Hay una escena en “Un año de la vida de Johnsey Cunliffe” (“The Thing About December”, 2013; Sajalín, 2020) en la que el irlandés Donal Ryan (Nenagh, 1976) relata con gran tino lo que ocurre cuando un hombre se siente amenazado y, flop, sus pelotas trepan buscando cobijo en el bajo vientre. Un milagro evolutivo para preservar la descendencia y esquivar el brutal impacto de, pongamos, una bota con puntera reforzada que, en el caso del Johnsey del título, se traduce en una notable flojera y en un miedo constante que, con amenaza o sin ella, condiciona su pesarosa existencia. Para entendernos: sus huevos siempre están preparados para batirse en retirada.
Porque a Johnsey, un “granjero comemierda” para sus archienemigos y el tonto del pueblo para todos los demás, se le acaban de morir primero el padre y luego la madre y, para colmo de males, está postrado en una cama de hospital con un catéter en la picha tras una brutal paliza. Ni una pizca de suerte, vamos. “¿Cómo era posible que en la vida de un hombre solo hubiera tristeza por su padre muerto, preocupación por su madre menguante y miedo a que, todas las tardes, su enemigo de la infancia se le apareciera de repente de detrás de un estúpido monumento del IRA?”, que escribe Ryan, desde ya nuestro autor irlandés contemporáneo favorito y sobrecogedor cronista de las causas y consecuencia de la gran crisis de 2008.
Lo vimos en “Corazón giratorio” (2012; Sajalín, 2019), su estreno en España y mejor libro de 2019 para Rockdelux, y lo vemos de nuevo ahora con “Un año en la vida de Johnsey Cunliffe”, novela que Ryan escribió antes que “Corazón giratorio” y que, en cierto modo, funciona como precuela de aquella: el escenario, ese pueblo irlandés sin nombre, es el mismo, pero la cámara se detiene no entre los restos reventados de la burbuja inmobiliaria, sino en el momento en que esta empezó a recibir las primeras bocanadas de aire especulador.
Es justo ahí, en pleno boom del ladrillo, donde Johnsey estrena orfandad y, con unas entendederas bajo mínimos, deberá lidiar con el acoso de especuladores y aprovechados de la más diversa calaña. La ecuación es simple: él no quiere vender sus tierras, pero la granja es la pieza clave de una provechosa operación de recalificación urbanística, por lo que las visitas de cortesía no tardarán en degenerar en algo mucho más turbio y amenazador. De ahí, claro, lo de la paliza y el hospital, hilo más o menos conductor de este magistral relato sobre la envidia y la codicia que hurga a conciencia en los rincones más ennegrecidos del ser humano. Una novela salvaje y cruel y, al mismo tiempo, tierna y sobrecogedora, con la que Ryan tantea sus dotes como maestro de la frase subrayable y, de la mano de un personaje de los que dejan huella, trasciende los límites geográficos y temporales de la Irlanda del siglo XXI para darle un par de revolcones a la condición humana. ∎