La importancia de escribir.
La importancia de escribir.

En portada

Simon Reynolds

Memoria del porvenir

Fotos: Adriana Bianchedi

25.03.2025

Probablemente, este británico de 61 años sea el crítico musical más importante de nuestro tiempo. El hombre que acuñó términos que se han convertido en moneda de uso común –de post-rock a retromanía– siempre ha aunado el rigor académico con la intuición lúcida, el espíritu divulgativo y la transmisión de emociones. Su último libro, “Futuromanía. Sueños electrónicos, máquinas deseantes y la música del mañana… hoy”, es la excusa perfecta para conversar con él.

Lo que me despertó el interés por hacer esto fue la existencia de ‘Retromanía’, que es un libro bastante deprimente. Algunas personas dijeron que yo debía estar pasando por una crisis de la mediana edad o algo de eso, así que ahora quise retomar la otra cara de mi forma de escribir, más emocional y con un tono más positivo”. Simon Reynolds (Londres, 1963) acaba de comenzar la entrevista lanzando piedras sobre su propio tejado creativo, ya que estamos hablando del que, sin duda, ha sido el ensayo musical más citado del siglo XXI: “Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado” (2011; Caja Negra, 2012).“Después de que saliese ‘Retromanía’, escuché algunas cosas que me parecieron futuristas y que de alguna manera refutaban parte de las ideas que expresaba entonces”, añade. E indica que fue su editor en Italia quien le propuso escribir un libro sobre la música electrónica de vanguardia, lo que derivó finalmente en “Futuromanía. Sueños electrónicos, máquinas deseantes y la música del mañana… hoy” (2020; Caja Negra, 2024).

No es este un ensayo completamente nuevo, sino una compilación de artículos que Reynolds ha ido esparciendo por diversas publicaciones desde 1988. En cierto modo, él mismo establece su propia revisión sobre lo que opinaba de la música del futuro en sus vidas pasadas como escritor y, al final, constata que el material que necesitaba ya lo tenía ahí. “Al principio, pensé en escribir un libro sobre la historia de la idea del futuro, no solo específicamente en lo que se refiere a la música, sino más en general”, explica el crítico cultural por videollamada desde su casa en Los Ángeles. Al otro lado de la pantalla se muestra afable y muy hablador, con el rostro juvenil que nos hemos acostumbrado a ver en la solapa de sus libros solamente intervenido por algunas canas. “La tentación a la hora de hacer ese tipo de libros es querer emprender un estudio enciclopédico, no quieres dejar nada fuera, y al final se te queda un libro muy largo, como el que hice sobre el glam rock”, argumenta en referencia a “Como un golpe de rayo. El glam y su legado, de los setenta al siglo XXI” (2016; Caja Negra, 2017). “Pensé que, al escribir sobre la idea del futuro, me podía salir algo muy árido, demasiado académico, pero me di cuenta de que ya había escrito sobre estas cosas en artículos periodísticos más cortos, y que mantenían esa energía más emocional. Siempre me han interesado mucho todas las formas en que se ha manifestado este ideal de la música del futuro y cómo ha inspirado a los músicos, a los críticos y a los fans”, añade.

Escuchando ¿el futuro?
Escuchando ¿el futuro?


En épocas pasadas, el futuro se percibía como algo más positivo o naíf incluso, con una visión optimista sobre la evolución tecnológica. ¿Hemos perdido aquella inocencia del futuro?

No lo sé. Creo que esas visiones anteriores son bastante seductoras y pueden crear cierta sensación de nostalgia, una idea de cómo debería haber sido el futuro. Es cierto que hay muchas imágenes naífs de robots y vehículos espaciales, pero probablemente predominen las visiones negativas. Si te vas a la ciencia ficción, en los años veinte del siglo pasado estaba el escritor ruso Yevgueni Zamiatin con su novela “Nosotros”, donde imaginaba una sociedad totalitaria, y Aldous Huxley con “Un mundo feliz”, que habla sobre una sociedad de paz y placer que al final es un mundo sin alma e inhumano. George Orwell con “1984”… Casi toda la ciencia ficción que leí de niño hablaba de catástrofes, de sociedades que eran excesivas o estaban contaminadas. Si piensas en las películas, “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982) recrea un mundo caótico y siniestro. En la música creo que también ha sido la perspectiva dominante. Vale, estaban Kraftwerk que veían la tecnología como algo divino, tranquilo y sereno. Imaginaban un mundo muy ordenado y bien planeado. Mi canción favorita de ellos es “Neon Lights”, que habla de esa ciudad hecha de luces, pero creo que ellos eran bastante extraños entre la generalidad. ¿Qué piensas tú?

