Frente a la búsqueda de sí misma de una mujer en su muy celebrada “La peor persona del mundo” (2021), Joachim Trier explora en “Valor sentimental” (2025; se estrena hoy) la influencia familiar, básicamente en las vidas de dos hermanas, con un padre complejo. Con inequívoca reverencia a Ingmar Bergman en el diseño de planos y dramas, y la fuerza interpretativa de Renate Reinsve (de nuevo) y Stellan Skarsgård, el cineasta danés juega también hábilmente con los tiempos y los espacios para avivar emociones y tensiones.
La casa es, desde las primeras imágenes, el escenario de la calidez y del misterio. Ese espacio afable que con mirada melancólica encierra el paso del tiempo y la sucesión de las generaciones, con la voluntad de disección sentimental que vendrá a continuación, va desvelando sus vacíos y sus carencias, su testimonio de todo lo que podía haber sido y no fue. A través de un llamativo montaje, “Valor sentimental” se inicia con un recorrido por la historia de esa casa –¿alguien recuerda la estupenda “La vida manda” (David Lean, 1944) y su sucesión de generaciones en un mismo hogar?– tan frenético como intrigante. Ese espacio es también el refugio al alcance de la mano, pero espinoso en la revelación de sentimientos y dramas ocultos que alberga silenciosamente. Lo que se pierde: la madre que ha criado a las hermanas ya no está. Lo que regresa: un padre durante demasiado tiempo ausente al que es hora de pedirle cuentas, a pesar del dolor y la dureza de enfrentarse a una figura totémica.
En esa confrontación elaborada minuciosamente, jugando con los tiempos, a veces cámara en mano frenética, otras en sereno enfrentamiento casi teatral, Trier evita construir personajes de una pieza. No busca víctimas vengándose de quien les causó daño, sino comprender los mecanismos de relación, el egoísmo y la ambición, la necesaria construcción de la personalidad propia, las aristas del cariño sincero, en todas las partes de la confrontación. Y el decapado de un modelo que está ahí desde la niñez, y que con la primera etapa de la madurez empieza a derrumbarse sin saber muy bien por qué.
El personaje de Nora (Renate Reinsve), una actriz de teatro a la que su padre le ofrecerá protagonizar su siguiente película como director de cine, da pie a una explosión de emociones que tiene su referente en el Ingmar Bergman de “Persona” (1966) o de “Gritos y susurros” (1972), y su contrapunto en la vida de la otra hermana. La difícil personalidad del padre, Stellan Skarsgård en uno de sus papeles más complejos y completos, revela traumas no asumidos, y las dificultades de comunicación con un hombre temperamental y egoísta, también inteligente y deslumbrante. Sobre todo cuando entra en escena un tercer personaje, la actriz (Elle Fanning) que el cineasta elige para sustituir a su hija, quien se niega a hacer el papel, con los retos emocionales y las incertidumbres que se desatan.
A pesar de algún exceso en la construcción narrativa, predomina la indagación profunda y conmovedora en el dolor y el desamparo, con la expresión artística del teatro y el cine como herramienta. ∎