Entre el procedimental policial, el thriller psicológico y el comentario social, el nuevo fenómeno de Netflix, “Adolescencia” (2025), creado por Jack Thorne y Stephen Graham, explora las consecuencias de un violento crimen en un colegio inglés a través de cuatro capítulos, cada uno rodado en un único plano secuencia. El resultado es intenso, inmersivo y, para no pocos espectadores, profundamente perturbador.
La historia gira en torno a un niño de 13 años acusado de asesinar a una compañera de clase. Cada capítulo ofrece una perspectiva distinta sobre el caso: la familia, la policía, el colegio y el sistema legal. A la vez, aborda temas como la ira masculina, el ciberacoso y las deficiencias del sistema educativo británico. Sin embargo, la serie está planteada de una manera que hace que el problema se sienta universal, como si pudiera ocurrir en cualquier parte, incluso a uno mismo. Desde el inicio, “Adolescencia” sumerge al espectador en la acción con una apertura in media res: un violento asalto policial a un hogar aparentemente ordinario. Hasta que deja de serlo. Pero la serie no se centra tanto en el crimen en sí ni en si el niño es culpable o inocente; más bien, se consume como una fábula de terror sobre lo que significa ser adolescente en la era digital, donde los peligros no solo acechan en las calles, sino también dentro de las cuatro paredes de una habitación.
Desde el primer episodio, “Adolescencia” atrapa con su crudeza emocional. La detención del niño tras el asalto policial a su hogar es un golpe de realidad que Stephen Graham lleva a un nivel devastador, especialmente en el momento en que su hijo es despojado de su dignidad en un registro humillante. A medida que la serie avanza, la narración se despliega como un prisma que expone no solo el impacto inmediato del crimen, sino también las grietas estructurales que lo rodean. La escuela, lejos de ser un refugio, se convierte en un espacio donde la negligencia institucional y la radicalización digital operan con consecuencias irreparables. Pero el impacto más perturbador llega en el tenso cara a cara entre el niño y la psicóloga del juzgado, un duelo que se mueve entre el terror y la tragedia, amplificado por la inquietante interpretación de Owen Cooper (en su primer papel ante las cámaras), quien alterna entre la vulnerabilidad infantil y una inquietante imprevisibilidad. Y cuando la historia parece haberlo dicho todo, el último episodio nos recuerda que las heridas que deja algo así no cicatrizan fácilmente: en el marco del 50 cumpleaños del padre, la familia se muestra quebrada, atrapada en las sombras de lo sucedido.
“Adolescencia” no es, desde luego, una serie fácil de ver. Es emocionalmente agotadora, a menudo dolorosa e implacablemente intensa. El guion de Thorne y Graham no se anda con chiquitas a la hora de abordar temas como la misoginia y la maligna influencia de las redes sociales con una mirada aguda pero empática. Está claro: uno de los eventos televisivos más audaces y brillantemente ejecutados del año, dejando al público tan atrapado e impotente como sus propios personajes. ∎