Multiplicación sintética.
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Ela Minus

El cielo no es de nadie

Fotos: Alfredo Arias

28.01.2025

Han cambiado muchas cosas para Gabriela Jimeno Caldas desde su primer álbum, pero sobre todo una: ha pasado de componer en la fortaleza de su dormitorio en Nueva York, reducto íntimo de seguridad, a no saber qué va a pasar mañana. A ponerse a prueba en situaciones –personales, creativas, artísticas– desconocidas para ella. Y a ir revelando, así, por el camino, andado siempre hacia delante durante los últimos cuatro años, nuevas convicciones acerca de sí misma. La productora colombiana le da la réplica a la propuesta frontal de “acts of rebellion” con un “DÍA” que no es que deje entrar la luz: es que sale a perseguirla.

E

n junio de 2024, Ela Minus se presentaba en el Sónar con gran expectación: las únicas veces que había tocado en España, hasta entonces, o eran anteriores a la explosión de “acts of rebellion” (Domino-Music As Usual, 2020) –un Mallorca Live Festival en 2017, un concierto con apenas un puñado de personas en la sala Muelle de Bilbao en 2019– o ese concierto insoportable a horas intempestivas en el garaje del Primavera Sound de 2022 del que nada podía colegirse y en el que ni siquiera ella disfrutó.

Aquella tarde de junio, dos años después y de nuevo en Barcelona, tocó “DÍA” (Domino-Music As Usual, 2025) de forma íntegra por primera vez ante un público extrañado que solo pareció conectar del todo cuando sonó “El cielo no es de nadie”. Lo sentía como una necesidad. El disco llevaba hecho, entonces, un año, y la colombiana, entretanto, ha tenido que ir aceptando con filosofía y serenidad que la idea del tiempo, para un artista y a día de hoy, es algo que no se puede realmente controlar en los términos que una quisiera. Durante todo este proceso se ha dejado llevar como una hoja mecida por el viento, ha cambiado varias veces de ciudad sin terminar de asentarse en ninguna, ha vivido en plan nómada y ha aprendido a abrazar la mudanza y el cambio.

De cambios va, en esencia, un “DÍA” que se opone en prácticamente todos los aspectos a su anterior “acts of rebellion”, y que en cierta manera vuelve al autosabotaje, esta vez contra unas expectativas ante las que responde con un disco que niega la mayor política que algunos intentaron endosarle, que combate a la oscuridad con luz y que mira, sobre todo, al mundo exterior. Que deja de estar bajo los techos del club para contemplar la inmensidad del cielo abierto. Hablamos con ella en el hotel Hard Rock de Madrid mientras los vasos de agua dan paso a las cervezas. En febrero podremos verla en directo en Barcelona (15) y Madrid (18).

Abriendo ventanas.
Abriendo ventanas.


¿Desde cuándo tienes el disco terminado?

Lo acabé hace año y medio, en el verano de 2023. Llega un punto en el que te acostumbras a vivir con él como algo privado. La primera vez pasó igual, pasó mucho tiempo desde que lo hice hasta que salió, así que pensaba que esta vez se iba a sentir más natural, pero no. Se sigue sintiendo muy raro.

Es un disco mucho más abierto que el primero. ¿Cómo ha sido hacerlo?

El primero lo hice en mi apartamento en Nueva York, chiquito, sola en un solo cuarto, encerrada, todo con los mismos sintes… Todo muy marcado por unos límites autoimpuestos que me permitieran tocarlo en vivo tal cual lo había producido, por eso no quería hacer overdubs, no quería usar sintes que no tuviera… Para este disco ha sido completamente lo opuesto: no tenía casa y lo tuve que hacer todo el tiempo viajando, mucho en la naturaleza… También sin mis sintes; pedía prestados o alquilaba en las ciudades en las que estaba. Alquilé un par de estudios, y toqué máquinas que o no había usado nunca o que había usado muy poco. Todo eso hizo que se expandiera mucho la paleta sónica y que, en lugar de estar como en un lugar seguro mirando hacia fuera, estuviera en un lugar más indeterminado y cambiante mirando hacia dentro.

O sea, que ha sido un viaje. ¿Cuántos estudios? ¿Cuántas ciudades?

