –si quieren, vanguardista– que ilumina todo lo que intenta el norteamericano. En la segunda parte del concierto conmovió a la grada con el tema “Not Broken” –que finalizaba con un lamento vocoderizado; felicitó con besos aéreos al responsable del efecto sonoro en la mesa– seguido de la no menos emocionante “Want It Back”. A buen entendedor pocas palabras hacen falta. Inmenso.

 Bush Tetras: leyenda muy viva. Foto: Christian Bertrand
Bush Tetras: leyenda muy viva. Foto: Christian Bertrand

Saltamos a Nueva York, pero no de escenario, con otros de los momentos estelares del festival, el protagonizado por las yayas Bush Tetras. Con el discreto Steve Shelley, miembro de Sonic Youth y productor del último álbum de sus anfitrionas, explicaron en apenas un decálogo de canciones –casi todas pertenecientes a ese disco, “They Live In My Head” (2023)– que no puedes ser funky si no tienes alma. La letra pertenece a uno de sus temas clásicos, “Can’t Be Funky”. Pasando de las arrugas, destacaron su cantante Cynthia Sley –una especie de Rod Stewart con menos armónicos pero mucho más interesante– y la guitarrista creativa Pat Place. Recordaban por momentos a los últimos Psychic TV, pero, sobre todo, a los mismísimos LCD Soundsystem, a los que dejaron en evidencia cronológica.

Renaldo & Clara: cada vez más afianzada. Foto: Christian Bertrand
Renaldo & Clara: cada vez más afianzada. Foto: Christian Bertrand
Entre ambas actuaciones, Renaldo & Clara –como Belle & Sebastian solo que Clara Viñals existe y es su cantante– tocaron temas como “Encaix” –de su último disco, “La boca aigua” (2023)– terminando su elegante actuación con el tour de force jamaicano de “Rodones” y la gracia rapeada de “S’està millor al carrer”. Ya en mallorquín pura sangre, triunfaron ante una entregada parroquia los experimentados Antònia Font. Post-punk de cantautor, sonido compacto y variedad de texturas de esta apuesta segura, con momentos muy poco indie rock como el rap aflamencado de “Astronauta rimador”, un tema a capela o las inmersiones ideológicas de su clásico “Batiscafo Katiuskas”, que hicieron ondear las inmensas lonas medievales que adornan el techo de la sala grande.

Antònia Font: grandes texturas mallorquinas. Foto: Christian Bertrand
Antònia Font: grandes texturas mallorquinas. Foto: Christian Bertrand

Las propiedades extraordinarias de Excálibur

Mientras tanto, en la corte imaginaria del rey Arturo, TRISTÁN! inició con suavidad futurista el recorrido más enjundioso de este espacio, seguido de la sensualidad a flor de piel de AMORE en formato dúo-sirena. También tuvimos tiempo de atisbar las idas y venidas de los performativos mori, en cuyas proyecciones aparecían referencias a Ralphie Choo o Rosalía. Vestidos de pitufos-pollo y cantando como ellos. Pero el momento álgido llegó con los divertidísimos Ciutat. Subidos a cintas de correr –otro numerito menos aeróbico que el de Biig Piig–, algunos vestidos con pantalones cortos de tono Africa Korps tipo A Certain Ratio, desplegaron un libérrimo house-pop que terminó en happening con su expulsión del escenario, la participación del sastre vintage Mario Vidal y unas confusas pancartas donde solo se entendía “no a las palomas”. La fiestuki posmoderna de Excálibur terminó con la inofensiva amenaza de los tres osos danzantes –gigantes y cabezudos– de Mainline Magic Orchestra –son miembros de Ciutat y We Like Turtles– en una sesión technófila de auténtico tripi visual y performativo, para acabar a altas horas de la noche con los DJs John Heaven, Nile Fee y Daniel 2000. En conclusión, la programación de la sala terciaria se erigió en la más original de un festival caracterizado por la voladura controlada de cualquier tipo de convención.

