“Vivir con nuestros muertos” (2021), el octavo libro de la escritora y filósofa Delphine Horvilleur (Nancy, 1974), fue el que la dio a conocer en castellano. Uno de los rasgos distintivos de la intelectual francesa es su pensamiento humanista y liberal. Sus ideas han ensanchado el escenario de voces presentes en el canon judío. Desde la teóloga, autora y activista Judith Plaskow, pasando por la docente e investigadora Avital Hochstein y la académica y maestra espiritual Julia Watts-Belser, ambas rabinas, hasta la política israelí y académica Ruth Calderon. Horvilleur es periodista y estudiosa del Talmud. A los 33 años, se convirtió en la tercera rabina ordenada en Francia.
Hay que retroceder en el tiempo. En este su tercer título, “Madres, hijos y rabinos” (2015; Libros del Asteroide, 2024; traducción de Regina López Muñoz), Horvilleur recapacita sobre distintos episodios del Génesis, en particular, Adán y Eva; también, Caín y Abel, renombrados como “Todo” y “Nada-de-nada”, respectivamente, aplicando una visión abierta de la religión distante de las interpretaciones convencionales. Examina el judaísmo desde diferentes ópticas, como la mitología, la reproducción, la identidad y la pedagogía, y la sexualidad. “Lo femenino molesta porque es lo que se abre y deja espacio dentro de sí para ser fecundado por lo ajeno”.
El rigor de sus textos acostumbra a encontrar elasticidad en una llave de paso, una fina ironía que permite liberar presión emocional. A su claridad expositiva tampoco le falta un matizado humor para abordar cómo, según el judaísmo, se crea un padre, una identidad y un deseo; en otras palabras, la posibilidad de engendrar el futuro. También se muestra sagaz para repensar graves y afilados asuntos contemporáneos a partir de la tradición rabínica.
Otra cualidad en la narrativa de Horvilleur es el uso que hace de las lenguas y la polisemia, en esta ocasión del hebreo, idioma que se caracteriza por prescindir de las vocales; por tanto, un mismo conjunto de consonantes puede tener varios significados. Su talento académico se expande desde la erudición, como nutriente de un diálogo entre géneros y pensamientos encontrados, sin exclusiones. A su juicio, el encuentro con los demás es necesario. Su conocimiento de los textos bíblicos le permite releerlos desnudando clichés.
El libro dedica un apartado a la figura del converso. Para ello la autora escoge la figura de Rut. “Esta mujer moabita se casa con un hebreo y se unirá al destino del pueblo de Israel. Su identidad de nacimiento no es anodina dado que, desde el punto de vista de la ley bíblica, la define precisamente como aquella que tiene vedado este proceso”. Mientras un judaísmo tradicional recomienda no vivir demasiado con los no judíos, Horvilleur aboga por un matriarcado del judaísmo.
El desarrollo de las teorías de la ensayista es tan dinámico como fresco, cosa que le permite transitar por graníticos senderos masculinos, como los fundamentalismos, pero sin fomentar ataques vacuos. Además, la escritora, como viene siendo habitual en este texto, dispone de la rara habilidad de agitar el árbol. Distintos expertos de su país consideran que esas sacudidas renuevan la tradición judía, al unir filiación y ruptura.
Tras la lectura de “Madres, hijos y rabinos” se podría interpretar que la autora busca la falta de concreción de ser judío. De ser así, en esa tesitura, ser indefinible convierte a Delphine Horvilleur en una iconoclasta, en una magnífica destructora de dogmas. ∎