La interesante zona de crecimiento de Jonathan Glazer.
La interesante zona de crecimiento de Jonathan Glazer.

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Jonathan Glazer, el horror como abstracción

La reciente “La Zona de Interés”, cuarta película del británico Jonathan Glazer, ha supuesto una potente apuesta formal que invita a revisar su magistral obra previa como director de clips musicales. Sin duda, hablamos de uno de los más brillantes especialistas en dicho formato.

Nadie nos había preparado para el brutal arranque de “La Zona de Interés” (2023; en España, 2024), una inmersión abstracta en el horror del Holocausto desde una pantalla en negro donde retumba la sombría composición musical de Mica Levi. Un prólogo que anticipa hasta qué punto el cuarto largometraje de Jonathan Glazer se construye desde una propuesta formal que se distancia del resto de ficciones en torno al Holocausto. El director arma su dispositivo desde un claro precepto teórico. Estamos ante la primera película de ficción que, además de asumir la condición inefable del horror, se plantea poner en escena la Shoah desde el concepto de la banalidad del mal de Hannah Arendt, con todas las decisiones temáticas y formales que eso implica, desde la distancia respecto al retrato de la vida cotidiana de los protagonistas, el comandante alemán Rudolf Höss (Christian Friedel) y su esposa Hedwig (Sandra Hüller), hasta el uso del fuera de campo y de los efectos sonoros.

“La Zona de Interés” es tan solo el cuarto largometraje de Jonathan Glazer desde que debutó en el cine en el año 2000 con “Sexy Beast”. Como otros directores que se dieron a conocer en este tránsito del siglo XX al XXI, el británico se había fogueado en el mundo del videoclip y de la publicidad, contribuyendo junto a Spike Jonze, Michel Gondry y Chris Cunningham, entre otros, a forjar la edad de oro del videoclip de autor. Un repaso a sus obras en estos formatos nos permite visualizar las inquietudes que después amplía, recupera o perfecciona en sus películas.

“La Zona de Interés”: la banalidad del mal.
“La Zona de Interés”: la banalidad del mal.
También como esos colegas, Glazer dispone además de una larga carrera en el mundo de la publicidad, donde firma numerosos anuncios de serie A, es decir, para grandes marcas, con presupuestos excepcionales, actores de prestigio –Denis Lavant, Samuel L. Jackson, Nicolas Duvauchelle o Zbigniew Zamachowski– y cierta ambición y libertad creativa. En muchos de ellos apunta algunas de sus inquietudes recurrentes, como la batalla victoriosa de un cuerpo humano, habitualmente masculino, frente a un entorno que lo desafía o que le resulta hostil, una idea que concreta en su vertiente más atlética, casi sobrehumana, en algunos de sus anuncios más famosos, como el mítico “Odyssey” (2002) para Levi's o “Swim Black” (1998) y “Surfer” (1999) para Guinness, pero que también elabora desde la energía bruta y tendiente al caos en uno de sus spots menos conocidos y más brillantes, “Lamppost” (1998) para BT, puntuado por el brutalísimo “Theme”, de PiL. En “Dreamer” (2011), igualmente para Guinness, se atreve a moldear uno de sus universos pesadillescos marcados por el absurdo que también veremos en algunos clips y que sublima en su corto “The Fall” (2019).

Massive Attack: “Karmacoma” (1995).

En 1995, debuta en el videoclip con dos obras emblemáticas, “Karmacoma”, de Massive Attack y “The Universal”, de Blur. En ambos casos, nos encontramos con un joven director rindiendo tributo a uno de sus cineastas de referencia, Stanley Kubrick, a partir de homenajear dos de sus títulos más conocidos, respectivamente “El resplandor” (1980) y “La naranja mecánica” (1971). Las dos obras, pastiches muy bien elaborados y llenos de referencias –en “Karmacoma”, guiños también a “Pulp Fiction” (Quentin Tarantino, 1994) y “Barton Fink” (Joel y Ethan Coen, 1991)–, no dejan de parecer el sueño húmedo de un estudiante de comunicación audiovisual con un presupuesto de lujo, aunque en el caso del clip de Blur hay que reconocer que el grupo disfruta de lo lindo metiéndose en sus papeles de drugos.

Blur: “The Universal” (1995).
El propio Glazer considera su primer trabajo personal “Street Spirit (Fade Out)” (1996), su tercer vídeo y primera colaboración con Radiohead, una pieza que, esta vez sí, se erige como un ejercicio que recoge el espíritu del grupo y la canción al tiempo que funciona como obra audiovisual con carácter propio. Con el exitoso “Virtual Insanity” (1996) para Jamiroquai destaca con otro de los hitos propios de la era del videoclip de autor. Frente al modelo hegemónico de clip sobreproducido, hiperfragmentado y espectacularizado, explota una idea simple en un escenario (cuasi) único desarrollada desde un encuadre mayormente fijo para acabar alcanzando los mismos objetivos y proporcionando la misma satisfacción que los clips convencionales: fijar una imagen icónica del artista a través de una exaltación dinámica de su performance musical.

