olo con citar el nombre de Rafael Moll (1951-2023) viene a la memoria un tiempo antiguo. Curiosamente, meses atrás, nos dejaba Víctor Jou (1939-2023), el fundador de Zeleste. Un proyecto que podría considerarse una suerte de incubadora de propuestas de marcado carácter transversal, tanto en lo musical como en otras iniciativas culturales. Moll fue el primer programador de Zeleste. Era muy joven aunque no un novato en la música, pues tuvo un grupo, La Troupe, que publicó un single, “Across Myself” (Als 4 Vents, 1970). La primera gran novedad en la sala fue la confección de una cartelera diaria. Zeleste era una fiesta. Más tarde, asumió la responsabilidad de management que compaginaba con la gestión del sello discográfico Zeleste-Edigsa. Toda esa amalgama requería una nomenclatura. Cuentan que a Xavier Patricio “Gato” Pérez se le ocurrió que el sonido creado alrededor del rock progresivo, el jazz fusión y algunos ritmos latinos fuese conocido como “ona laietana”.
En unas recientes declaraciones a la revista ‘Enderrock’, Moll comentaba que la trazabilidad del acto musical lo encauzó hacia la producción discográfica. “De esta manera, sin quererlo, me convertí en un productor discográfico. Entonces yo no sabía en qué consistía ese trabajo, solo tenía una mínima experiencia porque había grabado algunos discos. Los dos siguientes fueron el primer disco de la Dharma, ‘Diumenge’, y ‘Qualsevol nit pot sortir el sol’, de Sisa. Con Sisa fue la primera vez que ejercí de productor. En los créditos solo consta que está ‘dedicado a R.M., músico soñador’. A partir del tercero ya puse mi nombre, aunque a veces me limitaba a hacer de encargado del estudio”.
Jaume Sisa ha afirmado que su carrera no hubiese sido la que fue sin la ayuda de su amigo Moll, quien, después del éxito de “Qualsevol nit pot sortir el sol”, produjo álbumes como “L’oucomballa”, de la Companyia Elèctrica Dharma, y “Tot l’enyor de demà”, de Jordi Sabatés, en calidad de coproductor. Y, de nuevo con Sisa, “Galeta galàctica”. También “Clot 20”, de Blay Tritono; los discos homónimos de Música Urbana –cuarteto de rock fusión con Joan Albert Amargós y un jovencísimo Carles Benavent– y la Orquestra Plateria, todos editados por Zeleste-Edigsa. Fuera ya de la Zeleste por desavenencias con Jou, Moll creó su propio sello, Cabra, y grabó “Romesco”, de Gato Pérez (Cabra-Edigsa, 1979), álbum fundamental para entender la renovación de la rumba catalana. Dos años después se volverían a juntar para grabar “Atalaya” (EMI, 1981).
En paralelo, en otro rango muy distinto, se involucró en la producción de “Tal com raja” (Ariola, 1980), de Joan Manuel Serrat. A continuación grabó “En tránsito” (Ariola, 1981), que Serrat cerraba con “Hoy puede ser un gran día”. Moll tuvo un grave desliz al autorizar que esa canción fuese la sintonía de un anuncio. El cantautor lo descubrió por sorpresa viendo la televisión. Montó en cólera, desautorizó a todo el mundo y consiguió que la empresa anunciante retirase el spot de higiene femenina. El productor quedó en mal lugar. Pasados los años, se reconciliaron.
Aunque el currículum de Moll como productor podría dejar un poso errático, ya que en su labor no se observan ni un sonido ni una línea estilística concreta, supo estar en el sitio adecuado para participar o favorecer la trayectoria de personalidades heterodoxas en discos muy interesantes, como “Bèstia!” (Edigsa, 1977) de Oriol Tramvia y “Ho sento molt” (PDI, 1989) de Albert Pla. También estuvo en 1985 en el iniciático “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana” (PDI, 1985) de El Último de la Fila. Y, luego, en el álbum de regreso de Peret tras sus años de proselitismo religioso, “No se pué aguantar” (PDI, 1991).
Con el cambio de siglo, Rafael Moll se dedicó a otros menesteres, entrando en un grupo editorial para encargarse de proyectos audiovisuales. El productor y gestor musical falleció el pasado día 16, a los 72 años, a causa de un cáncer fulminante. ∎