“Magnolia” (1999; en España, 2000) es tan deslumbrante y abrumadora visualmente que hasta que no acaba no te das cuenta de que las tres horas que
Paul Thomas Anderson se ha sacado de la chistera tienen mucho de esteticismo, artificio y virtuosismo sin sentido: no desarrolla los personajes (y cuando lo hace cae en cada topicazo...), está más preocupado por cómo hacer los planos que por lo que tiene que haber dentro, y ante la duda de cómo terminar un filme interminable lanza una plaga bíblica y se queda tan pancho. ∎