Yo estaba pensando precisamente en Kraftwerk, algunas cosas de David Bowie o los primeros artistas de synthpop, Gary Numan, The Human League…

Sí, tenían esa idea de que “los sintetizadores suenan al futuro. Va a ser todo limpio y brillante y muy eficiente, con estos beats perfectamente regulares”. Y creo que mucha de la música disco contiene una utopía de placer: “Estamos en un paraíso disco, en este espacio de luces y música, y bailamos”.

Ahora observo una creciente corriente crítica con el arte distópico, desde el punto de vista de que es desmovilizador y está al servicio del poder.

Sí, creo que hay algo de eso. Recuerdo que mi amigo y compañero Mark Fisher escribió que fue a ver los filmes de “Los juegos del hambre” y estaba temblando de emoción porque no podía creer que un relato tan subversivo, una crítica anticapitalista, pudiera ser espectáculo a gran escala. Pero la verdad es que no era tan subversivo. Creo que los espectadores realmente disfrutan de estos filmes que muestran fuerzas siniestras controlando todo y, de un modo extraño, eso fomenta la pasividad. No creo que nadie fuese a ver “Los juegos del hambre” y después revisara su modo de vida, pero sí les confirmó la idea de que estamos sometidos a un poder y que no se puede hacer nada contra él, que el mal siempre gana. El argumento de la desmovilización es cierto, pero no sé si un filme que plasmara una sociedad muy bien organizada tendría el efecto opuesto, porque el medio para llegar a eso es la política, y ese es un mundo generalmente desagradable y duro. Sí recuerdo ahora que leí un gran libro positivo. Se llama “El Ministerio del Futuro” (2020), de Kim Stanley Robinson (lo publicó aquí Minotauro en 2021). Habla de desastres relacionados con el cambio climático, pero también imagina soluciones de un modo muy medido, cauteloso y optimista. Plantea que hay muchas cosas malas que pueden suceder, pero probablemente resolveremos esta crisis. Es como un voto de confianza hacia los expertos, organizadores y planificadores. Y también es un libro proburocracia, lo cual es incluso subversivo en este momento en Estados Unidos, donde están intentando desmantelar el estado administrativo. Lo que yo aprendí al leer este libro es que necesitamos un gobierno mundial que obligue a los países a dejar de emitir gases, proteger los bosques…


“Pensé que, al escribir sobre la idea del futuro, me podía salir algo muy árido, demasiado académico, pero me di cuenta de que ya había escrito sobre estas cosas en artículos periodísticos más cortos, y que mantenían esa energía más emocional. Siempre me han interesado mucho todas las formas en que se ha manifestado este ideal de la música del futuro y cómo ha inspirado a los músicos, a los críticos y a los fans”



¿Cómo crees que va a influir la IA en la música en los próximos años? No sé si tienes alguna idea...

No lo sé. En este momento, la Inteligencia Artificial todavía no parece tan inteligente. Tiene la capacidad de procesar enormes cantidades de datos, pero aún no puede decir lo que significan, no contiene ninguna sensación. Hay ciertos tipos de música muy funcionales, como el ambient o alguna música de baile, que podrían ser replicadas por la IA y probablemente no sería muy diferente, pero hay otras cosas que buscamos en la música, diría que una especie de luz o alguna idea muy única, una experiencia real que solo un humano podría tener. Eso aún no lo he encontrado de forma convincente. Puede ser una herramienta, pero aún no he escuchado un sonido distinto de alguien usando la IA, como sí sucedió con los secuenciadores o el Auto-Tune.

