Cate Blanchett, Tyler Perry, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence: sátira del fin del mundo.
Cate Blanchett, Tyler Perry, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence: sátira del fin del mundo.

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“No mires arriba”: el apocalipsis es ahora

En esta ambiciosa película de Netflix, desde hoy en salas y desde Nochebuena en todas las casas, Adam McKay, director de “El vicio del poder”, abraza de nuevo sus raíces cómicas sin dejar de creer en el poder del cine para cambiar el mundo. O incluso salvarlo: “No mires arriba” es una sátira desesperada sobre la incapacidad de políticos, medios y un ciudadano distraído para comprender la magnitud de la catástrofe: el fin del mundo.

Adam McKay empezó en una clase de arte, de comedia, cuya relación con la realidad resultaba casi tangencial. Ya como parte de la troupe improvisatoria Second City, cofundador del grupo experto en bromazos públicos Upright Citizens Brigade o guionista jefe de “Saturday Night Live” (entre 1997 y 1999), su pasión fue, sobre todo, explorar las regiones más histéricas de la absurdidad. En el programa de Lorne Michaels encontró a un perfecto aliado, el cómico Will Ferrell, con el que acabaría urdiendo una ristra de sublimes comedias memas: “El reportero. La leyenda de Ron Burgundy” (2004), “Pasado de vueltas” (2006), “Hermanos por pelotas” (2008; lanzada ya con Gary Sanchez Productions, la compañía que cofundó con Ferrell), “Los otros dos” (2010) y la (algo inferior) secuela de la primera, “Los amos de la noticia” (2013).

Había cierto análisis de los medios en “El reportero”, situada en unos rancios años 70 en los que, como decía una orgullosa voz en off, “solo a los hombres se les permitía leer las noticias”.  E incluso se podía leer “Pasado de vueltas” como metáfora del rifirrafe entre Estados Unidos y Francia por la guerra de Irak. Pero en ambos casos la sátira política aparecía muy entre líneas, sepultada entre chistes ridículos. El clímax de “El reportero” es una batalla campal entre equipos de noticias en la que “West Side Story” (Robert Wise & Jerome Robbins, 1961) se mezcla con las bromas visuales del tridente ZAZ y las mutilaciones de Monty Python. Y en la segunda, destaca la estampa de Jean Girard (Sacha Baron Cohen; un Chirac convertido en piloto de Nascar) conduciendo mientras lee “El extranjero” (1942) de Camus en lo que parece una edición Gallimard.

Para el convencido demócrata socialista McKay, los detalles se acabaron quedando cortos y, progresivamente desligado de Ferrell, decidió transformarse en cronista satírico del turbocapitalismo y la deriva republicana contra la razón. En “La gran apuesta” (2015) dramatizó con éxito, sin perder del todo la sonrisa, los hechos que condujeron al crac financiero de 2008. Lo informativo no quitaba lo divertido y glamuroso: en una memorable demolición de la cuarta pared, Margot Robbie (como Margot Robbie) explicaba bonos hipotecarios e hipotecas subprime mientras tomaba champán en un baño de burbujas. Bastante más severa resultaba “El vicio del poder” (2018), un biopic del exvicepresidente Dick Cheney en el que McKay no acertó con los hechos ni la forma de presentarlos, demasiado dispersa e histérica. Tampoco debe pasar por alto su labor de productor ejecutivo en la serie de HBO “Succession” (2018-), de la cual dirigió también su episodio piloto, marcando el tono de esta vitriólica mirada a los engranajes y la degeneración endogámica del poder.

En la ambiciosa “No mires arriba” (2021), que Netflix estrena hoy en salas y lanzará online en Nochebuena, McKay reniega menos de sus raíces en la comedia sin dejar de ser todo lo político posible. En algún lugar entre una “Armageddon” (Michael Bay, 1998) en clave (aún más) bufa y “Melancolía” (Lars von Trier, 2011), básicamente por cierto clímax alrededor de una mesa, esta sátira de catástrofes trata de arrojar luz sobre lo que McKay ha llamado “la noticia más importante en la historia de los simios erguidos”; es decir, el cambio climático y sus efectos derivados.

La comedia preocupada de Adam McKay.
La comedia preocupada de Adam McKay.

Leonardo DiCaprio, conocido activista ecologista, y Jennifer Lawrence, la propia Madre Tierra en “Madre!” (Darren Aronofsky, 2017), son dos astrónomos de la Universidad Estatal de Michigan que descubren que un cometa (destructor de planetas, nada menos) se acerca con ferocidad a la Tierra. Cuando tratan de informar a altos políticos y medios serios, nadie parece escucharles con atención. La presidenta Janie Orlean (Meryl Streep) pasa de mirar arriba, aunque su evidente inspiración, Donald Trump, sí que es de mirar a las alturas y en el momento menos adecuado: durante un eclipse solar. Tampoco se preocupa mucho su hijo (y jefe de Gabinete de la Casa Blanca) Jason, o Jonah Hill bordando a Donald Trump Jr.

En cuanto a los medios, la misma (casi) indiferencia. Tanto por parte de los presentadores de un programa matinal tipo “Morning Joe” de MSNBC, (deliberadamente) irritantes Tyler Perry y Cate Blanchett, como por los periodistas en principio más serios de un falso ‘The New York Times’ en el que reina una equidistancia peligrosa.

Incluso en una primera mitad entregada a la sátira desatada, “No mires arriba” destila una tristeza desesperada. Es la tristeza de hacer scroll en Twitter y observar cómo pequeñas y grandes tragedias se relativizan rápidamente en forma de chistes o memes sin gracia alguna. O cómo el ruido insistente del contenido infinito sepulta los mensajes que de verdad importan: por ejemplo, que el mundo se acaba. En el filme de McKay, la ruptura entre la popstar Riley Bina (Ariana Grande) y DJ Chello (Kid Cudi) resuena con más fuerza que el fin del mundo. Y el ciudadano medio parece confiar en la Big Tech para vivir tranquilo, o como propone el gurú encarnado por Mark Rylance, “la vida sin el estrés de vivir”

Kid Cudi y Ariana Grande, romance pop.
Kid Cudi y Ariana Grande, romance pop.

Según ha explicado en un reciente perfil en ‘Vanity Fair’, McKay escribió el guion hace dos años “más furiosamente que en cualquier otra ocasión”, y eso que ya redactó “El vicio del poder” bajo la influencia de la guerra de Irak y el ascenso del republicanismo moderno. Esa urgencia es la principal virtud de “No mires arriba”, como quizá, también, su problema: demasiado larga y a ratos desenfocada, algo irregular en su eficacia satírica, se habría beneficiado quizá de procesos de escritura y de montaje más extensos. Lo mejor parece el final hasta que, en realidad, aparece otro final, una coda inútil que desdibuja la pegada de la secuencia más emotiva.

Igual lo único que le falta a “No mires arriba” es Ferrell: su presencia y su influencia. Algo mágico sucedía cuando esos amigos trabajaban juntos. Por desgracia, es algo que no parece que vaya a volver a pasar, tal como explica en la entrevista de ‘Vanity Fair’. Su relación creativa ya pasaba por momentos frágiles cuando McKay decidió no contar con Ferrell como Jerry Buss (exdueño de los Lakers) para un nuevo proyecto de serie para HBO y fichar en su lugar a John C. Reilly, en principio por cuestiones de parecido físico. Ferrell soñaba con ese papel y ahora no le devuelve las llamadas. Otra señal más de que el mundo se acaba. ∎

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