DOMi & JD BECK: dos son multitud. Foto: Sharon López
DOMi & JD BECK: dos son multitud. Foto: Sharon López
Tampoco es muy convencional la pareja de neojazz DOMi & JD BECK. Invocaciones a Pat Metheny, Herbie Hancock y Jaco Pastorius trufan su virtuosa –y vertiginosa– actuación de batería –JD BECK– y teclados –DOMi, un manga viviente–. Sus ritmos intrincados y complicadísimos con derivaciones post-rock entusiasmaban a su numeroso público. En la misma arena del Brugal se produjo un nuevo cambio de tercio poco después vía el post-punk de Protomartyr, con eructo incluido de su cantante antes de acometer “A Little Understanding”. No sé de qué se queja Joe Casey. Monolíticos y antimelódicos, era la apuesta obligada de un evento que quiso recorrer todos los senderos del rock contemporáneo con el bosque de Sherwood como circunstancial inspiración.

Protomartyr: el monolito de Detroit. Foto: Christian Bertrand
Protomartyr: el monolito de Detroit. Foto: Christian Bertrand

Sin diversidad no hay calidad

De vuelta al Estrella Damm, Blonde Redhead –los tres miembros tienen parecido tono capilar– ofrecieron una sesión de dream pop versátil, experimental y detallista, a veces un pelín saturado, capaz de retroceder hasta las delicadezas guitarrísticas de The Durutti Column –“Dr. Strangeluv”– y Cocteau Twins –“Elephant Woman”– con Beach House como dignos herederos: casi todo el resto del set. Se despidieron con la tormenta sonora de “23”. Les sucedieron en la misma sala los chicos malos del rock’n’roll británico “más grande que la vida” de los ochenta, todavía en buena forma, The Jesus And Mary Chain. Otro de los momentos más multitudinarios del Weekender. Destacó su abigarrado despliegue visual sobre la pantalla de la banda, con los hermanos Reid al frente de clásicos como “Sometimes Always” y “Just Like Honey” –donde en ambos participó Kazu Makino, de Blonde Redhead, a la que apenas se oyó–, “Some Candy Talking” o “Reverence”. Un día más en la oficina. Los simpáticos Public Service Broadcasting cumplieron sobradamente con su electro-rock muzak informativo de línea poco clara. Impolutamente vestidos como mayordomos de crucero, podían saltar por arte de magia del hardcore melifluo al disco funk –“Gagarin”– o del tecnopop a My Bloody Valentine –“The Other Side”–. Xtrarradio vs Indiespot jugaron una surtida partida de pimpón completando con ello las modalidades deportivas del evento, poco antes de cerrar el escenario Estrella Damm.

Blonde Redhead: Kazu Makino, hada dream pop. Foto: Sharon López
Blonde Redhead: Kazu Makino, hada dream pop. Foto: Sharon López
Otro rato para el recuerdo fue el deambular entre el público de Cole Haden, indiscutible protagonista embozado de los neoyorquinos Model/Actriz, autores de un excelente álbum este año, “Dogsbody” (2023). Entre vítores de “presidenta, presidenta”, Haden trepó por las gradas –el bufé del Weekender tuvo consecuencias milagrosas– con los cables y el soporte del micro pacientemente acarreados por una regidora. Cabaret hardcore de alto octanaje amparado por una potente banda que también da miedito. No tanto como los voluntariosos y bien maqueados para la ocasión Mannequin Pussy, aunque a las tres de la madrugada del segundo día el cansancio hacía mella. Los catalanes nueva oleros sistema de entretenimiento clausuraron el mismo arenoso espacio Brugal convertido en momentáneo rock’n’roll circus con su arcade punk de dos minutos. Encantadores y veloces como demandaba la ocasión, despedían las canciones antes de terminarlas. Eso es saber estar. ∎

Model/Actriz: Cole Haden desafiando a Juan Cervera. Foto: Sharon López
Model/Actriz: Cole Haden desafiando a Juan Cervera. Foto: Sharon López
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