Libro

Eduardo Halfon

TarántulaLibros del Asteroide, 2024

De niño, Guatemala. Miedos, indecisiones y preguntas locas de preadolescente. Y Regina. Y una tarántula moviéndose por la piel del antebrazo de un hombre fornido, conocido como Samuel. De adulto, Berlín y París. Miedos, literatura, certezas, croissants y aviones. El autor, que se expresa en primera persona, es un escritor consolidado. También ejerce como conferenciante y panelista. Suele responder a cuestiones tales como los procesos creativos; la importancia del arte; las relaciones entre las imágenes y las historias; la memoria; el duelo y el dolor.

Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) es un evocador de testimonios que reavivan el pasado. Nada mejor que crear dos arcos temporales para navegar en el tiempo sabiendo que habla de sí mismo, sin necesidad de construir una biografía. Una poética discursiva sostiene tanto sus pensamientos como a él mismo. Sin obviar temores y esa neblina conocida como dudas.

El autor de “El boxeador polaco” (2008) entiende que manipular es una farsa; en cambio, imaginar una vida vivida puede ser una evocación perdurable y perturbable. Guatemala se mantuvo sumida en una cruenta guerra civil, bajo la lupa de Washington, desde 1960 hasta 1996. Su familia salió del país en 1981 para instalarse en Estados Unidos. Pocos años después, el escritor, siendo un niño junto a su hermano, fueron enviados a un campamento en su país de origen para saber qué es sentirse judío entre judíos. Halfon describe aquella experiencia más como un entrenamiento militar, cargado de humillaciones, que como un día en el campo. Samuel Blum estaba al mando.

Blum aparece como una figura que se coserá a su mente como una nube tóxica hasta que mucho después se rencontrarán en Berlín. Al parecer, dedica su vida a ejercer de protector de distintas comunidades judías. El escritor tiene el presentimiento de que ante él hay un ángel exterminador.

Semanas antes, en París, el escribidor reconoce a Regina, guatemalteca y judía como él, con quien compartió la experiencia del campamento. Ella ejerce de abogada, cruzan unas breves palabras y se citan al día siguiente en un pequeño café. “Me preguntó por mi familia, por mi hijo, por mis estudios, por mis libros, por esa supuesta relación de fuga que aún tengo con mi país de origen y con el judaísmo”.

Ambos encuentros tejen una narrativa, ágil y alambicada, en función de las emociones, que obliga a Halfon, entendido como un componente más del relato, a indagar en la búsqueda del sentido de la pertenencia y la identidad. Empecé a contarle a un grupo de becarios y académicos alemanes boquiabiertos de la vez, a los trece años, yo había sido prisionero en un falso campo de concentración nazi”. La reflexión, como elemento descriptivo, no evita, sino que favorece de manera natural la injerencia del pasado en el presente.

El autor centroamericano sabe expresarse sin tremendismos. El dominio que muestra de los ritmos narrativos le permite mirar dentro de sí mismo y expresarse desde las emociones y la distancia. En las páginas de “Tarántula” hay espacio para lecturas amables y heroicas. Juan Sandía, el jardinero y chófer del abuelo, y el polaco Janusz Korczak, el educador y pedagogo, ejecutado por el infierno totalitarista instalado en Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial, son ejemplos de bonhomía y respeto.

Eduardo Halfon se instala en su propio imaginario, y así se sume –como canta Natalia Lafourcade– hasta la raíz, para contar un imperecedero pasaje de su infancia, expresado como una marca vital de saberse judío y guatemalteco. ∎

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