Seis o siete estudios y varias ciudades. No las he contado, pero podemos hacer una lista: Ciudad de México, Bogotá, Los Ángeles, Seattle, Nueva York… y ya. Lo que hacía era ir un día y grabar prácticamente todo lo que pudiera sin pensar mucho, y luego ya pasar mucho tiempo en el Airbnb o en el hotel escuchando y organizando cosas, editando…


“Siempre me había gustado la palabra ‘día’, cómo se ve estéticamente. El proceso del disco para mí ha sido encontrar un interruptor y prender la luz estando en un lugar vital oscuro, tanto metafórica como literalmente hablando, e intentar ver esa luz un poco como algo neutral, sin optimismo ni pesimismo”



¿Te costó mucho mentalizarte de todo esto?

Al principio luché contra esta idea de hacer el disco en plan nómada, no quería. Nunca había trabajado así y no sabía si podría. Yo en ese momento creía que necesitaba soledad y mi propio equipo, mis sintes, mis audífonos, no tener deadlines...

¿Y por qué surgió así?

Fue una cosa de las circunstancias, porque me tuve que ir de mi departamento en Nueva York al final de la pandemia porque cuadruplicaron la renta. Había decidido ir a Colombia, empaqué todo, pero como que no encontré casa suficientemente rápido… Es que fue todo una locura. Imagínate, tuve que volver en un vuelo humanitario porque todavía era pandemia, el aeropuerto de Nueva York cerrado y los trabajadores con traje EPI. Muy surrealista todo, muy apocalíptico. Y como hubo este tira y afloja de “hay un festival pero luego no”, “ahora prepárate porque te tienes que ir de gira mañana y luego no”, pero luego de repente sale un concierto… Al final tuve que empezar a viajar por shows y no conseguí ni encontrar casa ni sentirme en casa… y como que todo el estrés al final me lo tuve que sacar componiendo el disco.

Entiendo que para una friki de los sintes como tú es al mismo tiempo emocionante por aquello de probar cosas nuevas, pero también complicado porque tendrás, yo qué sé, ese sinte que tocas una tecla y ya estás automáticamente en casa.

Al principio estaba bastante emocionada porque ya había tomado la decisión de hacerlo así y estaba mentalizada, pero muy rápido dije “puta, no, necesito mi sinte”. Es un sinte de bajos que tengo la suerte de que es muy chiquito y que tengo que tenerlo siempre conmigo. Ese, el drum machine y una distorsión. Esos tres van siempre a la maleta. Eso me hizo experimentar más con otros sintes porque en el fondo al menos estaba segura de que ya tenía la base conmigo. Que también era un tema, porque había días que me tiraba seis horas jugando con un sinte y de repente me daba el agobio porque no me alcanzaba para rentar otro día de estudio y tenía la sensación de no haber estado haciendo nada.

Depuración sónica.
Depuración sónica.


Al final el proceso sí que lo ha cambiado todo…

También había muchas cosas que en otro momento hubiera dejado ir, porque estando en mi cuarto hay muchas cosas que pruebo y ni grabo, pero estando en el estudio lo grababa todo, y enfrentarte a todo eso en un hotel, en un cuarto distinto, en otro contexto también… Escuchas con oídos nuevos después de haber visto una ciudad nueva, con otra perspectiva.

¿Y cómo consigues encontrar un hilo conductor en todo aquello?

Para mí es importante depurar, sacar, para acercarme al concepto que quiero transmitir. Llega siempre un momento en el proceso de hacer música en el que tu mejor amigo es el mute. Mutea la mitad de las cosas que tienes y ya está.

Navaja de Ockham: a veces la respuesta más simple es la mejor respuesta.

Y suele ser la que siempre ha estado ahí. Me gustan mucho los discos cortos y me gusta mucho tener diez temas, como un número redondo. Y que haya una cierta continuidad en todo, que en algún momento puedas llegar a perder la noción del tiempo, de en qué track estás.

El álbum, en general, funciona como un opuesto al primero en prácticamente todos los sentidos. Entiendo que todas estas diferencias han tenido mucho que ver. Sobre todo lo veo un disco más luminoso, se llama “DÍA” y el diseño es predominantemente blanco en lugar de negro.

Es curioso porque creo que la mayoría de la gente lo está percibiendo como un disco más luminoso, al menos en comparación con el primero, y yo lo siento mucho más profundo, como mucho más carne. Me di cuenta de que todos los nombres de las canciones que iba haciendo tenían una sola palabra, y además en mayúsculas; en el primero casi todo era al revés, elaboraciones largas y todo en minúsculas. Y siempre me había gustado la palabra “día”, cómo se ve estéticamente. El proceso del disco para mí ha sido encontrar un interruptor y prender la luz estando en un lugar vital oscuro, tanto metafórica como literalmente hablando, e intentar ver esa luz un poco como algo neutral, sin optimismo ni pesimismo. Más bien como una intención de darte cuenta de dónde estás y de lo que estás haciendo.


