Serie

Painting With John

John Lurie(T1, HBO)
https://assets.primaverasound.com/psweb/zjl5n86h1kvo7noa2gg4_1614706680258.jpg

Es increíble lo rápido que pasa el tiempo para los que hace ya años que lucimos canas. Quienes hemos conocido a John Lurie en todo su esplendor nos vemos sorprendidos por la necesidad de tener que explicar a las nuevas generaciones quién es: actor, saxofonista y pintor, esencial en la escena independiente de finales del siglo XX. Porque la obra de Lurie, que actualmente vive en una isla del Caribe sin identificar, merecería no solo ser recordada en la actualidad, sino resultar vigente e, incluso, influir en el rumbo futuro de la música o, al menos, del jazz del siglo XXI.

Lurie era una estrella de aquel underground en el que convivían Philip Glass y Laurie Anderson con Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat, y Julian Schnabel y Jim Jarmusch con Robert Mapplethorpe y Richard Serra; o James Chance y Glenn Branca con Patti Smith y David Byrne. Un totum revolutum cultural extremo. John Lurie era saxofonista, fundador junto a su hermano, el pianista Evan Lurie, de una de las bandas esenciales de aquel momento, The Lounge Lizards, combo revolucionario y renovador del género (en la estela de Albert Ayler, Ornette Coleman o Sun Ra), por el que pasaron infinidad de personajes como Marc Ribot, Anton Fier, Arto Lindsay o Roy Nathanson. Pero Lurie fue también actor en las primeras películas de Jarmusch –“Permanent Vacation” (1980), “Extraños en el paraíso” (1984) y “Down By Law (Bajo el peso de la ley)” (1986)– y, entre otros filmes, también intervino en “Paris, Texas” (1984), de Wim Wenders, y en “La última tentación de Cristo” (1988), de Martin Scorsese, así que su presencia era ubicua en todo lo que fuera cultura de vanguardia. En 1991, además, creó, dirigió y protagonizó una miniserie documental de televisión, “Fishing With John”: seis capítulos en los que Lurie, a quien atrapar peces no le interesa lo más mínimo, invitaba a ir de pesca a algunos de sus amigos: Jim Jarmusch, Tom Waits, Matt Dillon, Willem Dafoe o Dennis Hopper (con este, dos programas, en busca del calamar gigante en aguas tailandesas).

https://assets.primaverasound.com/psweb/253mduenvxl8vnoj865r_1614707265954.png

¿Cómo un personaje así ha podido desaparecer de la escena musical de los últimos veinte años? Pues, por una causa tan azarosa como la picadura de una garrapata, que le inoculó la enfermedad de Lyme y le provocó importantes afectaciones neurológicas, como no poder soportar ni ruidos ni siquiera música… Incapaz de volver a tocar el saxofón, Lurie se sumergió en la pintura, yendo más allá del pasatiempo para obtener logros notables: del 1 de mayo al 4 de septiembre de 2006 el PS1 del MoMA le dedicó una exposición completa, con ochenta de sus acuarelas y obras sobre papel. Esta actividad le sirve de excusa para rodar una nueva serie documental, “Painting With John” (HBO, 2021), pensada inicialmente como una colección de pequeñas stories de Instagram que en algún momento se “complicó” y terminó adquiriendo HBO para su emisión. Lurie es el protagonista absoluto del show, sin más invitados que las esporádicas apariciones de su vieja colaboradora Nesrin Wolf y su cocinera y asistenta, Ann Mary Gludd James.

En el programa, asistimos a sucesivas sesiones nocturnas en las que vemos cómo Lurie pinta acuarelas y, entre tanto, escuchamos breves parlamentos suyos en los que recuerda anécdotas divertidas. El John Lurie actual es sarcástico y mucho más afable que el huraño y lacónico saxofonista al que entrevisté hace unos treinta y cinco años, y en el primer capítulo bromea a cámara sobre cómo presentarse ante el público, si con sonrisa o sin ella. Algunos episodios más adelante admite que, en realidad, no se siente nada cómodo hablando ante una cámara y llega a afirmar que los que lo hacen bien son, sin duda, sociópatas. Ironiza al añadir que él mismo, de hecho, considera que ha ido mejorando a medida que avanza con el programa, al mismo tiempo que se convertía en peor persona… Lo curioso es que, Lurie, actor, sí sabe, en realidad, cómo mirar a cámara y captar la atención.

https://assets.primaverasound.com/psweb/cyb9y7sajqtzboseq7ww_1614707065659.jpg

A lo largo de los seis breves capítulos, Lurie va contando anécdotas deslavazadas sobre su infancia con su hermano Evan, sobre su breve amistad con el cocinero Anthony Bourdain y sobre cómo el exceso de fama pudo llevarle al suicidio; sobre el escritor y periodista (y candidato al Nobel) Gore Vidal, con el que coincidió en un vuelo a París, y cómo este le miraba con absoluto desagrado (el mismo desagrado con que le suele mirar la policía, ya sea la de tráfico o la de aduanas, que terminan parándole siempre), o la vez que conoció a Barry White y este le saludó y le admitió que le gustaba el álbum de The Lounge Lizards “Voice Of Chunk” (1988), al tiempo que la voz profunda, grave y a gran volumen de White provocaba que a Lurie le retumbaran los testículos… Y no hay que olvidar la increíble historia de la anguila que aparece, precisamente, en la portada de “Voice Of Chunk”, no apta para animalistas…

Todo el documental puede verse como un retrato en broma o en serio. El mismo Lurie, que mira constantemente a cámara y se dirige de tú a tú al espectador, pide, en algún momento, que quien lo esté viendo pase de él, lo apague y no le cuente a nadie que lo ha visto. No he probado a ver los seis episodios del tirón. Los he visto de uno en uno, a ración semanal, pero intuyo que vistos seguidos uno puede sentirse aún más atrapado por el clima intimista que desprende, como si se estuviera contemplando una película de cine independiente estadounidense de hace cuarenta años.

Al final de cada capítulo, durante los créditos, podemos ver, entre otras acuarelas, aquella en la que hemos visto trabajar a Lurie mientras nos contaba cosas. Pero no todas las imágenes son de él pintando. Se ve la selva exuberante en la que vive, el colorido de las flores que, posiblemente, influye en el cromatismo de sus pinturas. Y oímos música. Su música. Toda la banda sonora de la serie es suya, pero corresponde a grabaciones realizadas en los años noventa, antes de que apareciera esa enfermedad de Lyme que ha convertido a Lurie en un músico oscuro, pero en un pintor apreciable y, sobre todo, en un personaje sardónico e irrepetible, que anima a la gente a hacer cosas creativas… Como en ese momento en el que, ante un hermoso atardecer que define como “momento poético”, dice que él no va a decir nada poético. “Dilo tú”, le espeta al espectador. Efectivamente, es tu turno. ∎

Pintando, con Lounge Lizards en el recuerdo.
Etiquetas
Compartir

Lo último

Contenidos relacionados