“The Afterparty” resuelve su ambiciosa propuesta con soltura, sin que sea palpable una voluntad de hacer estallar sus límites. No es algo malo, solo manso. ¿Quizá consecuencia del trasvase al formato serie que lleva a diversificar esfuerzos en vez de poner toda la carne en el asador? Basta ver cómo los códigos de los géneros elegidos se invocan más desde la cita que desde la subversión, o cómo en muchas ocasiones sus particularidades tienen una importancia minimizada frente al desarrollo argumental de la trama, llegando a construir cierta homogeneidad (muy visible en los episodios de acción, thriller y policial) en vez de lanzarse a rupturas más radicales entre las entregas, como podía ocurrir en los buenos tiempos de “Community (2009-1015). Miller disfruta el juego conceptual, pero le interesa más contar una historia coherente y bien armada.
Durante una reunión de antiguos alumnos, el que se había convertido en una estrella musical (Dave Franco como un trasunto de Justin Bieber excelsamente irritante) muere al caer por un acantilado desde la mansión en la que había convocado a un pequeño grupo de allegados, todos ellos portadores de secretos y conflictos larvados que salen a la luz durante la noche. Tiffany Haddish es la detective encargada de esclarecer la muerte y ejercer como representante del espectador, mientras escucha los relatos de un reparto equivalente al sueño húmedo de todo fan exquisito de la comedia reciente: Sam Richardson, Ilana Glazer, Ben Schwartz, Ike Barinholtz, Tiya Sircar… Acostumbrados a su brillo como secundarios, solo cabe agradecer poder verlos al frente de una historia coral que va reinventándose y dándoles la oportunidad de expandir sus registros.
Con todo, quizá sean Richardson y Schwartz quienes realmente sacan más partido a sus personajes. El primero, como un diseñador de escape rooms (pasar por alto este tipo de genialidades, que abundan en “The Afterparty”, sería un error) dispuesto a reavivar la llama del amor con su crush. Y el segundo, como un voluntarioso aspirante a músico que encabeza uno de los dos mejores episodios de la serie y el de mayores ocurrencias visuales: el musical. El otro es el dedicado a recordar otra fiesta definitoria para los protagonistas, esta vez en el instituto, que traslada la acción a los años 90 y demuestra lo natural que le sale a Miller ese registro, por si no había quedado claro con las capitales “Clone High” (2002-03) o “Infiltrados en clase” (2012), al lado de las cuales “The Afterparty” puede quedar como una nota a pie de página. Tan ingeniosa y ligera que no duele leerla ocho veces. ∎