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Olvido y muerte de Tom Spanbauer, padre de la Escritura Peligrosa y maestro de novelistas salvajes

El escritor estadounidense, autor de “El hombre que se enamoró de la luna” y “Yo te quise más”, falleció el 21 de septiembre tras una larga batalla contra el Parkinson.

Noticia de una muerte en diferido.
Noticia de una muerte en diferido.

El signo de los tiempos es que se muera Tom Spanbauer y su editorial, todo el mundo en realidad, tarde una semana en enterarse. Casi diez días, para ser exactos. Seguro que el parsimonioso escritor estadounidense, poco dado a los focos y amante de los tempos largos y reposados, hubiese sabido apreciar la ironía.

Spanbauer, nacido en Pocatello (Idaho) en 1946, falleció el pasado 21 de septiembre tras una larga batalla contra el Parkinson, pero la noticia de su muerte acabó perdida en algún rincón de internet. Un par de referencias en medios locales, un comunicado de prensa en la radio pública de Oregón y poco más. “El novelista, profesor, fundador de la Escritura Peligrosa y padrino de la escena literaria de Portland, Tom Spanbauer, muere a los 78 años”, podía leerse.

Tuvo que llegar el más salvaje y famoso de sus pupilos, el indómito Chuck Palahniuk, para que la muerte del autor de “El hombre que se enamoró de la luna” (1991) trascendiera de verdad. O por lo menos un poco más. “Sin Tom Spanbauer como mi profesor de escritura, mi vida no habría sido nada. Luchamos. Celebramos. Ahora lloramos sin él”, tuiteó el lunes Palahniuk. “La muerte de Tom duele más que la de mi padre hace veinticinco años”, añadió el autor de “El club de la lucha” (1996), cara visible y maliciosa de esa escuela de Escritura Peligrosa que Spanbauer impartía en la mesa de su cocina.

Fue, durante décadas, uno de los talleres literarios más prestigiosos de Estados Unidos y una fenomenal terapia de choque literaria. ¿Sus preceptos? Minimalismo estilístico, primera persona confesional, frases lijadas a manos y el dedo siempre en la llaga. El objetivo, defendía Spanbauer, era instalarse una y otra vez en el lugar temido, en “el sitio que duele”, para contarse desde ahí.

“La batalla de mi vida ha sido expresar lo que hay en mi corazón abierta y claramente”, llegó a resumir un Spanbauer que si enseñaba literatura kamikaze era precisamente porque antes la había practicado con denuedo. Y no de cualquier manera. Con “Lugares remotos” (1988), su primera novela, ya presentó un método basado en el cruento ajuste de cuentas consigo mismo y con una infancia salpicada de culpas y vergüenzas. “Yo era homosexual y católico, y mi padre veía al homosexual que había en mí e intentaba sacármelo a golpes”, explicó en una entrevista.

“Hay algo muy preocupante dentro de mí, algo que no me deja ir. Me sacude y tengo miedo y soy impotente. Cuando finalmente me siento a mirar esa cosa que me asusta, hago un trato conmigo mismo de decir la verdad sin importar nada. Escribo un párrafo y mi narrador rompe el trato y comienza a mentir. No hay reglas excepto que no puedo abandonar mi intención original. Encontrar esa cosa oculta que me está volviendo loco”, abundó años después sobre su método.

Criado en una granja, Spanbauer pasó por las universidades de Idaho y Columbia, vivió en Kenia y Nueva York y trabajó como camarero y conserje antes de vivir por y para la escritura. En realidad, publicó poco, apenas cinco novelas en veinticinco años, pero las exigencias de la Escritura Peligrosa no debían dejar espacio para demasiadas cosas más. “Debo escuchar el dolor, la rabia, la vergüenza, el miedo que se esconde en las palabras. Luego debo respetar la posición de cada estudiante en relación con su corazón roto y actuar en consecuencia”, explicó sobre sus célebres talleres.

Alucinante y alucinada, “El hombre que se enamoró de la luna”, su segunda novela, fue todo un descubrimiento; un wéstern a pie de arroyo que rehace el imaginario americano desde la óptica de Cobertizo, huérfano errante, y su séquito de perdedores.

Tuvo de pasar una década, diez años de enseñanza y andanzas extracurriculares, para que Spanbauer retornase a las librerías. Lo hizo con “La ciudad de los cazadores tímidos” (2001), otro título de los que crean escuela y abrasiva novela de iniciación en plena pandemia del sida. Ahí estaba, una vez más, ese lugar doloroso, revisado años después a través de Ribby John Klusener, el inolvidable protagonista de “Ahora es el momento” (2006) y, sobre todo, en las páginas de “Yo te quise más” (2014), triángulo amoroso asediado por el monstruo del VIH.

Mejor novela de 2015 para Rockdelux, “Yo te quise más” fue también el último libro publicado en vida por Spanbauer y el mejor ejemplo de aquello que defendía con uñas y dientes. “La ficción hace la verdad más verdadera”, decía. Y en “Yo te quise más”, su propia vida se enredaba con la de Ben Grunewald, escritor gay que, como Spanbauer, había contraído el virus del sida a mediados de los noventa. “Con la ficción siento que tengo licencia para mentir. Encuentro la verdad mintiendo sobre ella”, remataba.

Bonito epitafio para un autor que, descarnado y brutal, se ha ido dejando a deber una novela sobre sus misteriosos años en Kenia que, según dijo, había planeado escribir en algún momento. ∎

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