El que pierde tiempo gana espacio. Y, habitualmente, quien lo hace rechaza las normas establecidas, adopta estéticas particulares, comportamientos alejados de las convenciones y se entrega a filosofadas exóticas y/o a la autoexpresión. Una visión despreocupada de la vida, para experimentar el placer fugitivo de la circunstancia, a mitad del camino entre el desvío y la subversión. “¿Trabajo de oficina? Eso es la muerte por asfixia”, leemos aquí.
“West 11” ( “The Furniture Room”, 1961; Colectivo Bruxista, 2023) es la primera novela de Laura Del-Rivo (1934-2022). Un resumen perfecto de un instante de profundo cambio social. La autora nació en una familia de clase media en uno de los infinitos suburbios residenciales de Londres y permaneció atada a él a base de empleos soporíferos hasta que descubrió la agitación del Soho londinense.
Junto a Colin Wilson, Bill Hopkins y Alexander Trocchi formaron su particular colectivo literario en North Kensington, de funcionamiento casi comunal, en el que el intercambio de manuscritos era constante, explicó la autora en una de sus últimas entrevistas. Fueron pioneros y desencadenantes inmediatos del proceso transformativo contracultural británico. Para entendernos, por ejemplo, Jeff Nuttall publicaría el primer número de su revista ‘My Own Mag’ dos años después del debut de Del-Rivo y su “Bomb Culture” no llegaría hasta el 68. “The Furniture Room” fue adaptada al cine por Michael Winner en 1963 como “West 11”, el nombre que ahora ha adoptado su primera traducción al español.
El escepticismo siempre produce esa clase de juventud hastiada que desdeña todas las instituciones y creencias. El protagonista, Joe Beckett, deambula por el subsuelo de un Londres de posguerra; clubes de jazz, cafés y bares inmundos. Un submundo intelectual de artistas de todas disciplinas, malviviendo y abrazando el existencialismo. Un Londres desaparecido del que ya solo quedan crónicas como las de Laura Del-Rivo o las de Terry Taylor, también recuperado por el Colectivo Bruxista.
Edward Bunker escribió que aprendió de Sartre que el existencialismo era una cuestión tan visceral como intelectual y que alcanzar esa comprensión visceral requería penetrar en la náusea de la existencia. Joe ha perdido la fe y el trabajo –más que perdido, provocado el despido– y se entrega a su particular deriva londinense. Una versión estilizada y bohemia del paseante, aunque menos errante que la de hobos americanos como Tom Kromer y su “Nada que esperar” (1935; Sajalín, 2015) o Jim Tully y su “Buscavidas. Recuerdos de un vagabundo” (1924; Jus, 2017). Más flâneur. Y también menos cargante que los sobados beats.
Joe Beckett es consciente de sus propios impulsos, violentos y sexuales. “West 11” hasta tiene aires de novela kitchen sink, en versión sureña. Menos ruda y con menos conciencia de clase que los “jóvenes airados” del norte, pero con el mismo ímpetu o necesidad de canalizar toda la angustia adolescente. Pero el libro de Laura Del-Rivo es diferente. Súbitamente aparca todos sus razonamientos varios para convertirse casi en una novela negra cuando Joe conoce a Dick Dyce, un oscuro buscavidas que le propondrá un negocio.
Fascina Del-Rivo como lo hacen todas las personas que, por voluntad propia, decidieron mantener una relación discreta con la posteridad. Se apartó del corrillo intelectualoide. Apenas escribió más: “Daffodil On The Pavement” en 1967 y no volvió a hacerlo hasta 2004, con “Speedy And The Queen Kong”. “Where Is My Mask Of An Honest Man?”, un libro de cuentos, acabaría con su producción bibliográfica en 2013. Durante años y hasta sus últimos días regentó una parada de ropa de segunda mano y todo tipo de trastos en el mercado de Portobello. ∎