Beth Gibbons

En el abrumador segundo avance de “Lives Outgrown”, su primer álbum firmado a solas, Beth Gibbons parece decidida a unir épocas de Portishead en una combinación rugosa, feroz e intensa. El pulso tenso de la percusión retrotrae a “Nylon Smile” y los experimentos kraut de “Third” (2008), pero el uso de las cuerdas, sobre todo alrededor del tercer minuto, devuelve a la vertiente más cinematográfica del símbolo de Bristol, la que en “Dummy” (1994) y “Portishead” (1997) evocaba películas noir y de espías imaginarias.

Pero uno de los ganchos del corte es, claramente, ese uso casi virulento del viento-metal, que no suena sampleado, ni filtrado, sino como capturado en directo y sin retocar. Se diría que el aquí coproductor James Ford (que no suele sobreproducir) tiene en alta estima “Roseland NYC Live” (1998), cuyo componente orquestal llevaba la música de Portishead del formato cuadrado al panorámico.

En el apartado vocal podemos hablar sin miedo de tour de force: Gibbons empieza en un casi susurro ominoso, ensaya un sutil desgarro agónico y, a la altura de lo que parece un estribillo corto y desesperado (“I need you always”), se desata hacia unas alturas casi góspel que encienden el corazón. Llegados a una cierta edad, algunos artistas abrazan una satisfacción tranquila, una exhibición del equilibrio emocional alcanzado gracias a la experiencia. No parece el caso de Gibbons.

Solo escuchada, “Reaching Out” da vértigo. Si se disfruta con los visuales propuestos en un par de vídeos (uno interactivo y otro no) por el veterano Weirdcore, el mareo es completo, se avisa. El arriba firmante prefiere quedarse (solo) escuchando la canción en bucle, elucubrando sobre cómo sonará esto en vivo en el Primavera Sound. ∎