Me gusta la parte de tu libro donde hablas de los progresos en la manipulación de la voz humana. Hablas incluso de una realidad poshumana y yo diría que incluso hay una tendencia posgénero, con figuras como Arca o la desaparecida SOPHIE. ¿Vislumbras algo revolucionario ahí?

Sí, hay una especie de idea de plasticidad, de que todo es plástico y puede ser moldeado y reformado. Entonces, tu identidad de género es maleable y es algo que puedes cambiar. Tu apariencia puede ser alterada, ya sea por la cirugía, por un maquillaje muy extremo o de modo digital en las fotos que lances al mundo. El sonido es solo un plástico, como una sustancia guía. Puedes cambiar cada parámetro del sonido, y creo que todo se relaciona con una sensación general de que es así como debemos ser en este mundo tan rápido. Podemos asociar eso a la cultura líquida, el gran concepto filosófico de Zygmunt Bauman. Creo que las generaciones más jóvenes son muy flexibles con respecto al sexo y a la identidad de género. Son mucho más relajadas y toman a las personas tal como se presentan a sí mismas en lugar de imaginar que hay alguna especie de esencia. Están acostumbradas a la idea de ser en flujo. Si observas el trabajo de Arca, y de SOPHIE en particular, están completamente en ese flujo, física y mentalmente.

¿Cuál fue la última vez que la música te dio la sensación de lo que tú denominas “el shock del futuro”?

Uno de mis grupos favoritos en los últimos años es Dry Cleaning, y no hay nada en ellos sónico-futurístico. Es como post-punk, pero el elemento nuevo para mí reside en las letras, la entrega vocal y el contenido emocional, la subjetividad en las canciones. Eso cambió un poco mi pensamiento. Me pareció que lo nuevo podía manifestarse en las palabras, o en la voz, o en el estilo de cantar, o no cantar, en este caso, porque Florence Shaw en realidad habla de una manera más recitativa. Veo cosas similares en grupos que trabajan con estilos antiguos de música, como Feeble Little Horse, que hacen una especie de shoegazing pero lo reinventan de alguna manera. Hay gente que viene con ideas nuevas, pero no veo un género de música con el que diga ¡wow, es el futuro!”. La última vez que lo sentí fue con todo esto del Auto-Tune en el trap, pero ahora se ha vuelto una fórmula aburrida.

Pesimismo creativo.
Pesimismo creativo.


¿Qué piensas de Rosalía?

No la he escuchado mucho. Parece impresionante como cantante. No es mi tipo, pero algunos de mis estudiantes han hecho trabajos sobre ella, así que la he escuchado en ese contexto y puedo ver por qué es una intérprete emocionante y hace cosas interesantes, pero es un estilo musical que no es para mí.

Tú hablas de internet como un espacio posgeográfico, una ciudad inmaterial de información que ha cambiado nuestra percepción de la música y su historia de un modo muy profundo. En este sentido, ¿hasta qué punto dirías que las plataformas de streaming han sido positivas o negativas?

Es bueno para los consumidores, porque puedes acceder a una gran variedad de música y descubrir cosas del pasado. Y crear playlists es muy divertido y una actividad interesante. En realidad, es similar a lo que yo hacía antes, que era grabar casetes para la gente o para mí mismo. La diferencia es que ahora es mucho más fácil, y puedes crear playlists más rápidamente que tus posibilidades de escucha. Yo he hecho muchas de una manera obsesiva y neurótica, y nunca las he escuchado. A los diez minutos todo mi entusiasmo por escucharlas se había ido. Esa es una de las cosas por las que creo que es genial pero no es genial, porque si estás expuesto a tanta música es difícil tener una relación real con ella. Escuchas un nuevo disco y tal vez te gusta un poco, pero nunca vuelves a escucharlo porque hay otras muchas cosas, del presente y el pasado, que también quieres oír. Si lo tienes como objeto físico, es más difícil olvidarlo. Cuando compraba discos en las tiendas la música era preciosa y era un recurso escaso, y eso hizo que la relación fuera más intensa, creo. También era mejor para la viabilidad de los músicos.

