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La isla del tesoro. Historia de la música jamaicana del siglo XXNuestra Isla del Tesoro, 2023

La revista trimestral y alternativa ‘Factory’ se publicó entre 1994 y 2000 bajo la iniciativa de Rockdelux. El diseñador de la misma era nada más y nada menos que Txarly Brown, estrella incontestable de la escena barcelonesa que, en aquellos modernos tiempos en la Ciudad Condal, se caracterizaba por sus ansias renacentistas de estar en todos lados; era lo que ahora se conocería como influencer, pero, en su caso, desprovisto de la tontería que, en la actualidad, lleva implícito tal apelativo. Txarly era, y es, un tipo influyente y muy trabajador que genera(ba) siempre cosas interesantes a su alrededor (por ejemplo, la reivindicación de la rumba y lo cañí con conocimiento de causa). De tal modo que, como fan del ska y los ritmos jamaicanos (era responsable, entonces, del estupendo fanzine ‘FBI’), propuso a Rockdelux la brillante idea de publicar un libro sobre reggae, que él diseñaría, coordinado por Ragnampiza (Jordi López; últimamente conocido con el factor de corrección aplicado a su nombre de pluma: Ragnampaisser, que es como había que pronunciar, antes y ahora, su apodo en honor al tema de Dillinger de 1976), experto concienciado del roots reggae canónico y colaborador de Rockdelux. Txarly preparó una resolutiva maqueta y la cosa empezó a edificarse con una abanico reducido pero variopinto de escribas expertos en el tema. Digamos que todo empezó en 1997. Pero, lamentablemente, se eternizó… cinco años (el ritmo vaporoso y sedante del reggae tiene estas cosas). En 2002 se dio por finiquitado el asunto, pero Rockdelux ya no podía hacerse cargo de aquello por razones presupuestarias y de logística editorial. Hablamos de unos 2000 folios, documentos en archivos en formatos obsoletos, aumento constante del precio del papel… No pudo ser. Lo sentimos mucho, amigos.

Desde entonces, y ya al margen del Rockdelux, se sucedieron intentos de publicación, en 2006 y en 2012, de todo aquel ingente material que casi podríamos calificar como bíblico, dada la vocación casi religiosa que ungieron algunos de los autores en sus textos: el estigma rastafari sobrevuela la esencia de este libro, sí. Pero la noticia en 2023 es que, por fin, ha visto la luz –26 años después de lo previsto– “La isla del tesoro. Historia de la música jamaicana del siglo XX”. Que se sepa: el festival Rototom, de Benicàssim, referente europeo del reggae, es quien ha coproducido la edición. Muchas gracias a Filippo Giunta y Claudio Giust, responsables de Rototom, porque es un verdadero notición para los amantes del reggae más clásico que este tomo, de más de 550 páginas, esté por fin disponible. Aunque se quede cortada la historia en el año 2002 –con simples y testimoniales actualizaciones, al final de los capítulos, de posdatas con las muertes de los artistas citados; y con solo un capítulo escrito ahora: el epílogo “Especial reggae con ñ”, tramo final dedicado al reggae en español–, esto sigue siendo un dechado de profundización en los vericuetos de Jamaica para estudiosos, curiosos, profanos y, especialmente, fans. La base de todo lo que habría de venir con el pálpito reggae está aquí.

Digamos que es un artefacto que rememora aquellas enciclopedias musicales de aspecto carpetovetónico que nutrían de información a los seguidores de la música antes de la llegada de internet: sí, Txarly Brown solo ha ideado la bonita cubierta a partir de las ilustraciones de Alberto “Lupo” Guzmán, quedando desvirtuadas la maquetación (muy mejorable) y el diseño (inexistente). Pero no hagan caso de este aspecto de fanzine con columnas verticales mal dispuestas en su línea natural de lectura, con fotos de baja calidad (normal en este contexto de archivo jamaicano) interrumpiendo la cadencia natural del texto, porque “La isla del tesoro” es todo lo que siempre quisieron saber sobre el reggae y nadie les había explicado antes en castellano –versión original– de la manera en que lo van a poder leer en estas páginas.

