Las credenciales de sus responsables presumían recompensas elevadas. La premisa en tiempos de autocracias y posverdad se presentaba, como mínimo, jugosa para diatribas. Y el plantel actoral reclutado, con Kate Winslet en el primer frente, daba aún más brillantina al asunto. Pero a veces las expectativas se tuercen con exceso. Con todo a favor, “El régimen” (2024) ha resultado ser una decepción, con deserciones más que entendibles a lo largo de sus seis episodios. En este mundo que nos toca vivir, ni siquiera un producto con el sello HBO Original resulta ya una certeza para visionados complacientes.
La miniserie británica sitúa su disparadero dramático en un país indeterminado de Europa Central (como en una intersección entre la Hungría de Orbán y la imaginaria autoritaria fastuosa de un Lukashenko) regentado por Elena (¿inspirada en Elena Ceaușescu?), una tirana con un TOC del nivel de Howard Hugues. Este personaje se agarra al poder desde un palacio-burbuja habitado por siervos que no se atreven a cuestionarla. Con la única excepción del cabo Zubak (Matthias Schoenaerts), un militar responsable de una matanza de civiles que entabla una relación de amor-odio, dominio-sumisión, con la amada líder.
Tampoco suma la funcional realización que imprimen el veterano Stephen Frears y Jessica Hobbs, dos firmas autorales de las que se esperaba mayor huella en la banda visual. Ni la posibilidad de anclarse a algún personaje con carisma. Lo más cercano a esa posibilidad es el líder destronado que interpreta Hugh Grant y que, a la postre, resultará el de menor minutaje. De este modo, el dispositivo narrativo confía en demasía en la endeble química entre esta líder de modales extraños y ese militar basto e intimidante. Sin embargo, sus idas y venidas transitan sin apenas capital de interés.
No hay aquí un régimen sometido a la risa desternillante ni a la parodia de recargo ácido. Ni mucho menos. “The Regime” son seis capítulos desnutridos para una exploración soft, tullida y sin mordiente de las cada vez más en boga autocracias y tiranías que campan por dominios cercanos. Y en esa tibia y cándida denuncia a los populismos y a sus líderes de tez paródica pero terrorífica agenda, naufraga en su propósito de poner a los personajes en la picota e infundir alarma al respecto. Casi consigue lo contrario, en un programa marcado por la indiferencia. ∎