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Yerai Cortés

Ni en los puertos italianos, ni en los cafés parisinosDidi Domenech y Mau Morgó

El pasado viernes Yerai Cortés presentó en sociedad dos nueva canciones bajo la forma de bundle. Ambos temas llegaron reforzados por una doble pieza visual dirigida entre Didi Domenech y Mau Morgó en exteriores de la ciudad de Madrid.

La primera, la correspondiente a “Ni en los puertos italianos”, se plantea como una observación cenital –y a larga distancia– de ese trajín habitual de la Plaza de España de Madrid. Un amplio plano general de la céntrica ubicación que, poco a poco, mediante un zoom in, se va estrechando sobre una figura alopécica que deambula y que parece llevar a la confusión de si se trata de un carterista, un lunático o un acechador, como así se descubre. A través de su seguimiento con teleobjetivo, se asiste a las interacciones de ese sujeto con otros viandantes hasta que da con Yerai Cortés, quien anda por ahí atendiendo una llamada. Su puesta en escena, así como los movimientos de cámara, el personaje que lo cerca y esa fotografía fría y distante, avivan esa sensación de vigilancia y de cierta inquietud en las inmediaciones. Rasgos formales que conectan expresamente con el cine conspiranoico que tuvo su eclosión en el Hollywood de los años setenta, con películas como “La conversación” (Francis Ford Coppola, 1974), “Los tres días del Cóndor” (Sydney Pollack, 1975) o “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), por citar tres.

La otra parte del díptico visual, la que pertenece a “Ni en los cafés parisinos”, mantiene la estética apagada pero voltea tanto el punto de vista, los encuadres como el montaje. Ahora la acción se traslada a pie de calle, donde Cortés no da esquinazo a esa sensación de ser perseguido. De hecho, el acoso a su figura pública se ve violentado en plena Gran Vía madrileña cuando es víctima del agobio de sus fans al identificarlo por obra del misterioso personaje del inicio. Una legión de admiradores lo aturde con sus móviles y su presencia incómoda. A partir de ahí, cambio de orientación a pie de calle, montaje picado con muchos cortes y una cámara estática se multiplica en puntos de vista, dejando paso incluso a emulaciones fotográficas que acentúan esa cacería humana en búsqueda de material para alimentar la iconosfera. ∎

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