Menudo descubrimiento, madre mía. Dario Džamonja (1955-2001) fue, durante su vida, uno de los motores del underground de Sarajevo, una ciudad que nunca volvería a ser la misma después el asedio sufrido entre 1992 y 1996 durante la guerra de los Balcanes tras la desintegración de Yugoslavia.
Džamonja regresó a la capital de Bosnia-Herzegovina en 1998, tras un exilio en Estados Unidos (“Prefiero morir como escritor en Sarajevo que como cocinero en Estados Unidos”, se lee en la contraportada del libro) que es el nutriente de los relatos recogidos en “Cartas desde el manicomio” (“Pisma iz ludnice”, 2001; Sajalín, 2024; traducción y prólogo –magnífico– de Marc Casals), la primera traducción a una lengua extranjera del icono bohemio y destroyer de lo que fue la ciudad de la diversidad religiosa y cultural.
Con toneladas de rabia y muchas gotas de humor sangrante, Džamonja fija apasionantes bocados de realidad que hunden su cuchillo en la desintegración de una forma de vida, en las astillas del exilio y en las juergas etílicas en los garitos de Sarajevo y la Norteamérica profunda. Sería muy fácil reducirlo a una especie de Bukowski (presente, seguro, en “Gente de fiar”; Joan Baez se materializa en el hilarante “La noche en que cayó… la camarera”) balcánico, aunque la comparación no es desafortunada, pero en su escritura eléctrica y feroz también se pueden otear picos del dirty realism de Carver y de la furia y el desencanto con el paraíso capitalista del Limónov de “Historia de un servidor” (1981).
En todas estas “cartas” palpita el vitalismo de un escritor torrencial, incorrecto y sin pelos en la lengua, atrapado entre el desenfreno y las noches sin fin y el incontenible amor por sus hijas y su ciudad. Ojalá “Cartas desde el manicomio” solo sea el punto de partida para poder hincarle el diente al resto de obra con su firma. ∎