Libros

Robert Steele / James Gavin

George Michael. Careless Whispers / George Michael. Una vidaLiburuak, 2023 / Libros Cúpula, 2024

¿Cómo no empatizar con George Michael (1963-2016)? Popular pero siempre necesitado de validación artística; ambicioso a la vez que humilde; desafiante pero atormentado por una condición sexual que afloró a destiempo y a regañadientes (aquel urinario público); de intimidad pretendidamente hermética al tiempo que dotado de sentido de la autoparodia (aquel videoclip basado en lo del urinario); víctima consciente de los peajes del éxito que siempre ansió (no olvidemos que llegó a competir comercialmente con Madonna, Michael Jackson y Prince) mientras repartía parte de su fortuna en causas benéficas y humanitarias, muchas veces de forma anónima… prematuramente muerto con solo 53 años. Casi siempre bien intencionado, pero tan dolorosamente humano como para tomar muchas decisiones a destiempo, con escaso sentido de la oportunidad o la proporcionalidad. Incluso su deceso se vio ensombrecido –lógicamente– en un 2016 marcado por el adiós previo de titanes como David Bowie, Prince y Leonard Cohen. Hasta el día supo a extraña tragicomedia, entre el meme y la ironía del destino: precisamente el día de Navidad, un “Last Christmas” en toda regla.

El hecho de que hayan pasado casi ocho años y hayan casi coincidido en los últimos tiempos en el panorama editorial en castellano dos vastos relatos biográficos –diría que definitivos, por su exhaustividad– como estos que nos ocupan es la mejor prueba de que el músico británico de origen grecochipriota dio un perfil de estrella poco usual, diría que hasta disfuncional, con alicientes sobrados para seguir interesando a un lector que no necesariamente ha de identificarse como fan irredento.

El que más meses lleva en nuestras librerías es el más antiguo: el del escritor y editor británico Robert Steele, publicado por vez primera como “Careless Whispers. The Life And Career Of George Michael” (Omnibus Press, 2011), y actualizado en 2017, ya a raíz del fallecimiento de Michael y aparecido a finales de 2023 en castellano como “George Michael. Careless Whispers” (Liburuak, 2023), con traducción de Tito Pintado. Es un recorrido cronológico por toda su vida y obra, armado sobre declaraciones de la propia estrella y de gente de su entorno, como su primer mánager, el taimado Simon Napier-Bell, o la periodista Fiona Russell Powell, tanto en entrevistas hechas ex profeso como en comentarios a distintos medios de comunicación, a lo largo de más de 500 completísimas páginas que no dejan rincón por alumbrar.

Su única tara es que luego, años después, el periodista norteamericano James Gavin (autor, entre otros, de “Deep In A Dream. La larga noche de Chet Baker”, aquí distribuido en 2018), publicase “George Michael. A Life” (Abrams, 2022), que vio la luz en castellano un poco antes del verano como “George Michael. Una vida” (Libros Cúpula, 2024), traducido por Carmen Ternero, también con más de 500 páginas. Ambos libros, el de Robert Steele y el de James Gavin, tienen prácticamente la misma estructura y tratan esencialmente sobre lo mismo, pero advierto en el de Gavin un reparto bastante más coral y un ánimo más crítico, incluso en ocasiones mordaz y ácido, que en el de Robert Steele, quizá algo más condicionado por la reverencia de quien se sabe adepto incondicional y aún jugaba entonces sin competencia, porque aquel “George Michael. Desnudo” (1991) de Tony Parsons había quedado superadísimo por el tiempo: al fin y al cabo, procede de una época en la que no se exigían más que pintonas y muy básicas hagiografías. Y el propio George Michael ya había renunciado en su momento –2009– a contárnoslo todo de primera mano, cuando desestimó una oferta de siete millones de dólares por escribir sus memorias.

¿Hasta qué punto son complementarios, justifican la compra conjunta o la adquisición de uno excluiría la del otro? No sabría decir. Sí que se me antoja difícil que alguien pueda trazar un perfil más completo que ellos. El certero retrato de un gran vocalista y showman que, en términos estrictamente creativos, sufrió el síndrome del impostor (préstamos de Chuck Berry, Primal Scream y no digamos ya de la escuela Motown), padeció durante años una insatisfacción vital que lo embargaba (Frank Sinatra se lo afeó) y vivió casi siempre atormentado por la contradicción entre su condición de sex symbol heteronormativo de puertas afuera y su miedo insuperable a salir del armario de puertas adentro, cuestionado incluso por amistades como Elton John y competidores como Boy George. El tramo final de su vida, ya liberado tras el outing sobrevenido, quedó deslucido por sus adicciones (la marihuana, fundamentalmente) y su alejamiento del mundo tras haberse debatido entre el crooner maduro al servicio de estándares con acompañamiento orquestal y un reciclaje (por vía del pop electrónico y del house, anunciaba) que nunca llegó. ∎

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