Cada vez escucho más frecuentemente que nuestro oficio ya no es necesario. ¿Cómo ves la relevancia actual y futura de los críticos de música que usamos la palabra escrita?

Mi experiencia es que los jóvenes no leen a críticos ni periodistas musicales, y eso es muy deprimente. Al tiempo, sí parecen saber bastante de música y estar muy informados. No sé de dónde sacan la información y, de alguna manera, estoy muy sorprendido. Siempre les pregunto a mis alumnos en una de mis clases sobre la cultura DIY y los fanzines qué leen, y muy pocos de ellos leen periodismo y tienen ese pensamiento en plan “¿Quién es esta persona para decirme lo que me tiene que gustar?”. Al mismo tiempo, algunos de ellos sí están interesados en ser periodistas de música o leer libros. Mi hijo, por ejemplo –se refiere a Kieran Press-Reynolds–, ha elegido este camino. Aún hay un montón de publicaciones online y hay más libros sobre música que nunca, incluso sobre géneros pequeños y oscuros. Intuyo que muchos de ellos se hacen por amor al arte. Nadie gana una fortuna con estos libros pero los hacen con pasión, la gente los publica y parece que hay un mercado para ello. Hay un millón de libros sobre los Beatles, o sobre Bob Dylan, y todavía hay gente interesada en leer esas leyendas. Yo me siento pesimista, porque no lo veo como algo con lo que se pueda vivir de ello, pero sí veo que algunas personas todavía quieren leer y en ese sentido estoy cauteloso y optimista porque todavía hay necesidad. Hay demasiada música y necesitas que alguien la filtre y te guíe a través de ella, y que te explique por qué importa. Tienes todas estas cosas que puedes escuchar y necesitas saber qué es lo que realmente significa, o qué es lo que realmente hace de ella algo nuevo o interesante. Independientemente de lo que diga de nosotros mucha gente, probablemente todavía tenemos un papel.


“Me gusta escribir y me gusta leer lo que la gente hace con la palabra escrita. Hay tantas cosas que puedes hacer con eso… La forma en que puedes jugar con la lengua y las ideas, e incluso la estructura y la narrativa, es muy emocionante. Y los blogs es lo más divertido que puedo hacer, porque no siento ninguna obligación de comportarme como en un libro o en un diario”



Me ha sorprendido ver que mantienes muchos blogs de manera simultánea y que no has sucumbido a la moda del pódcast.

Nunca me ha gustado escuchar pódcasts. Hay algunos muy buenos, pero tienes que sentarte a escuchar y no puedes hacer nada más. Nunca veo canales de YouTube por el mismo motivo. Me gusta lo que sucede en una página, me gusta escribir y me gusta leer lo que la gente hace con la palabra escrita. Hay tantas cosas que puedes hacer con eso… La forma en que puedes jugar con la lengua y las ideas, e incluso la estructura y la narrativa, es muy emocionante. Y los blogs es lo más divertido que puedo hacer, porque no siento ninguna obligación de comportarme como en un libro o en un diario. No tengo que decir todo lo que tiene que ser dicho. Puedo lanzar un par de pensamientos y no tengo que demostrar nada. Y la gente responde a veces y deja comentarios y continuamos la discusión. Puedes insertar un vídeo y mostrar lo que estás contando… Es muy divertido. No cobras nada, pero eso es libertad de alguna manera.

¿Estás escribiendo un nuevo libro?

Sí. Estoy con una especie de secuela de “Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo” (2005; Caja Negra, 2013). Cubre de 1984 a 1994: My Bloody Valentine, Sonic Youth. Pixies, R.E.M., Cocteau Twins, The Smiths, bandas de guitarras recargadas y de noise pop como Dinosaur Jr., Hüsker Dü... Todo tipo de grupos de los ochenta y los noventa hasta los comienzos del britpop, que es donde aquello me dejó de interesar. Es la época en la que empecé a escribir, así que tiene también un aspecto de libro de memorias y de cómo funcionaba la prensa musical, ya que yo estuve allí y entrevisté a todas esas bandas para el ‘Melody Maker’ o el ‘New Musical Express’, que eran publicaciones con su propio discurso sobre la música. ∎

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