La semana comenzó con uno de esos improbables enfrentamientos que nacen de las muy peculiares dinámicas de Twitter. Primero fue una entrevista a Damon Albarn en la que el líder de Blur y Gorillaz dejaba caer que la todopoderosa Taylor Swift no componía sus propias canciones, por aquello de firmarlas junto a popes de la industria como Jack Antonoff, Max Martin y demás habituales del ruedo multinacional. Swift, como era de esperar (no en vano ha construido su personaje en base al yas queen), le contestó airada que ella es Una Artista y que había perdido el gran respeto que le tenía. Diez millones de fans y otro tanto de bots aplauden su reivindicación. Finalmente, Albarn contesta con una disculpa en la que medio agacha las orejas, medio echa balones fuera. Se mete en el conflicto el recién elegido presidente de Chile, fan de Taylor y persona terminally online. Se meten también otros diez millones de famosos de medio pelo, exconcursantes de realities y opinadores. ¿Conclusión? Albarn está mayor, apela a valores que ya importan a muy pocos y no entiende muy bien las dinámicas del mundo que lo rodea. Swift las entiende perfectamente. Quiere los récords de ventas y el prestigio crítico, quiere ser una figura total, tan respetada como comercialmente rentable. No va por mal camino.
El sello británico Warp anunció ayer martes que publicará tres discos (casi) inéditos de Broadcast. “Microtronics. Volumes 01 & 02” (rarezas que la banda distribuyó exclusivamente en giras de 2003 y 2005), “Mother Is The Milky Way” (ídem para la gira de 2009) y “Maida Vale Sessions” (recopilación de canciones en directo grabadas entre 1996 y 2005). La muy prematura muerte de Trish Keenan –falleció en 2011, cuando solo tenía 42 años– ha ayudado, sin lugar a duda. Pero la persistencia de la banda en la memoria del público una década después confirma la vigencia de sus grabaciones y de los caminos que abrieron. Lo hicieron cabalgando una senda curiosa: ser un grupo decididamente retro –anticiparon la ahora ubicua pasión por los sintetizadores vintage y el equipamiento analógico– que retuerce su discurso para hacerse contemporáneo. Hace unos meses, la artista mallorquina Sofia publicó un EP para Humo Internacional titulado “El ayre del almena” en el que parecía ejercer de médium de Keenan. Sofia nació cuando Broadcast daba sus primeros pasos. La llama de los de Birmingham sigue viva.
Resulta entrañable ver cómo Neil Young sigue peleando por sus convicciones. En esta ocasión se enfrenta –no es la primera vez– a Spotify, el gran monstruo de la industria musical. O de la industria del audio, si tenemos en cuenta su decidida apuesta por los pódcasts. Y es esto último, precisamente, lo que ha hecho enfurecer a Young: el de Joe Rogan, estrella estadounidense del formato, librepensador (por supuesto, de derechas), antivacunas, obsesionado con la circuncisión masculina (que entiende como una mutilación) y con los psicotrópicos. Esta versión, pasada por 4chan y Reddit, de un fenómeno tan típicamente estadounidense como el de las estrellas reaccionarias de la radio, ha dado cobijo en su popularísimo espacio a diversas teorías conspiranoicas sobre la COVID-19 y sus vacunas. Young dice que o quitan a Rogan de la plataforma o lo quitan a él. Todo apunta a que nos vamos a quedar sin poder escuchar algunos de los mejores discos de la historia del rock en Spotify.