Como músico, el autor está de vuelta de todo, o casi. En 2003 la editorial Milenio publicó “Bola y cadena. 20 años de explosión mod”, del que, en cierto modo, “Qui toca aquesta nit? Una història del rock en 64 concerts” es una continuación vital y estilística, no una segunda parte. Dos décadas después, a Ricky Gil (Barcelona, 1965) se le identifica como traductor, radiofonista e instrumentista que toca cuando le apetece. Durante años ha sido el cantante de Brighton 64. En esta ocasión hace uso de una prosa que, por momentos, le acerca a ese nuevo periodismo que llegaba del exterior en los setenta y aquí practicaba Claudi Montañá a corazón abierto.
Gil ordena de manera cronológica un sinfín de conciertos a los que ha asistido tanto en Europa como en Estados Unidos, en todo tipo de circunstancias, aforos y estados de ánimo. Con todo, el hilo conductor es Barcelona. En ningún momento se declara mod. Pero quien lo conoce ya sabe que es una corriente musical que lo define; es por ello que rinde pleitesía a The Who y admiración absoluta a Paul Weller, sin olvidarse de The Kinks. En este recorrido no se olvida de sus cuatro décadas de carrera. Un día, el bajista cantó “Barcelona Blues”, de su hermano Albert, un himno del mejor power pop de la ciudad. Aunque es probable que se conozca más a Brighton 64 por “La casa de la bomba” y “El mejor cocktail”.
El libro se divide en diferentes partes. En la tercera, titulada “Llampecs en la foscor (1994-2019)” –“Relámpagos en la oscuridad (1994-2019)”–, destaca la emocionada pieza que dedica a una de las grandes voces de Big Easy, Irma Thomas, por su actuación en 2013 en Barcelona. Ese mismo año se acerca a Francia para ver a uno de sus referentes, Neil Young & Crazy Horse. Devoción. “La collita ha estat prou bona i m’estimo més cremar-me que rovellar-me” (“La cosecha ha sido bastante buena y prefiero quemarme a oxidarme”). Pero antes de esas citas, Gil asistió al concierto de PJ Harvey, que le fascinó, en el Festival de Benicàssim 2001. Aprovecha la ocasión para ofrecer una acerada opinión sobre las grandes aglomeraciones musicales cuya introducción es: “El meravellós món dels festivals multitudinaris. Sexe, drogues i patrocinadors. Piercings, modelets estiuencs, cervesa esbravada i suor d’aixella” (“El maravilloso mundo de los festivales mutitudinarios. Sexo, drogas y patrocinadores. Piercings, modelitos estivales, cerveza desbravada y sudor de axila”). En 2002 se topó con The Strokes en Ciudad de México; tiempo después los conoció en Barcelona y les contó que estuvo en ese concierto. Una crónica entretenida. Se sirve del entusiasmo –“Pujava la temperatura” (“Subía la temperatura”)– para hablar de Toots And The Maytals en la sala Apolo de Barcelona en 2005. A Willy DeVille y B. B. King los vio juntos en 2006, en una noche con muchas sombras. Ese mismo verano se acercó a Zaragoza para ver a The Who. El espectáculo lo retrotrae a la película “Quadrophenia” (Franc Roddam, 1979). En 2008 asiste a un pintoresco concierto de Willie Nelson, un grande del country, en Oregón. “Una cosa que no sabia era que Nelson fos un guitarrista tan extraordinari i original” (“Una cosa que no sabía era que Nelson fuese un guitarrista tan extraordinario y original”). No tiene desperdicio el recuerdo que evoca la actuación de Brighton 64, su banda, en el Moll de la Fusta, durante las fiestas de la Mercè de 2017. En este capítulo interactúa con sus percepciones y el oficio de músico. A lo largo de la obra, el discurso narrativo va más allá de las anécdotas, pues se abre a reflexiones y pensamientos concisos.
Previamente, en la segunda parte, “Un flaix que m’enlluerna (1980-1991)” –“Un flash que me deslumbra (1980-1991)”–, Gil descubre a The Police, Ramones, Bruce Springsteen & The E Street Band, The Rolling Stones en Madrid, The Clash en Londres, el bluesman J.B. Hutto con The New Hawks y a Bob Dylan. También a grandes del rock’n’roll primigenio como Fats Domino, Bo Diddley, Jerry Lee Lewis o Chuck Berry. Y a grandes del soul y el rhythm’n’blues como Wilson Pickett y Curtis Mayfield. Asimismo, habla de The Fleshtones, Johnny Thunders en una noche difícil, Nacha Pop, Los Canguros, Michelle Shocked y Gato Pérez, al que describe como “el millor escriptor de cançons de la ciutat” (“el mejor escritor de canciones de la ciudad”). Además ha visto a Grateful Dead en California, a Etta James en el club Tipitina’s de Nueva Orleans y a Mose Allison en Nueva York. La cuarta y última etapa cubre el bienio 2022-23 con Kae Tempest, Biscuit y The Pretenders, entre otros. Todo empezó con Lluís Llach en 1977 y después Sisa y Melodrama en el primer Zeleste, en 1979.
La narración de todos estos retazos de vida resulta ágil, divertida, fresca y detallada, poniendo de relieve tanto al músico como al fan. “Qui toca aquesta nit? Una història del rock en 64 concerts”, toda una sorpresa que merece una traducción al castellano, es un relato sincero y muy barcelonés que conecta momentos, personajes y canciones que reconstruyen el pasado de Ricky Gil, fortalecen el presente y garantizan el futuro. De momento, como intérprete, el aquí y ahora es “Artefactes sonors de l’underground català 1964-1979” (Chesapik, 2023). Este segundo álbum junto a los sólidos Biscuit supone un notable ejercicio de reconocimiento y madurez. ∎