Libro

Ángela Sánchez Pérez

La dama rojaCírculo Rojo, 2021
Amantes de los crímenes y de las novelas de misterio, en el capítulo de hoy vamos a ofrecerles el caso real de una desaparición orquestada por el estado fascista cuyas secuelas amparadas por la amnesia se extienden hasta hoy. ¿Qué sucedió con Carmen de Burgos (1867-1932)? ¿Por qué su caso no se estudia en primero de periodismo? Permitidme este inicio amarillista, pero es que la situación es de escándalo.

La almeriense Carmen de Burgos, bautizada como Colombine, como Gabriel Luna cuando escribía críticas de arte y literatura, la divorciadora o la marimacho, fue la primera mujer redactora en nuestro país. En 1905 se encontraba viajando por toda Europa aprendiendo de los feminismos –palabra prohibida ya en aquel entonces, que se suavizaba como “humanismo”– y en 1909 estaba a los pies del Gurugú siendo la primera cronista de guerra para el ‘Heraldo de Aragón’.

Fue una republicana activa, defensora de los derechos de la mujer, del sufragio universal, de la escuela laica y de la abolición de la pena de muerte. Escribió la noticia que inspiró la tragedia “Bodas de sangre” (1933) a Lorca. Ella también noveló el caso en su libro “Puñal de claveles” (1931), que es difícil de rastrear en la actualidad, como toda su obra, tanto literaria como periodística, que fue tan prolífica que, para replicarla, un escritor corriente necesitaría varias vidas.

En 1939, años después de su muerte por problemas de corazón –porque luchó muchísimo por todo lo que quiso– y a grito de “Muero contenta porque muero republicana”, su legado fue prohibido por la dictadura. Por roja y por masona, porque además de cruzar el mundo dando conferencias y estableciendo vínculos con Portugal y Latinoamérica, también fundó su propia logia, la Logia del Amor.

Después de tantos años de ocultismo, en la década de los 80 sucedió la pequeña sincronía feminista que ha hecho que, de golpe, la biografía de Carmen de Burgos se publique aquí, de la mano de la escritora Ángela Sánchez Pérez (Salamanca, 1955), que, como Colombine, comparte militancia, las ansias por cruzarse el mundo con las hijas a cuestas y la afición por la escritura y por montar a caballo.

Por supuesto, también por los misterios. Porque Ángela compró el cortijo de La Unión en Rodalquilar, donde Carmen pasó su infancia. Cuando el casero le informó de quién había vivido allí, Ángela desconocía totalmente la carrera de la histórica activista, pero decidió investigarla y, treinta años más tarde, tenemos el resultado de su dedicación: “La dama roja” (Círculo Rojo, 2021). Lo que ella define como un trabajo de justicia histórica para recuperar a una escritora prohibida. Por la que también está pidiendo que se le otorgue el reconocimiento de represaliados por el franquismo y que se construya un jardín de lectura en su localidad natal, para honrarle la memoria.

De momento, ha logrado el primer paso, que se publique el libro y que volvamos a hablar de ella y de las historias también necesarias de algunas de sus compañeras: de la activista portuguesa Ana de Castro, de su hermana Catalina de Burgos, que fue su discreta mano derecha, de su hija la actriz María Álvarez de Burgos y, de refilón, de su compañero Ramón Gómez de Serna, con el que no compartían ideología, pero sí corazón. Quizá un segundo paso sería que esta biografía pase a engrosar el temario de la carrera de periodismo, de literatura y letras, que sea por fin el referente histórico y recurrente que nos truncaron durante el franquismo. Y cuando nos digan que las mujeres no podemos hacer según qué cosas, que nos remitamos a Carmen de Burgos, que ya andaba con el feminismo en boca en 1900. ∎

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