Cuando se trata de fenómenos cinematográficos, no hay género más fértil hoy día que el terror. Desde “Host” (Rob Savage, 2020), cuyo uso del formato videollamada fue acogido con entusiasmo en un momento en que los festivales renunciaban a la presencialidad, hasta “Barbarian” (Zach Cregger, 2022), que a pesar de su exitosa transmisión de boca en boca logró mantener en secreto su argumento, en los últimos años se ha producido un goteo incesante de propuestas modestas pero excepcionalmente rentables. El terror es el único género que todavía atrae de manera consistente al público a las salas para ver películas de presupuestos pequeños o medianos. Puede haber varias razones para ello: la facilidad del género para transmitirse meméticamente mediante redes sociales, su énfasis en la experiencia colectiva, dada la visceralidad de las reacciones que suscita, o el uso habitual de narrativas sobre el control, tan necesarias en épocas convulsas como la nuestra. “Terrifier 2” (2022, se estrena hoy en España), el slasher retromaníaco de Damien Leone que, con un raquítico presupuesto de 250.000 dólares ya ha recaudado más de catorce millones en taquilla, da en el clavo en los tres aspectos, ofreciendo un espectáculo total, tan popular en su planteamiento como extremo en su ejecución.
El artífice del éxito de “Terrifier 2” es su antagonista, Art The Clown, un payaso asesino que, gracias a un ingenioso maquillaje y a la estimable habilidad del actor David Howard Thornton para la pantomima, parece perfectamente diseñado para su difusión en gifs. No es para menos: su capacidad para bascular entre lo cómico y lo terrorífico, evidenciando el estrecho límite que los separa, hace de él uno de los villanos más icónicos del terror reciente, en una época en que el cine anda rezagado respecto a formatos digitales como el creepypasta. El humor mortífero de Art convierte cada uno de sus asesinatos en un gag, a cada cual más absurdo y escabroso, haciendo de la cinta una auténtica exposición de atrocidades, exacerbada por efectos especiales tradicionales de un realismo pasmoso. En este sentido, estamos ante la rara ocasión en que una obra de nicho, destinada al reducido público del splatter más brutal, ha logrado cautivar –y horrorizar– a un público más amplio.
Sin embargo, el compromiso del filme con el exceso va más allá, apostando por una duración inusualmente extensa en el género, 138 minutos, que le permite tanto un mayor desarrollo en personajes y mitología como la introducción de secciones menos narrativas, en las que las dimensiones plástica y afectiva cobran importancia y la lógica circense de la propuesta alcanza sus cotas más altas. Es entonces cuando lo que vemos en la pantalla adquiere el cariz de una pesadilla, donde nuestra condición de espectadores –traumáticamente separados de la ficción y condenados a la inmovilidad de nuestras butacas– se vuelve causa activa de nuestro padecimiento, a la manera del mejor cine de horror, de “La matanza de Texas” (Tobe Hooper, 1974) a “El ente” (Sidney J. Furie, 1982). “Terrifier 2” navega con éxito en estas aguas, de ahí que quizá resulte un tanto decepcionante que no se interne en ellas hasta el último tramo, en el que esta pérdida de control –y su posterior recuperación– se tematiza de acuerdo con la trama expuesta en la primera mitad. Las intenciones de Leone quedan lejos del terror profundo y misterioso de las citadas obras maestras, contentándose con un vistoso despliegue de ingenio para lo macabro. A pesar de ello, sus imágenes resultan inolvidables y goza de suficientes elementos para mantener el interés a lo largo del metraje. El éxito está garantizado. ∎