“Casi lo único que he escuchado mientras hacía el LP ha sido ambient, pero a veces pienso que este disco ha salido también más pop porque monté en muchos taxis, muchos Uber… Como en muchos contextos donde hay radio, ¿no? Pero lo que más quiero hacer es un disco de ambient, es algo que me queda ahí por resolver”



¿Pero es intencional la oposición con “acts of rebellion”?

Tuvo tanto impacto que hasta la línea visual tan marcada, el blanco y negro y la cinta rosa, me hicieron tener dudas de si tenía que seguir esa línea, ¿sabes? Hacerlo como mi estilo. Muchas de las cosas que hice justo después eran una mierda porque me costó asimilar todo lo que estaba pasando, y tardé bastante en dejar todo eso ir y poder olvidarme. Y ha vuelto un poco todo desde que empecé a hablar de este, incluido lo de la política, que yo personalmente nunca lo he visto por ningún lado. Incluso tuve dudas de repetir en este trabajo la misma fórmula de empezar con un tema instrumental para no dar pie a otra comparación. El primero se abría así, pero lo puse casi como una forma de autosabotaje porque tampoco era el mejor tema. Podía haber entrado con algo mucho más espectacular, pero creo que sí planteaba un poco un mood para todo el disco. En este caso es literalmente la primera canción que hice, fue la que le abrió la puerta a “DÍA”, así que tenía mucho sentido. Tuve que separarme de esa presencia casi constante de “acts of rebellion”.

También es un disco en el que por primera vez cantas. Porque antes era más poner voces, ¿no?

Justo, está perfectamente definido. Antes ponía voces, ahora canto. En el LP anterior todo partía de la instrumental y la voz era como una capa final de textura. La propia forma de hacer este disco expulsó esa dinámica, y no encajaban de ninguna manera las monotonías del primer disco. Era o cantar y grabar mejor mi voz, pensar en la interpretación, esforzarme en escribir mejor… o apostar porque el disco fuera completamente instrumental. Y me alegro, porque al explorar más con la ingeniería, al usar mejores micrófonos… creo que aprendí mucho sobre mi misma como artista y sobre mi relación con la música. Pensar en la voz con la misma intención que pienso la producción. También como performer me ha costado mucho tomar una distancia que necesito con las canciones que interpreto: cuando las cantaba me daban muchas ganas de llorar porque yo las siento muy reales, vienen de un lugar que es muy de verdad.

Superando ansiedades.
Superando ansiedades.


¿Cómo ha sido la adaptación de todo eso al directo?

Tuve la suerte de que la mayoría lo pude traducir a mis sintes. Hay mucho que no, cosas que hice en el momento en el estudio con Signal Flows y cosas así que ni sé, que aunque tuviera los sintes no podría recrear pero que para mí tenían mucha magia. Ahora pienso que una de las cosas más importantes de este disco es que en un momento dije que me vale verga cómo lo voy a tocar en vivo. Y al final no ha sido tan loco, he podido traducir la mayoría y para el resto tengo un sampler nuevo chiquitico, que está precioso y que es muy fácil de usar. Otra cosa también muy importante es que en el primer disco casi no hacía multitrack, me gustaba mucho la idea de grabar las cosas juntas porque comprimen distinto, se relacionan distinto. Esta vez, y vuelvo a lo de las circunstancias, no controlé tanto esto, y grabé mucho multitrack para tener opciones para editar después. Antes me mezclaba en vivo sola, tenía un mixer conmigo en el escenario y mandaba el estéreo. Aprendí mucho de todo eso, pero con este álbum no había manera de hacer eso. Entonces, ahora tengo un ingeniero en vivo y mando multitrack… Hay mucha diferencia.

“DÍA” suena, en general, más rico y más limpio. ¿Algún momento que te pidiera extra de suciedad?

En algún momento sí. Por ejemplo en “IDK”… La grabé en un estudio que estaba lejísimos, fue complicadísimo llegar, nivel “¿qué estoy haciendo con mi vida?”. De esos días que todo te sale mal, en plan “algo estoy haciendo mal porque esto no es normal”. Así que algo tenía que hacer, tenía que aprovechar, y salió esta canción. Ya con el disco más o menos terminado algo no me convencía, estaba muy limpia y no encajaba con esa ansiedad, ese estrés que tenían la voz y la letra. Así que le metí más ruido: el bajo por ejemplo no es un sinte, es un bajo de cuerdas que distorsioné así, lo ensucié y lo volví mierda.

