El pasado viernes se lanzó el EP “RR”, primera empresa colaborativa entre Rosalía y Rauw Alejandro. En las horas previas, se dispuso la idónea pista de despegue del trabajo que los formaliza también como pareja artística mediante un vídeo que ha trascendido el propio universo musical para instalarse en las páginas rosas.
No es la primera vez ni será la última. La pareja está acostumbrada al marcaje al hombre por parte de la prensa (especializada, generalista y rosa), y lo utiliza a su favor como demuestra el clip de “BESO”, uno de los cortes del trabajo de reciente cuño. En este pregonan a los cuatros vientos su pasional historia de amor mediante un carrusel de momentos íntimos, en su mayoría capturados por ellos mismos durante los recesos de sus giras internacionales. Una exploración sin velos a su vida de alcoba –besos, apretones, abrazos, mimos y mucha expresión de amor– que termina con ese giro final recogido por toda la prensa, un anillo de compromiso que anticipa el enlace matrimonial de la pareja.
A nadie debería coger de improviso la exposición de la vida privada de los artistas, especialmente los de cierta juventud apegados al manual de uso de las redes sociales. En el caso de la pareja española-puertorriqueña, se perfila esa voluntad expresa por aunar el relato público con el privado, difuminar su separación. Como otros artistas de su generación, la exhibición indecorosa por redes sociales ha normalizado su intercambio con el público, sin vetas restrictivas, aproximando así la celebrity a sus seguidores. Los vuelve accesibles y próximos en la falsa burbuja de las redes sociales. Aquí se lleva al paroxismo, con un vídeo que por otro lado prueba el constante inventario audiovisual de nuestras experiencias en pareja (igual en solitario), y que impulsan, en su caso, mediante esa revelación alojada en el tramo final que anticipa los fastos matrimoniales entre estos dos astros de la música contemporánea. Sin embargo, a las imágenes también las sobrevuela cierto artificio. Cierta imaginería impostada y prefabricada propia de los tiempos de exposición pública indiscriminada y de las proyecciones identitarias irreales que tanto demandan plataformas como Instagram o TikTok. Ante todo, estamos ante una campaña medida y deliberada, de perfecto timing, que ya cuenta con irrefutables métricas de éxito a su favor: trece millones de visualizaciones en tres días, y subiendo.
Nada que discutir por tanto a este relato de amor que la pareja ha decidido compartir con el mundo, en el que enseñan sin tapujos sus rincones más dulces para satisfacción de tantos y envidia de algunos. ∎