El crítico, sonidero y doctor Luis Lapuente (Madrid, 1957) –colaborador de Rockdelux– concluye este año, al menos en principio, su trilogía sobre el soul tras “El muelle de la bahía. Una historia del soul” (2015) y “La tierra de las mil danzas. Los grandes del soul” (2020). Respecto al libro previo aparecen nuevos artistas que, de primeras, podrían no aparentar ser tan canónicos del género como en realidad son. Algunos ejemplos: Sister Rosetta Tharpe, Little Willie John, Lloyd Price, Clarence Carter, Jimi Hendrix, Gil Scott-Heron o Kool & The Gang. Del viejo blues al siglo XXI, pasando por el rock, el góspel o el funk sin perder nada de alma.
Del triunvirato conformado por Aretha Franklin, Marvin Gaye y Curtis Mayfield selecciona un par de capítulos por corona. Y los nombres a los que más páginas dedica son indiscutiblemente enormes e influyentes: Sam Cooke, Ray Charles, Nina Simone, James Brown, The Impressions, The Temptations, Aretha Franklin, Isaac Hayes, Sly & The Family Stone, Curtis Mayfield, Al Green, Allen Toussaint, Lauryn Hill y Stevie Wonder, ¡ese niño prodigio con capítulo y página extra, designado por el autor como “la obra cumbre del soul”!
El álbum grabado en el festival Wattstax, reconocido como “el Woodstock negro”, originalmente disponible en el doble LP “Wattstax. The Living Word” (1972), también tiene sus correspondientes cuatro páginas dedicadas a contextualizarlo, como el resto de genios aparecidos en el párrafo anterior. Este último es a su vez uno de los tres recopilatorios que aparecen en el libro, junto a “Hitsville USA. The Motown Singles Collection 1959-1971” (1992) y “The Philly Sound. Kenny Gamble, Leon Huff & The Story Of Brotherly Love (1966-1976)” (1997). Obviamente, tambien pertenece al epígrafe de grabaciones en directo, como las selecciones de Ray Charles, Donny Hathaway, Aretha Franklin –con su insuperable “Amazing Grace” de hace medio siglo–, Betty Wright y Beyoncé: ¿hiperbólica diva del soul contemporáneo? En este punto convendría señalar que, si bien los compilatorios apellidados “essential/ultimate collection”, “the very best of…”, “anthology” o “all-time golden/greatest hits” son un atajo o destilado, sus ediciones físicas suelen dejar mucho que desear, no así los extensos boxsets, como los de Aretha Franklin, James Brown, Marvin Gaye, Sam Cooke, The Drifters, The Isley Brothers y The Temptations. Parecería más atractivo bucear en los destacables trabajos de estudio, algo menos de la mitad de los escogidos aquí, con su diseño propio y créditos únicos.
Ellas –de Ann Peebles a Amy Winehouse, pasando por Etta James o Gladys Knight & The Pips, entre otras muchas– siguen siendo minoría, aunque un cuarto del escrutinio comienza a ser digna cuota paritaria sin forzar una historia intrínsecamente masculina. Por cierto, Winehouse es la única protagonista blanca en la película que nos ocupa.
Y si hablamos de música negra en el cine, cómo obviar el blaxploitation ejemplificado por Curtis Mayfield en “Super Fly” (1972), aunque de Isaac Hayes y “Shaft” (1972) también escriba. Tras un prólogo de Javier Ojeda, se exhibe un guion enmarcado en la segregación racial con citas bibliográficas, sellos discográficos y estudios de grabación míticos, localizados en torno al Cinturón Bíblico de los Estados Unidos, con apasionantes predicadores, productores, revelación de secundarios, compositores blancos e intérpretes negros intentando abarcar lo imposible con los 100 álbumes (+1) “necesarios para empezar el festín” y sendas alternativas –denominadas “Más madera”– a pie de página “para el aficionado hambriento”. ∎