Es la primera vez que grabas con instrumentos reales, ¿verdad?

Sí, eso y unos saxofones, flautas y clarinetes en “COMBAT”.

“COMBAT”, vídeo realizado por Losmose.

Y el “The hand that feeds” de “UPWARDS” entiendo que es una referencia clara a Nine Inch Nails, ¿no? Es el tema en que te pones más industrial, además.

¡Qué dices! Ni lo había pensado ni me lo había comentado nadie (risas). Pero tienes toda la razón, ¿eh?

Antes has dicho que por un momento pensaste que el disco podría haber tomado una dirección completamente instrumental. ¿Te interesa esta dinámica?

Casi lo único que he escuchado mientras hacía el LP ha sido ambient, pero a veces pienso que este disco ha salido también más pop porque monté en muchos taxis, muchos Uber… Como en muchos contextos donde hay radio, ¿no? Pero lo que más quiero hacer es un disco de ambient, es algo que me queda ahí por resolver. Suelo empezar siempre a componer por la mitad porque necesito test muy largos, siempre tengo que grabar como 40 minutos antes y después para poder desarrollar de dónde viene y hacia dónde puede ir una idea, así que realmente gran parte de mi proceso es instrumental y se sustenta en eso, en una ambientación. Pero es confuso porque ahora también he empezado a hacer algunos DJ set más y tengo que aprender y todo eso… Honestamente no me interesa lo más mínimo. Le tengo muchísimo respeto a los DJs y a los selectores, pero no es algo que vaya conmigo. Pero lo hago un poco porque el mundo me empuja a hacerlo, y siempre me puse la regla de que si algún amigo o alguien que respeto me invitaba a hacerlo iba a decir que sí. Y obviamente me voy a esforzar para hacerlo bien. Pero, claro, también tienes que alimentar esa faceta, hacer tracks para ese mundo, así que, claro, no hay tiempo para todo. Lo que tengo claro es que quiero producir cosas sin voz, necesito encontrar ese balance.


“Al único músico que respeto profundamente en la actualidad es a Nicolás Jaar. Es mi referencia en todos los sentidos. Me gusta que él haga pop, que tenga un proyecto de puro DJ como Against All Logic, una banda que hace cumbia, que se permita hacer de repente un disco de ambient, de drone y sonidos industriales…”



Es algo que Nicolás Jaar, por ejemplo, ha trabajado mucho, esa apertura. Y haciéndolo además en conversación con una idea local.

Si te soy sincera, al único músico que respeto profundamente en la actualidad es a Nicolás Jaar. Es mi referencia en todos los sentidos. También en esta idea de que tenemos que definirnos: me gusta que él haga pop, que tenga un proyecto de puro DJ como Against All Logic, una banda que hace cumbia pero que realmente recorre todos los espectros, que se permita hacer de repente un disco de ambient, de drone y sonidos industriales… Y su carrera: se puede ser libre, se puede hacer una trayectoria sin comprometerse a nada. Me encanta “Aquí”, uno de los temas de “Piedras 1” (2024): cuando dice eso de “¿Qué significa ser de verdad de aquí?”... es que no lo podría explicar mejor. Gracias, Nicolás. No hay una entrevista en Latinoamérica en la que no me pregunten por qué canto en inglés, por ejemplo. Como si no sintiera orgullo por mi cultura. JP (Verraco) y Nick León, por ejemplo, tienen un discurso muy claro de identidad, y parte de quiénes son ellos y lo que quieren construir como artistas está precisamente en esa identidad con su país. Y eso es un discurso muy específico, con una idea muy específica, que está increíble para ellos. Pero no todos tenemos que encajar en esa idea. También es un tema de industria, ellos son fundamentalmente DJs, y los DJs tienen una forma de funcionar distinta, son más businessmen. Y no tienen un compromiso lírico tan específico. Ellos sí que pueden hacer beats no autóctonos y sinergias con Mánchester y nunca se va a cuestionar su identidad colombiana, su pertenencia. Y es una cosa que quizá es extrapolable a todo el sur global… No hay una entrevista en la que alguien le pregunte a Björk por qué canta en inglés, ni a Daft Punk. ∎

Agradecimientos: Hard Rock Hotel Madrid

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