El cambio no es tan radical por dos cosas. Jessica Lange, protagonista de “American Horror Story”, interpreta a Crawford, y le otorga un semblante igual de inquietante, aunque también patético (Susan Sarandon hace lo mismo con Davis: el primer plano en el que se maquilla de manera exagerada, con el desmesurado rojo carmesí de los labios sobre la excesiva base blanquecina en el rostro, es cruel y de lo mejor de la serie). Y uno de los temas de
“Feud: Bette And Joan” es el horror a los estragos del tiempo en la carne, algo con lo que deben convivir Crawford y Davis, en su caso de manera más lacerante, ya que fueron admiradas y han vivido de su imagen, como convivían las víctimas de la cirugía estética en “Nip/Tuck”.
La serie tiene una estructura clara. El primer episodio describe el nacimiento del proyecto, con Crawford, Davis y Aldrich a la búsqueda de un éxito que los resitúe en el Hollywood cambiante de los primeros sesenta. El segundo capítulo se centra en el rodaje: una lucha de egos, un juego brutal de egoísmo y, también, de supervivencia. El tercero es un interludio familiar: Crawford y Davis son madres solteras en un mundo que rechaza esta consideración. El cuarto atañe al estreno, un éxito inesperado. Los cuatro restantes muestran lo que ocurrió después de los avatares de Baby Jane y Blanche Hudson y la carrera posterior de Crawford y Davis: la pantalla que escupe las imágenes del gran guiñol de Aldrich les devuelve, transfigurada, la injusta y lacerante realidad de toda estrella del viejo Hollywood en el ocaso de su carrera. ∎