Serie

Stonehouse

John Preston(miniserie, Filmin)
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“Stonehouse” (2023) es lo que se llama una “serie limitada”, expresión técnica que no hace alusión a sus méritos (aunque estos no son superlativos), sino a la diferencia con otro género televisivo que también se llama “serie” pero que se extiende a lo largo de varias temporadas –cuando no la cancelan en la primera aprovechando que el verbo “cancelar” ha tomado vuelo en estos años– y es una continuación por otros medios del folletín, el serial fílmico, el radioteatro y la telenovela. En cambio, la serie limitada se concibe como una unidad, tiene una duración preestablecida y solo se diferencia de una película en el hecho de que se extiende durante varias emisiones. Es como una película en partes, en este caso tres de una hora cada una, que normalmente se estrenan en días distintos en su país de origen, pero se terminan viendo en una sola sesión ya que nos hemos acostumbrado a ver las series de ese modo, las limitadas y las otras.

“Stonehouse”, de John Preston, es también una ficción basada en hechos reales, otra expresión imprecisa que alude a la transcripción más o menos fiel de algunos acontecimientos y que los termina reemplazando en la memoria colectiva mientras que el original se pierde en el olvido. Así ocurrió siempre con los biopic y así es como los espectadores terminamos creyendo, por ejemplo, que Winston Churchill fue Gary Oldman. Cuando el sujeto de una biografía filmada, como en este caso el político inglés John Stonehouse, es menos conocido (supongo que en Inglaterra algunos lo recuerdan, aunque dudo de que eso ocurra fuera del Reino Unido), los guionistas se pueden tomar más libertades que las que impide una figura famosa. Pero “Stonehouse” desmiente esta teoría demasiado obvia. Al contrario, y por eso es una serie tan rara, parece una sucesión de disparates imposibles y, sin embargo, la realidad no fue menos disparatada de lo que la serie cuenta. Acaso más.

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El personaje que interpreta Matthew Macfadyen es un político ambicioso al que un día los checos comunistas le tienden una trampa sexual y termina espiando para ellos. Pero es el espía más tonto del mundo, incapaz de aportarle a sus jefes la menor información útil. Eso le da a la serie su tono de comedia de enredos, pero más enredos tiene la vida de Stonehouse, que con el dinero mal ganado del espionaje se dedica a invertir hasta arruinarse y decide simular que se ahoga en una playa de Miami para huir a Australia con su secretaria y eterna amante. Por supuesto lo descubren, pero no lo condenan hasta mucho después, porque su voto le sirve al gobierno de Harold Wilson para mantener su exigua mayoría en el parlamento.

Se podría decir que “Stonehouse” es una denuncia del mundo de la política en el que todos simulan y todo vale para mantener el poder, pero eso es secundario. El gran logro de la limitada serie es que ese crápula sin luces, cuyo egoísmo es propio de una sitcom, termina resultando simpático. Incluso que el amor que le profesa su devota Sheila sea enternecedor. Es más, estoy dispuesto a votar por Stonehouse en las próximas elecciones. ∎

El drama (real) de la vida de un político torpe como comedia.
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