Las dos primeras temporadas giran alrededor de unos conceptos inamovibles a partir de diversas tramas y subtramas ubicadas en París, Damasco, Teherán o Argelia, con infiltrados franceses, agentes rusos, estadounidenses, sirios y argelinos, yihadistas y salafistas. Algunos de estos conceptos son la equiparación entre el infiltrado y quien ejerce una doble vida como adúltero; la idea de que un espía engaña y finge, mientras que un topo sublima el engaño; la diferencia entre seguridad y vigilancia; la mentira y el fingimiento permanente generan desconfianza en uno mismo; la información se produce, se vende, se compra y no tiene conciencia política. El superior del departamento, Duflot (Jean-Pierre Darroussin), que pasa de las corbatas muy llamativas a las más discretas a medida que se deteriora su relación con Malotru, argumenta que la deslealtad es como una bomba de fragmentación.
Pero Rochant se detiene también en la cotidianidad (las pausas fumando en el exterior de las dependencias, las charlas junto a la máquina del café) y escarba en la imposibilidad de volver a ser el que uno fue antes de infiltrarse. Tiene también toques ligeros: los nombres en clave (Malotru, Phénomène, Cyclone) están tomados de los insultos tintinescos del capitán Haddock. ∎