La película “Springsteen: Deliver Me From Nowhere” (Scott Cooper, 2025), basada en el libro de Warren Zanes “Deliver Me From Nowhere. La historia y creación de ‘Nebraska’ de Bruce Springsteen” (2023; Neo Person, 2025) y producida por 20th Century Studios, nos lleva a través de un viaje que descubre la encrucijada personal y emocional del artista tras la gira de “The River” (1980), momento de su carrera en que estaba a un peldaño de convertirse en una estrella mundial.
Para el público general enseñará el alma y los demonios de un artista que retrata, a través de sus fantasmas, los de la América profunda. Los miedos y el vacío que se siente al bajar del escenario explicados en versos con referencias que iremos descubriendo con sorpresa.
Los fans del Boss descubrirán seguramente facetas de la creación del disco y de la vida personal de Bruce Springsteen que seguramente desconocían. Y podemos creer que la mayoría no son simples licencias artísticas, ya que el propio artista estuvo muy involucrado en el rodaje día a día. En la premier europea en Madrid Jeremy Allen White –tres veces galardonado con el Globo de Oro a mejor actor principal por su papel protagonista en la serie “The Bear” (Christopher Storer, 2022-)–, quien encarna a Springsteen en la película, contaba que notar el aliento de Bruce en su nuca en el día a día le hacía sentir la presión de “un impostor”, pero sin duda es increíble la transformación de Allen White en Springsteen, sobre todo teniendo en cuenta que aprendió a cantar y tocar la guitarra durante los seis meses del rodaje.
En la escena inicial con el concierto de final de gira tienes que entornar los ojos para ver si es Jeremy o Bruce quien está desgañitándose entonando “Born To Run”. Y ese es uno de los puntos a vivir, con mayúsculas, en la película. Y hacerlo en salas de cine. Cómo suenan las canciones. Cómo se te eriza el vello cuando la sala atrona con la reinterpretación de la E Street Band, y cómo te desarma y te hipnotiza cuando el actor entona las canciones intimistas de “Nebraska” (1982). Acompañamos a Bruce en sus altibajos, en la euforia y en la depresión. Comprendemos lo que le está pasando y dan ganas de apretar la mano de quien se sienta a tu lado.
En ese papel de comprensión y explicación emocional juega un papel vital la fantástica interpretación que hace Jeremy Strong –el Kendall Roy de “Succession” (Jesse Armstrong, 2018-2023), Óscar al mejor actor de reparto por “El aprendiz” (Ali Abbasi, 2024)– del representante de Bruce, Jon Landau. “Creo que a Bruce le da miedo lo que le espera y se siente culpable dejando atrás el mundo que conoce”, explica a su mujer en la ficción. Y en ese hilo pendemos, balanceándonos, acompañando al músico durante toda la película.
No es la primera película que dirige Scott Cooper combinando almas torturadas y música de raíces americanas. En 2009 firmó “Corazón rebelde”, que supuso un Óscar al mejor actor principal para Jeff Bridges y otro para la mejor canción original, “The Weary Kid”, creada por Ryan Bingham y T Bone Burnett. Y sin duda ambas tienen conexiones. Puede que también en los próximos premios Óscar afloren más.
Cooper ha puesto en este filme algo más que su buen hacer técnico: el director perdió a su padre –quien lo introdujo en la obra de Springsteen y “Nebraska”– justo un día antes de comenzar el rodaje, y contó cómo perdió su casa y todas sus pertenencias durante los incendios de Los Ángeles a principios de 2025. Springsteen no solo acogió a su familia, sino que regaló a su hija una de sus guitarras para suplir la que había sido devorada por las llamas. Sin duda, esta cinta refleja un viaje emocional y de vinculación con el Boss de Cooper que traspasa la pantalla.
Como cualquier película que deja poso, está llena de referencias cinéfilas y musicales que nos sirven para descubrir, masticar y debatir durante un tiempo. “Malas tierras” (Terrence Malick, 1975) es reveladora; “La noche del cazador” (Charles Laughton, 1955), nuclear. No es nada nuevo decir que cualquiera que haya puesto en bucle “Nebraska” habrá encontrado paralelismos entre el sonido lo-fi del disco –el filme nos muestra curiosidades hilarantes sobre el proceso de grabación y edición–, la oscuridad y misterio que desprende y los aullidos del Springsteen en temas como “State Trooper” que tanto nos recordaban a Suicide. Otros iconos de la música americana irán sonando en esa montaña rusa de emociones en la que las canciones juegan un papel fundamental: John Lee Hooker, Little Richard o Sam Cooke, cuyo “Last Mile Of The Way” nos desarma y arropa. “Springsteen: Deliver Me From Nowhere” es un festín también para connoisseurs y fans de la cultura popular estadounidense del siglo XX.
No os la perdáis tanto si sois de los que vais a ver varios conciertos de cada gira de Bruce como si solo conocéis “Born In The U.S.A.” (1984): saldréis transformados de cualquier modo, conoceréis más de una obra crucial de la música del siglo XX, del artista que la creó y sus referencias, y entenderéis mejor el alma de un músico cuando se apagan los focos de un escenario. Incluso por qué Springsteen, la persona, el icono mundial, sigue sacando a su madre Adele a bailar en sus conciertos y en redes sociales.
Y si la disfrutáis en una sala de cine tendréis la sensación de estar en un concierto de Springsteen. Será difícil que no os levantéis de los asientos. ∎