Justo ayer saltó un teletipo que anunciaba la llegada de un nuevo acetato con la estampa de The Smile. La banda de Thom Yorke, Jonny Greenwood y Tom Skinner aminoró la pesadumbre recurrente del lunes con una nueva toma –la primera fue “Bending Hectic”– de “Wall Of Eyes”, el álbum que impactará las cubetas el próximo 26 de enero bajo la logística de XL Recordings. El anuncio lo engalanaron con un videoclip firmado por el cineasta Paul Thomas Anderson, habitual colaborador de Yorke y Greenwood.
El binomio creativo que conforman Yorke y el director estadounidense ha dejado en la última década algunas de las muestras más gratificantes para el rastreador del audiovisual de minutaje corto. Desde su inolvidable “Daydreaming” para Radiohead en 2016 al no menos inspirador corto “ANIMA” (2019), de nuevo con Yorke ocupándose de la música y desempeñándose en pleno campo focal. Tan productivo entendimiento ofrece ahora un nuevo fascículo con este admirable trabajo para The Smile.
Paul Thomas Anderson vuelve a recurrir al cantante de la formación para seguirlo por escenarios urbanos y pubs de encaje onírico y alucinado. Un majestuoso despliegue de medios y técnicas para capturar emociones acordes al latir anímico de la canción y servir de paso las primeras pistas temáticas de este LP, que justo acaba de desplegar sus primeros enunciados.
Rodada en blanco y negro con película Kodak en las calles de Londres y en The Mildmay Club, la pieza manifiesta pronto su carácter irreal con ese ventanal en el que un gran ojo observa a Yorke, sentado en lo que parece un pub desabrigado. A partir de ahí, la acción se desplaza al exterior en varias secuencias que describen el trajín humano en las calles de la capital inglesa. Unas cenefas humanas impresionistas capturadas a dos velocidades: la marca lenta y enfocada sobre el personaje de Yorke en contraposición al ajetreo acelerado de las figuras humanas espectrales que lo rodean. Mismo tramo donde irrumpen contados flashes de color. Todo ello adquiere cierta reminiscencia a secuencias similares que acontecían en las calles de la misma urbe –también en horario nocturno– de la película “Wonderland” (Michael Winterbottom, 1999). La misma técnica de las dos velocidades de filmación antepuestas se aplica en una escena en un poblado pub en el que Yorke empina el codo bajo un enrarecido ambiente donde la supuesta festividad brilla por su ausencia. No reduce esa sensación apesadumbrada ese trávelin lateral de un bar con distintas encarnaciones de Thom Yorke en lo que resulta un alarde de su talante interpretativo. Anteriormente, otro plano de múltiples ojos asomando por orificios remite tanto al título de la canción como a un imaginario visual propio del surrealismo.
Detrás del sobrio y elegante andamiaje con que acostumbra a deleitar el autor de “El hilo invisible” (2017), y deshojando el enigmático significado que late en las imágenes –¿se podría leer también como una alegoría del espacio aislado que ocupa el sonido de la banda frente al hiperacelerado presente?–, estas desprenden un acuciante sentimiento de soledad y alienación kafkiana, temas ya explorados en el corto de “ANIMA”. Una distopía urbana edificada desde el subconsciente, cargada de simbolismos y reflejando la desconexión emocional con el adusto entorno. ∎