Jamiroquai: “Virtual Insanity” (1996).
En cambio, su clip al servicio de “Into My Arms” (1997), uno de los temas más conmovedores de Nick Cave And The Bad Seeds, peca de obviedad tanto en su uso en exceso solemne de una fotografía digital en blanco y negro tenebrista como en el recurso fácil de los rostros de personas diversas llorando. Sus dos obras maestras en este campo, “Karma Police” (1997) y “Rabbit In Your Headlights” (1998, forman una especie de díptico. Son trabajos para grupos casi hermanos, Radiohead y UNKLE respectivamente, y en ambos casos seguimos en tiempo real a un personaje hostigado por uno o varios coches que acaba rebelándose contra su situación. Cada una a su manera, las dos piezas transmiten un profundo sentimiento de angustia desde la generación de una atmósfera de terror casi abstracta, algo insólito en el mundo del videoclip.

Radiohead: “Karma Police” (1997).
En “A Song For The Lovers” (2000) juguetea con el propio planteamiento de la canción: el tema suena en el escenario diegético del clip, la suite de un hotel, y Richard Ashcroft interactúa con él como oyente que lo tararea, interrumpe o lo solapa con sus conversaciones, en un trabajo enriquecido con la dimensión sonora de un videoclip que ya había llevado a cabo en “Rabbit In Your Headlights” y ampliará en sus largometrajes. Glazer firma solo dos vídeos más desde su debut en el cine, “Live With Me” (2006), de nuevo para Massive Attack, una incursión en un naturalismo más propio de cierto drama social típicamente británico que sigue la caída en el abismo de una mujer alcohólica, y “Treat Me Like Your Mother” (2009), revisión con gracia pero sin más de un cierto imaginario del wéstern para The Dead Weather. El propio director ha declarado que ya no encuentra las mismas condiciones propicias para rodar clips que existieron en ese momento glorioso de finales de los años noventa cuando, más allá de su función promocional, el videoclip funcionó como un territorio de experimentación artística y cultivo del talento para una nueva generación de directores que después se pasaron al cine. ∎

Mundo Glazer



“Sexy Beast” 
(2000)

El emblemático inicio de su ópera prima parece elaborar las ideas en torno al encuadre y las piscinas esbozadas en uno de sus primeros cortos, “Pool” (1994). Glazer debuta en la gran pantalla celebrando la tradición típicamente británica de un cine de gánsteres, con un Ray Winstone que demuestra cómo un inglés barrigón con moreno gamba en la Costa del Sol puede resultar cool y con un Ben Kingsley como malvado emblemático. Por cierto, a ningún otro director le gusta tanto descamisar a sus actores, en todos los formatos, como a Jonathan Glazer.


“Reencarnación” 
(2004)

Los surrealistas hubieran adorado este drama de exquisita textura –Harry Savides firma la cálida fotografía de ese Nueva York en otoño/invierno– y trasfondo perturbador. No por casualidad, Glazer contó con la colaboración de Jean-Claude Carrière, guionista de Luis Buñuel, para armar el relato en torno a un niño de diez años (Cameron Bright) que declara ser la reencarnación del marido muerto de la protagonista (Nicole Kidman), a punto de casarse de nuevo. El amor más allá de la muerte como posibilidad en la que creer.


“Under The Skin” (2013)

A partir de un relato típico de ciencia ficción, un alienígena toma forma humana femenina (Scarlett Johansson) a fin de capturar hombres que alimenten su especie, Glazer depura los códigos del género y lo convierte en un espacio para la experimentación plástica, sobre todo en esas hipnóticas secuencias en que combina cierta pulsión abstracta con una deconstrucción literal de los cuerpos bajo la inspiración pictórica de Francis Bacon. En este caso, la protagonista adquiere una dimensión humana a partir de la conciencia del propio cuerpo y de la asunción de su vulnerabilidad. Una de las obras maestras más fascinantes de lo que llevamos de siglo.


“La Zona de Interés” 
(2023)

Con la novela homónima de Martin Amis de 2014 como lejano punto de partida, Glazer desarrolla su película sobre el Holocausto llevando un paso más allá alguna de sus constantes, como el trabajo creativo con una dimensión sonora que aquí se utiliza para hacer presente el horror fuera de campo o el seguimiento quirúrgico de las rutinas cotidianas de los protagonistas y el análisis del espacio por el que se mueven, en el título de su filmografía que mejor destila la herencia de Stanley Kubrick. ∎

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