Heliogàbal, la sala-bar ubicada en el número 80 de la calle Ramón y Cajal, cumple hoy tres decenios albergando tanto a bandas en formación como a las más curtidas. En una urbe que ha visto desaparecer demasiados símbolos musicales de su paisaje urbano, mantener Heliogàbal bajo su espíritu originario –adaptándose al paso del tiempo, claro está– debería ser una prioridad para instituciones, políticos y asociaciones de barrio, así como de los agentes musicales que nutren el entramado musical.
La sala ha mostrado además una ejemplar mutabilidad en los nuevos tiempos. Sus responsables han sabido conectar con las generaciones más jóvenes en su línea de booking a través de la distendida música que se pincha de jueves a sábado hasta el cierre y con todo el clima festivo que arrastran. Es precisamente este éxito de convocatoria entre las nuevas generaciones, con el volumen de gente que congregan los fines de semana, uno de los sarpullidos con los que lidia Heliogàbal desde hace un tiempo. Ni las necesarias ampliaciones de aforo y una remodelación del local durante meses que les permite afrontar música en vivo en condiciones más aventajadas han permitido suavizar las fricciones con el descanso de los vecinos. Los propietarios ya tuvieron que insonorizar el local, pero es en el exterior, pese a los esfuerzos del personal de seguridad, donde se originan esos pequeños choques vecinales que, por otro lado, resultan inevitables en zonas de residencia conviviendo con focos de ocio. Según explican desde la gerencia del local, “la sala lleva tiempo trabajando junto al Institut de Cultura de Barcelona y el ayuntamiento para adaptarse a las normativas”, pero también les gustaría algo más de comprensión ante el valor cultural que aportan cuando se refiere a la intransigencia de algunos vecinos.
Aunque si algo puede exhibir con orgullo ese fortín cultural, más allá de su longevidad y su aceptación intergeneracional, es el hecho de gozar de una excelente salud creativa. Su olfato en la contratación en bandas que empiezan es un sello de garantía. “El ‘Helio’ es un sitio de despegue, iniciático para las bandas, pero también para otros perfiles profesionales relacionados con la música en directo”, apuntan desde la sala. “Queremos que la gente que empiece se sienta bien acogida, y también contamos con las bandas amigas de toda la vida”.
Al fin y al cabo, Heliogàbal no deja de ser una sala de conciertos de barrio con proyección en toda la ciudad, e incluso nacional e internacional. Y esto lo llevan a cabo bajo el desafío que les imponen las propias dimensiones y recursos del local. Uno de estos retos, según la propia gerencia, ha sido siempre la viabilidad económica del proyecto. “Piensa que hablamos de un aforo de 120 personas, con lo que la taquilla para propuestas emergentes se trabaja con unas horquillas de precios muy reducidos. Además, tampoco tenemos licencia para ejercer como discoteca después de los shows. Así que tenemos unas limitaciones importantes, pero trabajamos para sacarlo adelante y para que todo el personal tenga unas condiciones dignas”.
Son muchas las propuestas exquisitas que se han alojado entre sus paredes. Sin tirar mucho de hilo de la memoria personal, recuerdo haber vivido el paso de Bart Davenport a finales de septiembre de 2022. Y conciertos más recientes, como el show de Amaia Miranda, que demostró que cuanto más desprovisto su directo más intenso resulta el vínculo con el público. También vimos hace poco a nuevas figuras internacionales en despegue, como Sharp Pins. Entre sus paredes se ha programado un buen desfile de músicos de renombre internacional –Lee Ranaldo, Mark Kozelek o Will Johnson– y especialmente nacionales: Rosalía, Manel, Amaia, Joe Crepúsculo, Hidrogenesse, Quimi Portet, Adrià Puntí, Sisa, Pascal Comelade o Pau Riba. Algunos de estos amigos de la casa acudirán para celebrar estos primeros treinta años de existencia. El concierto inaugural, hoy mismo, corre a cargo de Mishima y los festejos se prolongan durante todo el mes de octubre con entradas como Rombo (3), Aliment (11), Pinpilinpussies (18), Joan Colomo (24), Azucarillo Kings (29) o Suu (30).
Su desempeño no se extralimita a una programación habitual que se plantean, ocasionalmente, prolongar hasta los domingos. Heliogàbal sirve y servirá como plataforma de apoyo para artistas emergentes, pero también para sellos independientes residentes bajo el ciclo de Segells Residents. También es notoria su expansión en el Jardins de la Sedeta cada agosto con motivo de las Fiestas de la Mercè. Su Festigàbal resulta una meritoria palanca para desaturar las multitudinarias fiestas de Gràcia con una oferta musical rejuvenecedora y siempre atenta a los nuevos perfiles de la música independiente de Barcelona y alrededores. Señas de identidad que han defendido siempre la programación del “Helio”.
El orgullo y el prestigio de la sala barcelonesa se materializa también en el mérito que produce aportar valor dentro del tejido cultural del barrio de Gràcia y el reclamo que ejerce para músicos y aficionados de toda la ciudad, pero también deben enorgullecerse por prevalecer como bastión a una oferta comercial y cultural en afectación severa en esta Barcelona doblegada a los gustos de los expats, con speciality coffees donde se paga en lingotes de oro. Larga vida al Heliogàbal. ∎