Jeremy Allen White cocinando Springsteen a fuego lento.
Jeremy Allen White cocinando Springsteen a fuego lento.

20th Century Studios

“Springsteen: Deliver Me From Nowhere”: quizá estamos hechos para correr

El biopic dirigido por Scott Cooper retrata la creación de “Nebraska”, el disco más crudo en la carrera de Bruce Springsteen en el momento más duro de su vida. Se estrena solo en cines el próximo 24 de octubre.

La película “Springsteen: Deliver Me From Nowhere” (Scott Cooper, 2025), basada en el libro de Warren Zanes “Deliver Me From Nowhere. La historia y creación de ‘Nebraska’ de Bruce Springsteen” (2023; Neo Person, 2025) y producida por 20th Century Studios, nos lleva a través de un viaje que descubre la encrucijada personal y emocional del artista tras la gira de “The River” (1980), momento de su carrera en que estaba a un peldaño de convertirse en una estrella mundial.

Para el público general enseñará el alma y los demonios de un artista que retrata, a través de sus fantasmas, los de la América profunda. Los miedos y el vacío que se siente al bajar del escenario explicados en versos con referencias que iremos descubriendo con sorpresa.

Los fans del Boss descubrirán seguramente facetas de la creación del disco y de la vida personal de Bruce Springsteen que seguramente desconocían. Y podemos creer que la mayoría no son simples licencias artísticas, ya que el propio artista estuvo muy involucrado en el rodaje día a día. En la premier europea en Madrid Jeremy Allen White –tres veces galardonado con el Globo de Oro a mejor actor principal por su papel protagonista en la serie “The Bear” (Christopher Storer, 2022-)–, quien encarna a Springsteen en la película, contaba que notar el aliento de Bruce en su nuca en el día a día le hacía sentir la presión de “un impostor”, pero sin duda es increíble la transformación de Allen White en Springsteen, sobre todo teniendo en cuenta que aprendió a cantar y tocar la guitarra durante los seis meses del rodaje.

Maybe we were born to run.
Maybe we were born to run.

En la escena inicial con el concierto de final de gira tienes que entornar los ojos para ver si es Jeremy o Bruce quien está desgañitándose entonando “Born To Run”. Y ese es uno de los puntos a vivir, con mayúsculas, en la película. Y hacerlo en salas de cine. Cómo suenan las canciones. Cómo se te eriza el vello cuando la sala atrona con la reinterpretación de la E Street Band, y cómo te desarma y te hipnotiza cuando el actor entona las canciones intimistas de “Nebraska” (1982). Acompañamos a Bruce en sus altibajos, en la euforia y en la depresión. Comprendemos lo que le está pasando y dan ganas de apretar la mano de quien se sienta a tu lado.

En ese papel de comprensión y explicación emocional juega un papel vital la fantástica interpretación que hace Jeremy Strong –el Kendall Roy de “Succession” (Jesse Armstrong, 2018-2023), Óscar al mejor actor de reparto por “El aprendiz” (Ali Abbasi, 2024)– del representante de Bruce, Jon Landau. “Creo que a Bruce le da miedo lo que le espera y se siente culpable dejando atrás el mundo que conoce”, explica a su mujer en la ficción. Y en ese hilo pendemos, balanceándonos, acompañando al músico durante toda la película.

No es la primera película que dirige Scott Cooper combinando almas torturadas y música de raíces americanas. En 2009 firmó “Corazón rebelde”, que supuso un Óscar al mejor actor principal para Jeff Bridges y otro para la mejor canción original, “The Weary Kid”, creada por Ryan Bingham y T Bone Burnett. Y sin duda ambas tienen conexiones. Puede que también en los próximos premios Óscar afloren más.

Cooper ha puesto en este filme algo más que su buen hacer técnico: el director perdió a su padre –quien lo introdujo en la obra de Springsteen y “Nebraska”– justo un día antes de comenzar el rodaje, y contó cómo perdió su casa y todas sus pertenencias durante los incendios de Los Ángeles a principios de 2025. Springsteen no solo acogió a su familia, sino que regaló a su hija una de sus guitarras para suplir la que había sido devorada por las llamas. Sin duda, esta cinta refleja un viaje emocional y de vinculación con el Boss de Cooper que traspasa la pantalla.

Pensando en “Nebraska”.
Pensando en “Nebraska”.

Como cualquier película que deja poso, está llena de referencias cinéfilas y musicales que nos sirven para descubrir, masticar y debatir durante un tiempo. “Malas tierras” (Terrence Malick, 1975) es reveladora; “La noche del cazador” (Charles Laughton, 1955), nuclear. No es nada nuevo decir que cualquiera que haya puesto en bucle “Nebraska” habrá encontrado paralelismos entre el sonido lo-fi del disco –el filme nos muestra curiosidades hilarantes sobre el proceso de grabación y edición–, la oscuridad y misterio que desprende y los aullidos del Springsteen en temas como “State Trooper” que tanto nos recordaban a Suicide. Otros iconos de la música americana irán sonando en esa montaña rusa de emociones en la que las canciones juegan un papel fundamental: John Lee Hooker, Little Richard o Sam Cooke, cuyo “Last Mile Of The Way” nos desarma y arropa. “Springsteen: Deliver Me From Nowhere” es un festín también para connoisseurs y fans de la cultura popular estadounidense del siglo XX.

No os la perdáis tanto si sois de los que vais a ver varios conciertos de cada gira de Bruce como si solo conocéis “Born In The U.S.A.” (1984): saldréis transformados de cualquier modo, conoceréis más de una obra crucial de la música del siglo XX, del artista que la creó y sus referencias, y entenderéis mejor el alma de un músico cuando se apagan los focos de un escenario. Incluso por qué Springsteen, la persona, el icono mundial, sigue sacando a su madre Adele a bailar en sus conciertos y en redes sociales.

Y si la disfrutáis en una sala de cine tendréis la sensación de estar en un concierto de Springsteen. Será difícil que no os levantéis de los asientos. ∎

“Nebraska” como escapatoria personal.

24 DE OCTUBRE SOLO EN CINES
VENTA ANTICIPADA YA DISPONIBLE AQUÍ

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