Cómic

Julio César Pérez

Cartas a VincentLibros del Zorro Rojo, 2024

En los últimos años, el cómic parece abonado a las biografías de artistas de todo pelaje, lo que genera, claro, cómics de calidad discutible y encargos sin ambición que, por higiene, no mencionaremos; pero también obras audaces que reclaman un espacio que se encuentra mucho más allá de la enumeración (autorizada) de datos de carácter hagiográfico, y aquí sí que recordaremos libros de indiscutible valor, como la adelantadísima a su tiempo “Las meninas” (Astiberri, 2014) de Santiago García y Javier Olivares, o “Andy” (Reservoir Books, 2018), el monumental retrato de Warhol compuesto por el dibujante Typex. En esta segunda categoría se encontraría “Cartas a Vincent”, de Julio César Pérez (Barcelona, 1974), el trabajo que nos ocupa en esta pieza, aunque tendría que vadear un par de inconvenientes: no se trata de la biografía de un artista, sino la del hermano del mismo (y hablar de biografía también es aventurado); de postre, todos los hechos que presenta son, como nos desvela su propio autor, “rigurosamente inventados”.

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Estas minucias no detienen a Pérez –autor de “El fin del gran arte” (2021)– para hacer lo que toda biografía de un artista debería, a nuestro juicio, hacer: hablar de arte. La extensa correspondencia mantenida a lo largo de los años entre Vincent van Gogh y su hermano Theo es utilizada como espejo por el barcelonés para, por una vez, convertir a este último en la voz protagonista de la saga familiar. Si bien las cartas escritas por Vincent han sido estudiadas, traducidas y publicadas hasta la saciedad, las respuestas de Theo permanecen inéditas. Espacio suficiente para ser explorado por Pérez, que da vueltas en torno a cuál es el objeto último de la obra artística, su indisolubilidad del creador, el negocio que se establece a su alrededor y el canon artístico occidental moderno. Y todo, como no podía ser de otra forma, sin llegar a ninguna conclusión. “Cartas a Vincent” es un cómic imaginado a través de aguadas leves y etéreas, pero también hay plumilla rotunda que no renuncia a los tachones ni las salpicaduras. Y además es un retrato de una época efervescente, la del París de las vanguardias, poblada por artistas que, cuando se pelean, juran en catalán. Porque la obra de Pérez es trágica, y, por tanto, humorística: personajes que gritan mucho y que gesticulan más, pero a los que los acompaña la angustia ante la soledad y la muerte, con citas visuales a Carl Theodor Dreyer. Un artefacto extraño (y refrescante) en nuestro panorama editorial, más habituado a ofrecer biografías que, como decíamos al principio, tienen más en común con las viejas “Selecciones” del ‘Reader’s Digest’ que con cualquier otra cosa. ∎

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