En uno de los momentos más emotivos de “La maravillosa Sra. Maisel” (Amy Sherman-Palladino, 2017-2023) suena “How Do I Get To Carnegie Hall?” de Sparks sobre el rostro de Midge (Rachel Brosnahan), y el tema parece proyectarse como impulso fabulador en lo nuevo de Amy Sherman-Palladino –también artífice de “Las chicas Gilmore” (2000-2007), aquí comparte el crédito de creación con su pareja Daniel Palladino, con quien ha trabajado en las series ya citadas–, ambientado esta vez en el mundo de la danza (Amy fue bailarina desde los 4 años): la vibración o el estado nebuloso de la actuación en escena, cuando se deja atrás lo falible, lo insoportable de uno mismo –los pasos en falso, los tropiezos– y sucede algo indecible, entre la ligereza y la gravedad.
Sin embargo, tal vez por una premisa narrativa que la encorseta, “Estrella” (2025-) padece desequilibrios y un ritmo forzado hasta que, a partir del cuarto episodio, empiezan a aparecer los planos y escenas que al fin toman vuelo. Le Ballet National de París y el Metropolitan Ballet Theater de Nueva York atraviesan una época de crisis tras el COVID y por el impacto de las redes sociales, que han agudizado el déficit de atención y el desinterés hacia los tiempos clásicos de espectáculos como el ballet. Geneviève Lavigne, la directora parisina –interpretada por Charlotte Gainsbourg– propone entonces a su homólogo estadounidense, Jack McMillan (Luke Kirby, conocido por su papel como Lenny Bruce en “... Maisel”), un intercambio de estrellas entre ambas compañías durante una temporada. Así, la gran estrella francesa, la irascible Cheyenne Toussaint (Lou de Laâge), viaja a Nueva York contra su voluntad, y el excéntrico coreógrafo Tobias Bell (Gideon Glick) –acaso el mejor personaje– se traslada a París.
La serie despliega una compleja producción entre dos ciudades, con numerosos personajes y bailarines profesionales, pero tarda en encontrar su tono y abusa de un humor artificioso y poco inspirado. No es hasta el cuarto episodio cuando vemos ensayos y escenas de ballet con verdadera propiedad, pero es desde ahí cuando se pone en marcha su motor –un gran tema de los Palladino–: la búsqueda de aquello que empuja, eleva y justifica una disciplina artística.
En ese sentido, y más allá de los diálogos y réplicas enérgicas, vivaces, chispeantes, el toque Palladino también aparece cuando abordan un hecho dramático con sutileza emocional, dando un par de pasos hacia atrás o adoptando una posición lateral. Cuando Cheyenne sufre, por primera vez en su vida, un desliz –un pequeño tropiezo en escena– lo presenciamos desde el punto de vista de Jack, que está en su despacho, hablando por teléfono, mientras observa la función de “El cascanueces” en un pequeño monitor. Todo el temblor del momento se traslada entonces al rostro de Jack y a su brusco cambio de ritmo y energía, consciente de la repercusión del incidente (un terremoto que todo lo sacude y transforma) para la bailarina.
Así, la carga emocional de la ficción acaba impregnando a sus personajes y generando asociaciones internas y emotivas, como las que vinculan a Jack con el veterano director Nicholas Leutwylek (David Haig). Todo el peso del desliz subyace en la actuación de Cheyenne bailando “I Married Myself” (con Sparks en escena) para sí misma, para su propio rigor. Esa es la idea que atraviesa la reflexión sobre los procesos artísticos en “Estrella”.
La escena más representativa –y especular– de la forma imperfecta y desproporcionada de la serie es aquella en la que Tobias detiene una función en directo y sube al escenario para ensayar con los bailarines, tomándose el tiempo necesario hasta alcanzar la coreografía deseada. Algunos de los momentos más bonitos de la serie se encuentran en los montajes de los créditos finales, con planos de los ensayos de los bailarines.
Esa interrupción de Tobias y los ensayos en vivo generan una gran expectativa ante las pantallas, según el aire ensoñador –desplazado o fuera de su tiempo– que caracteriza las ficciones de los Palladino. Para que brote algo maravilloso, para que surja la ligereza, es necesario pasar antes por un control repetitivo, árido, mecánico, incluso pesado. Moviéndose entre dos ritmos –el del método cerrado, que exige su tiempo, y el del encuentro inesperado, fulminante–, emerge, desde el inconformismo frente a la inercia establecida, la posibilidad y la potencia de un cambio de marcha, de un cambio de ritmo que lo deja todo atrás a su paso.
Pese a que había un acuerdo inicial para la producción de dos temporadas, Amazon, alegando que la serie es demasiada cara para su número de espectadores, ha decidido cancelar “Estrella”. ∎