Y aunque la música jamaicana ha sido, desde la última década de los noventa, fuente inagotable de influencias múltiples para las diversas variantes de la música electrónica y de baile, no deberían buscar tanto atrevimiento aquí. Porque en este libraco impera un orgullosa desconexión con la actualidad, un aferrarse con nostalgia a aquellas reseñas de prensa musical internacional que llegaban con cuentagotas (fuese el ‘NME’ o el ‘Rock & Folk’) cuando el reggae importaba porque era la nueva sensación y, además, tenía elementos de trascendencia –ya fueran sociales o espirituales– a la usanza del rock en los años sesenta. Todo ese imaginario fumeta, amplificado con la visión de películas o documentales, es el que educó al entrañable Ragnampiza original, motor incuestionable de esta obra. Como sabio y buen ideólogo rasta a distancia crecido vocacionalmente en la Barcelona de finales de los setenta y principios de los ochenta, él se encargó de distribuir las tareas y encomendar las diversas partes de un libro infinito a especialistas entregados como, entre otros, Dr. Decker y su compadre Lord ‘Papa’ Dick (honores a ‘Sound System FM’, su legendario programa de radio conjunto, de 1989 a 2019), a expertos como Iñaki Yarritu (de los pioneros Basque Dub Foundation), al gran Luis Lapuente (Dr. Soul)… También Carlos Monty, coordinador de la edición, abogado y musiquero siempre excesivo y un tanto peliculero, que con su obstinada determinación ha sido decisivo para que el proyecto viese por fin la luz. En fin, felicidades a todos ellos porque como fans apasionados de la música que son han encontrado, edificándolo y puliéndolo, el tesoro de sus vidas. Hay que decir también, no tanto como agravio sino más bien como factor indicativo de las líneas maestras del asunto, que se han querido respetar los errores cometidos en la primera escritura realizada en su día, fruto y consecuencia de una época pretérita sin demasiada información al respecto o directamente falsa (esos créditos de discos jamaicanos nada fiables), hecho que confirma y reivindica un cierto carácter amateur en la elaboración del libro, pero que, al mismo tiempo, habla de la pasión volcada para explicar la historia de un género musical que, apropiándose y nutriéndose de ella, puede ser también la historia de las vidas de los participantes en el proyecto. Algunos de ellos, contextualicemos un poco más, bañados en la ortodoxia propia de los predicadores, con esa militancia autoimpuesta de los que viven el roots reggae como iluminados ungidos por el sol de Etiopía y Jamaica, lo que les confiere una apariencia de sectarios y dogmáticos, aunque sea de buen rollo. Pero esto, no se confundan, no es fumarse un porro de marihuana y bailar en la playa. Esta obra es la reivindicación de 500 años de esclavitud mental; como se lee en la página 5, está “Dedicado a aquellos que, de una manera u otra, supieron convertir su sufrimiento diario en música luminosa y consciente, alimento para el espíritu y ritmo para los pies, faro para las generaciones que estaban por llegar” (mensaje debido a la inspiración de Dr. Decker).

Dividido en cuatro módulos, el primero de ellos está enfocado en los orígenes, antes de la era reggae, cuando el rhythm’n’blues, el ska y el rocksteady abonaron el terreno. Ahí surgen, por supuesto, entradas para los Skatalites, así como para la factoría de ritmo clásico de Studio One, para baluartes como Duke Reid y Prince Buster y para la escena del jazz jamaicano, entre otros sabrosos capítulos.

El reggae más brillante llega en el segundo apartado: los vocalistas supremos, la conexión soul, Toots Hibbert, Jimmy Cliff, el rastafarismo, los primeros DJs, Bob Marley, Peter Tosh, Bunny Wailer, la era “Rockers”, el estudio Black Ark, Burning Spear, Dennis Brown, Gregory Isaacs y más cosas buenas.

El tercer módulo va desde Augustus Pablo hasta el reggae británico de los ochenta. Hay espacio para la explosión dub, Ijahman, las armonías vocales, Heptones, Mighty Diamonds, Culture, Third World, el reggae en UK en los setenta, los cantantes de dancehall, Black Uhuru, Sly & Robbie, la dub poetry y mucho más.

Finalmente, la era digital protagoniza el cuarto bloque: Beenie Man, Bounty Killer, Buju Banton, Sizzla, Capleton, Beres Hammond, Freddie McGregor, Luciano y el reagge en África, el revival del ska, etc.

Estas piezas musicales –en algunas de ellas se repiten comentarios más o menos similares, referencias cruzadas debidas a firmas diferentes; las carencias de una buena edición profesional– se complementan con información histórica circunscrita al ámbito religioso y cultural, demostrando un conocimiento exhaustivo del hábitat jamaicano. También se seleccionan listas con canciones y discos escogidos en casi todos los capítulos, recomendaciones que sirven de guía fácil para iniciarse con conocimiento de causa en esta isla del tesoro: Jamaica como ideal. ∎

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