Hoy en día, cuando la atención parece cotizar más alta que nunca, la capacidad de imantar casi desde la pronunciación del nombre de un artista es una virtud para este. Esta, como es el caso de Rosario La Tremendita. La de Sevilla, o deberíamos decir Triana para mayor precisión barrionalista, se ha ganado a pulso ese mérito durante una trayectoria que cubre en realidad bastante más que el punto de inicio que marca su disco de debut, en un lejano 2010. Justo allí ya encontrábamos una bulería en honor a su bisabuela Enriqueta la Pescaera, también cantaora. Desde su infancia, Rosario no ha hecho sino honrar un linaje al que hay que añadir a su tía Gandinga de Triana y al padre, José el Tremendo. La Tremendita, apodo en diminutivo por tradición pero no por falta de empuje, se curtió en peñas y festivales. Y veinte años más tarde de ser finalista dos veces en el Festival del Cante de las Minas de La Unión, no le tembló el pulso a la hora de meterle electrónica a un certamen de tal solera.
La Tremendita no se detiene ni para coger impulso. Pero en su trabajo no solo hay intuición, sino además un excelente proceso de ensamblaje. Es parte de lo que nos enseña “La salida”, nueva canción con la que la trianera ilumina esta primavera. Haciendo fácil lo que no lo es tanto, La Tremendita fusiona bulería y techno en un tema con dos caras y sin embargo una misma expresión. Canta “los secretos que escondemos van tatuados en el pecho, si decides revelarlos llorarás por lo que has hecho” y es capaz de llevarnos, volviendo la vista atrás, hacia los canónicos lamentos de unos Chichos, pero quizá el gran valor de “La salida” es cómo la artista se las arregla, con pericia de cocina de aprovechamiento –que tiene menos de sinónimo de retales que de relamer el plato–, para proyectarnos hacia el futuro en su parte final. La Tremendita sigue demostrando que el flamenco está en movimiento. Que está tan vivo que puede cambiar mañana. Lo sabe porque ella misma ya vive allí. ∎